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Tres chsites y una moraleja... o era al reves? - Versión para impresión

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Tres chsites y una moraleja... o era al reves? - JoseFidencioR - 03 Jun, 2019

Estaba un pollito tranquilamente cazando su gusanito, cuando se encuentra con un zorro, que prestamente inicia una caceria al pollito.

en su correria, pasa bajo una vaca, que le cubre de excremento.

el zorro desorientado, empieza a decir "donde esta mi pollito?, donde esta el pollito?" tan melosamente... en ese momento el pollito saca la cabeza y pia lastimosamente "pio pio..."

el zorro lo saca de la inmundicia de la vaca, lo lava y se lo come.

1.- No todo el que te cubre de inmundicia es tu enemigo.

2.- No todo el que te saca de la inmundicia es tu amigo.

3.- y lo mas importante: cuando estes con la inmundicia hasta el cuello, NO DIGAS NI PIO!



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Iriarte y El oso, la mona y el cerdo.

Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.

Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».

«Yo creo», replicó el oso,
«que me haces poco favor.
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?».

Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!».

Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:

«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».

Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!

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«Érase una vez la hija de un viejo hortelano que se quejaba constantemente sobre su vida y sobre lo difícil que le resultaba ir avanzando. Estaba cansada de luchar y no tenía ganas de nada; cuando un problema se solucionaba otro nuevo aparecía y eso le hacía resignarse y sentirse vencida.

El hortelano le pidió a su hija que se acercara a la cocina de su cabaña y que tomara asiento. Después, llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre fuego. Cuando el agua comenzó a hervir colocó en un recipiente una zanahoria, en otro un huevo y en el último vertió unos granos de café. Los dejó hervir sin decir palabra mientras su hija esperaba impacientemente sin comprender qué era lo que su padre hacía. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café.

Miró a su hija y le dijo: «¿Qué ves?”. «Zanahorias, huevos y café», fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Le quitó la cáscara y observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su dulce aroma. Humildemente la hija preguntó: «¿Qué significa esto, papá?»

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. El café sin embargo era único; después de estar en agua hirviendo, había cambiado el agua.

«¿Cuál eres tú?», le preguntó a su hija. «Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido, te has vuelto dura y rígida? Por fuera eres igual pero, ¿cómo te has transformado por dentro?

¿O eres como el café? El café cambia el agua, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

(extracto de Cuentos para pensar)

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- dígame tío, ¿cuántos huevos hay en el plato?
el tío dijo: - pues uno, acabo de ver como tomaste el otro -
- efectivamente, tío ya veo que está ud. aprendiendo, ahora bien, si yo pongo este huevo que tengo en la mano y que ud me ha visto agarrar, lo coloco otra vez en el plato ¿cuántos huevos hay ahora?
- dos - dijo el tío, sonriente.
- no tío, ¿no se da cuenta? si antes había un huevo y ahora hay dos, dos y uno tres.
El tío se quedó pasmado, ¿cómo podía haber tres huevos, si solo había dos?, pero no hallaba que contestarle a su sobrino, si antes -pensaba el tío- había un huevo y él tomó uno, uno y uno dos, ¿porqué dice que hay tres? yo solo veo dos huevos.
- Entonces,- siguió hablando el sobrino - ¿qué le parece tio, si yo me como dos huevos y ud uno? así, dos que me como yo, y uno que se come ud. son tres, y santas pascuas.
- hombre, yo, sobrino, si tu dices que hay tres huevos, yo solo veo dos, la verdad, - el tío, inculto como era no sabía que contestarle al tragón sobrino que lo quería dejar sin cena.
La tía que estaba escuchando desde la cocina, vino toda contenta pues solo tenía dos huevos y ella había decidido comer pan solo para que tío y sobrino cenaran aunque fuera un huevo cada uno.
Se acercó a la mesa, y poniéndose en jarras dijo:
- a ver, !qué lío os traéis con los benditos huevos,¡ estoy escuchando desde la cocina y no entiendo nada -
El sobrino volvió a repetir el asunto:
- mire ud tía, yo agarro este huevo, dígame, ¿cuántos huevos hay en el plato?
- uno - contestó ella.
- muy bien, si ahora yo vuelvo a poner el huevo que tenía en la mano otra vez en el plato, ¿cuántos huevos hay ahora en el plato?
- pues dos sobrino, uno y uno dos -
- no tía mire bien, uno que había antes, y dos que hay ahora son tres, ¿lo comprende?
La tía miró el plato, cerró un ojo, pensó un buen rato y tomando un huevo ella y otro para su marido le dijo al sobrino:
- pues mira sobrino, yo estaba toda preocupada pensando que solo había dos huevos, y pensaba cenar solo pan, pero como hay tres, uno para mi, otro para tu tío y el tercero te lo comes tú.

(Tradición Oral Sobre la Universidad de Salamanca).