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Luciano, sátira contra el cristianismo: La pasión de Peregrino - Versión para impresión

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Luciano, sátira contra el cristianismo: La pasión de Peregrino - Hildebrando - 16 Nov, 2019

Escrita en el siglo II (a más tardar en 181 EC) por el escritor satírico perteneciente al movimiento de la Segunda Sofística, Luciano de Samosata, el Voltaire de la Antigüedad, se burla de un cristiano (que luego apostató) llamado Peregrino Proteo. Está dirigida la obra a Cronio el Pitagórico, un filósofo platónico.

La inmolación de Peregrino Proteo en las llamas de los Juegos Olímpicos de 165 EC es descrita como una simple bufonada (y quizá como una burla del martirio cristiano, como el reciente de Policarpo). Aunque este hecho está bien atestiguado, se debate si todos los hechos narrados de la sátira son reales. Ustedes notaran que la descripción que hace del cristianismo es bastante exacta, y en cualquier caso, el valor de esta obra es revelarnos qué pensaban las clases cultas sobre el cristianismo de la época. El ataque de Luciano (vía sátira, un vehículo mucho más digerible para las masas que un tratado como el de Celso) va dirigido a la pretendida "superioridad moral" de los cristianos. Pese a que Peregrino es un adúltero y un asesino (entre otras cosas) gana una elevada posición en la Iglesia... Los acontecimientos posteriores a su inmolación, también constituyen una crítica respecto a la gran credulidad que reinaba entre sus seguidores... Ya examinaremos las versiones cristianas sobre Peregrino, pero primero vamos a la sátira de Luciano:



RE: Luciano, sátira contra el cristianismo: La pasión de Peregrino - Hildebrando - 16 Nov, 2019

Luciano a Cronio, ¡Salud!


Al desdichado Peregrino, o, como al mismo le agradaba llamarse, Proteo, le ocurrió exactamente lo mismo que al Proteo homérico; después de convertirse en todo por afán de gloria, y de adoptar innumerables formas, al final también se ha convertido en fuego; hasta tal punto le poseía la pasión por la fama.Y ahora ahí tienes a este hombre excelente reducido a carbonilla, como Empédocles, con la única diferencia de que éste intentó pasar desapercibido cuando se precipitó en el cráter, mientras que aquel noble varón estuvo pendiente de la concentración más numerosa de Grecia, levantó una pira enorme y se lanzó sobre ella en presencia de muchísimos testigos, después de pronunciar ante los griegos un discurso defendiendo esta decisión pocos días antes de su hazaña.

Sí, ya me parece verte reír a carcajadas por la estupidez del viejo, y más aún oírte lanzar las exclamaciones lógicas del caso, como «¡Qué insensatez! ¡Qué arrogancia!» y otros comentarios que solemos expresar ante actos parecidos. Pero tú lo dices de lejos y en un lugar muy seguro, mientras que yo lo comento junto a la pira misma y ante una gran multitud de espectadores, algunos de los cuales estaban molestos, en especial los que se asombraron ante la locura del viejo, aunque también había algunos que se burlaban de él. Lo cierto es que yo estuve a punto de ser despedazado por los cínicos, como le pasó a Acteón con los perros y a su primo Penteo con las Ménades.

Tal fue todo el preparativo de la representación. Al poeta ya lo conoces, sabes cómo era y cómo estuvo representando a lo largo de toda su vida un drama superior a los de Sófocles y Esquilo.En lo que a mí se refiere, tan pronto como hube llegado a Élide, mientras paseaba por el gimnasio oía un cínico que proclamaba a voz en grito sus preceptos habituales, invocaba la virtud de la calle y,en una palabra, despotricaba contra todo el mundo; al final sus voces se dirigieron a Proteo. Voy a tratar de hacer memoria de todo lo que dijo, en lo que pueda, aunque, sin duda, tú ya lo conocerás porque muchas veces te has encontrado con tales voceros.

«¿Hay quien se atreva a afirmar» —decía— «que Proteo es un fatuo, ¡oh tierra, oh sol, oh ríos, oh mar, oh antepasado Heracles! Proteo, que fue detenido en Siria, que entregó a su patria 5.000 talentos, que fue expulsado de la ciudad de Roma, él, que es más famoso que el Sol y que puede competir con el mismísimo Olímpico? Y porque decidió abandonar la vida por medio del fuego,algunos lo atribuyeron a fatuidad. Porque ¿no hizo Heracles lo mismo? ¿No lo hicieron también Asclepio y Dioniso con el rayo? ¿No fue, en último término lo que hizo Empédocles en un volcán?»

Después de expresarse de esta manera Teágenes —porque así se llamaba aquel vocinglero—, pregunté a uno de los espectadores qué significaba aquello del fuego y qué relación tenían Heracles y Empédocles con Proteo. Y él me contestó: «Es que dentro de poco Proteo se va a tirar a una hoguera en Olimpia». «¿Cómo? —pregunto yo— ¿Por qué motivo?», y ya se disponía a decírmelo, pero el cínico seguía gritando tan fuerte que era imposible oír a otra persona, de modo que tuve que escuchar el resto de su chorro de palabras y las maravillosas exageraciones que contaba sobre Proteo. Ya no le consideraba digno de comparación ni siquiera con el de Sínope o con su maestro Antístenes, ni con el propio Sócrates, sino que invocaba para la comparación, al mismísimo Zeus. Sin embargo, al final decidió mantenerlos más o menos en un plano de igualdad y terminó así su discurso:

«La vida humana —decía— ha contemplado únicamente dos obras perfectas, el Zeus de Olimpia y Proteo; sus autores y modeladores han sido, del primero Fidias y, del segundo, la naturaleza. Pero ahora esta maravilla se marchará de los hombres a los dioses sobre el fuego y nos dejará huérfanos».Después de decir esto, con muchos sudores se puso a llorar de modo muy ridículo y se tiraba delos pelos, con mucho cuidado de no tirar demasiado fuerte, y al final se lo llevaron deshecho en lágrimas unos cínicos que trataban de consolarle.

Inmediatamente después subió a la tribuna otra persona sin esperar a que se disolviera la multitud, sino que vertió las libaciones sobre las cenizas del anterior sacrificio. Al principio se estuvo riendo durante largo rato, y era evidente que obraba así de corazón; luego empezó con estas palabras más o menos: «Puesto que el maldito Teágenes puso fin a su desvergonzadísimo discurso con las lágrimas de Heráclito, yo, por el contrario empezaré con la risa de Demócrito». Y volvió a reír largo rato, de modo que nos contagió también a muchos de nosotros.

Después, cambiando de tono, continuó diciendo «Porque ¿qué otra cosa hay que hacer,amigos, al oír argumentos tan ridículos y ver que unos hombres ancianos, por una fama ridícula están poco menos que contorsionándose en público? Para que veáis qué clase de maravilla es lo que se va a quemar, prestad atención desde el principio, a quien como yo estudió su pensamiento y siguió de cerca su evolución. Una parte de mi información la conseguí de sus propios paisanos y de personas que tenían que conocerle muy bien.

»Porque esa formación de la naturaleza, esa obra maestra, canon de Policleto, tan pronto se vio entre hombres hechos, fue condenado en Armenia por adulterio, recibió por ello una buena cantidad de azotes y al final consiguió escapar saltando desde un tejado, no sin que antes le metieran un rábano en el trasero. Más tarde sedujo a un bello muchacho y pudo comprarlo al precio de 3.000 dracmas para que los padres del mozo, que eran muy pobres, no le llevaran ante el gobernador de Asia.

»Voy a pasar por alto tales hechos y otros parecidos, porque aún era barro sin formar y todavía no se había convertido en estatua hecha y derecha. Pero sí que merece la pena que oigáis lo que le hizo a su padre. Aunque es seguro que todos los sabéis y habéis oído contar que estranguló al viejo porque no podía seguir soportando su vejez, que se prolongaba ya por encima de los sesenta años. Y cuando lo ocurrido se hizo público, se condenó a sí mismo al destierro, y anduvo errante cambiando de un sitio a otro.

»Fue precisamente entonces cuando conoció la admirable doctrina de los cristianos, al encontrarse en Palestina con sus sacerdotes y escribas. Y ¿qué creéis que pasó? En poco tiempo los hizo parecer como niños descubriendo que él era únicamente el profeta, sumo sacerdote, conductor,todo en suma. Interpretaba y explicaba una parte de los libros sagrados, muchos los escribió él mismo. En resumen, lo tenían como a un ser divino, lo utilizaban como legislador y le daban el título de jefe. Después, por cierto, de aquel a quien el hombre sigue adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres.

»Detenido por esta acusación, Proteo fue a parar a la cárcel, lo que confirmó su prestigio aún mayor para su vida posterior, con vistas a la fama de milagrero que estaba anhelando. Pues bien, tan pronto como estuvo preso, los cristianos consideraron esto una desgracia y movieron todos sus recursos para conseguir su libertad. Al final, como esto era imposible, tenían al menos con él toda clase de atenciones, no al azar, sino con el mayor interés. Y desde el amanecer se podía ver junto a la cárcel esperando grupos de ancianos, viudas y huérfanos y, hasta los jerarcas cristianos dormían con él en la cárcel después de sobornar a los guardianes. Luego eran introducidos manjares variados, se pronunciaban discursos sagrados y el excelente Peregrino, ya que todavía se llamaba así, era calificado por ellos de nuevo Sócrates.

»Más aún, hasta desde algunas ciudades de Asia llegaron enviados por las comunidades cristianas para ayudar, defender judicialmente y consolar a nuestro hombre. Y es que se manifiesta un interés increíble cada vez que se hace público un suceso de este tipo. Para decirlo en pocas palabras, renuncian a todo. Y efectivamente, también entonces fue a parar a manos de Peregrino,con el pretexto de su prisión, mucho dinero procedente de esta gente y con ello se consiguió una aportación más importante. Ocurre que los infelices están convencidos de que serán totalmente inmortales, y que vivirán eternamente, por lo que desprecian la muerte e incluso muchos de ellos se entregan a ella voluntariamente.

Además, su primer legislador les convenció de que todos eran hermanos y así tan pronto como incurren en este delito reniegan de los dioses griegos y en cambio adoran a aquel sofista crucificado y viven de acuerdo con sus preceptos. Por ello desprecian igual todos los bienes que consideran de la comunidad, aunque admiten estos principios sin una total certidumbre, pues si se los presenta un mago cualquiera, un hechicero o un individuo que sepa aprovecharse de las circunstancias, se hace rico en muy poco tiempo y deja con la boca abierta a esos hombres tan simples.

»Lo cierto es que Peregrino fue puesto en libertad por el entonces gobernador de Siria,hombre aficionado a la Filosofía, quien se dio cuenta de la locura de aquél, y viendo que aceptaría la muerte para aceptar póstuma gloria lo soltó sin considerarlo siquiera digno de castigo.Peregrino volvió entonces a su tierra y se encontró con que lo del asesinato de su padre todavía estaba candente y que muchos se mostraban propensos a acusarlo. La mayor parte de su hacienda se había disipado durante su ausencia y sólo le quedaban unos campos cuyo valor era de unos 15 talentos. Porque el total de la herencia que había dejado el viejo estaba valorada en 30 talentos y no como decía el insensato de Teágenes en 5.000. Pues ni siquiera se habría podido vender por tanto dinero la ciudad entera de los parianos incluyendo en ella las cinco ciudades vecinas, con todos sus habitantes, ganados y demás bienes en general.

»El caso es que todavía estaba viva la acusación y la posibilidad de querella y daba la impresión de que en cualquier momento alguien podría demandarle. El pueblo estaba especialmente irritado contra él, según afirmaban los que le habían conocido, porque deploraban que un anciano hubiera muerto de modo tan impío. Pero fijaos qué salida encontró el sabio Proteo a todo aquel embrollo y cómo consiguió librarse del peligro: compareció ante la asamblea de los parianos — llevaba ya una larga cabellera, vestía un sucio manto, iba provisto con alforjas y tenía un bastón en la mano—; en resumen, se había equipado con todo un atuendo trágico. Se presentó pues con este disfraz y les dijo que dejaba en herencia a la comunidad todos los bienes que había recibido de su padre de santa memoria. Cuando el pueblo oyó sus palabras, gentes sin recursos siempre atentas a los repartos de tierras, lo proclamaron al punto único filósofo, único patriota, único seguidor de Diógenes y Crates. Sus enemigos quedaron silenciados y si uno solo hubiera intentado mencionar el asesinato al punto lo habrían lapidado.

»Salió pues por segunda vez a recorrer mundo, con los cristianos como único viático, gracias a cuya protección no carecía de nada. Así vivió algún tiempo, pero más tarde, por haber cometido alguna falta contra ellos (se le vio al parecer comiendo alimentos prohibidos), se encontró desamparado al no facilitar ellos ninguna ayuda y pensó que no tenía más remedio que retractarse y reclamar los bienes a su ciudad; envió, en efecto, un memorandum en el que pedía la entrega de los bienes por orden del emperador. La ciudad a su vez también envió una embajada y aquél no consiguió nada, sino que se le instó a mantenerse en su primera decisión, a la que nadie le había obligado.

»El tercer viaje después de los citados fue a Egipto, a la escuela de Agatobulo, donde practicó su maravilloso adiestramiento, con la mitad de la cabeza afeitada, el rostro cubierto de barro, masturbándose ante una gran cantidad de público y poniéndose como ejemplo de lo que ellos llaman «acto indiferente». Luego se azotaba y se hacía azotar el trasero con una palmeta y se entregaba a otras mil extravagancias indecentes.

»Desde allí, después de recibir esta preparación, zarpó hacia Italia, y nada más desembarcar se puso a insultar a todo el mundo y especialmente al emperador, ya que sabía que era muy apacible y tolerante, de modo que su audacia no le ponía en peligro alguno. Al emperador, en efecto, como era lógico, le importaban muy poco las críticas y no le parecía digno de él castigar por simples palabras a quien se había entregado a la Filosofía y sobre todo a un individuo que había hecho de la censura su oficio. Con ello y a partir de ahí comenzó a crecer su fama. Al menos era famoso entre los ignorantes por su extravagancia, hasta que el prefecto de la ciudad, un hombre inteligente, le expulsó porque se estaba pasando demasiado, comentando que la ciudad no necesitaba para nada un filósofo como él. Lo que ocurrió es que esto le hizo famoso y su nombre andaba en boca de todos como el filósofo que había sido expulsado por hablar con demasiada libertad y audacia. En esto se parecía a Musonio, a Dión, a Epicteto y a cuantos se encontraron en circunstancias parecidas.

»En vista de ello se marchó a Grecia y nada más llegar ya estaba insultando a los eleos o tratando de convencer a los griegos de que se levantaran en armas contra los romanos; otras veces difamaba a un hombre culto y que destacaba por su prestigio, y porque entre otros buenos servicios que había prestado a Grecia había traído el agua a Olimpia, con lo que había conseguido que dejaran de morirse de sed los que acudían a presenciar los juegos. Hablaba mal de él diciendo que había afeminado a los griegos, ya que los espectadores de Olimpia según sus palabras debían soportar valerosamente la sed e incluso ¡por Zeus! muchos de ellos debían morir de las terribles enfermedades que hasta entonces, a causa de la sequedad del país, eran tan frecuentes entre las grandes multitudes. Y decía tales cosas al tiempo que bebía de aquella misma agua. Y cuando todos cayeron sobre él y estuvieron a punto de matarle a pedradas, consiguió refugiarse en el templo de Zeus y librarse de la muerte aquel noble varón.

»A continuación, durante cuatro años estuvo redactando un discurso para la próxima Olimpíada y presentó a los griegos un elogio del que les había traído el agua y una disculpa por su anterior persecución. Pero ya nadie le hacía caso ni tenía la fama de antes, pues todas sus gracias estaban ya muy vistas y no podía inventar ya nada que pudiera sorprender ni maravillar a sus oyentes ni convertirse en el blanco de su atención (que es lo que deseaba desde el principio con toda su alma); se le ocurrió por último esta proeza de la pira y al punto hizo correr la voz entre los griegos de que al año siguiente, inmediatamente después de la última Olimpíada, se lanzaría a las llamas.»Y ahora está preparando su teatro, como se dice, cavando un hoyo, acarreando leña, y prometiendo una entereza tremenda.

Aunque en mi opinión lo que debería hacer es más bien aguardar la muerte y no escapar de la vida. Pero, si de todos modos tenía decidido marcharse, no debía utilizar el fuego ni esos recursos del teatro, sino escoger una de las muchas maneras que hay de morir, y retirarse por el foro. Y si le gusta el fuego por ser algo heraclíteo, ¿por qué no elegir, sin que nadie se entere, un monte bien espeso y quemarse él solo, teniendo como compañía a un Filoctetes, como por ejemplo al tal Teágenes?. Pero no, él se asará en escena, cuando Olimpia esté de bote en bote, cosa que por otra parte se merece, ¡por Heracles!, si efectivamente los parricidas y los ateos deben sufrir el castigo por sus delitos. En este sentido da la impresión de que lleva a cabo este acto con mucho retraso, porque ya hace tiempo que debía haberse arrojado al toro de Fálaris para sufrir un digno castigo, y no abrir sencillamente la boca ante las llamas y morir en un instante. Porque también me ha dicho esto mucha gente, que no hay forma más rápida de morir que el fuego: sólo hay que abrir la boca y enseguida se muere uno.

»Ahora se está imaginando probablemente el impresionante espectáculo que nos va a dar de un hombre quemado en un lugar sagrado, donde la religión ni siquiera permite enterrar a los muertos. Habéis oído contar, me imagino, que antiguamente un individuo que quería hacerse famoso, como no podía conseguirlo de otra manera, incendió el Artemision de Éfeso. Pues una cosa así está intentando hacer nuestro hombre: tan grande es el deseo de gloria que le consume.

»Aunque él asegura que lo hace por el bien de la humanidad, para enseñarles a despreciar la muerte y ser fuertes en los sufrimientos. A mí me agradaría preguntar, no a él, sino a vosotros, si os gustaría que los malhechores se hicieran imitadores suyos en esa clase de fortaleza, en ese desprecio a la muerte y a la hoguera y a suplicios semejantes. Estoy seguro de que no os haría gracia. Y siendo así ¿cómo va a hacer la distinción Proteo, ayudando a los buenos sin hacer a los malvados más temerarios y atrevidos?

»Aunque es posible que a esta pregunta sólo sean capaces de enfrentarse los que miran el tema por su utilidad. Pero quiero haceros otra pregunta: ¿admitiríais que vuestros hijos imitaran aun hombre así? Seguro que no. Pero ¿a qué hacer esta pregunta, cuando ni siquiera le imitaría ninguno de sus discípulos? Y en cuanto a Teágenes, se le podría reprochar especialmente que imitándolo en general no siga al maestro ni acompañe en su tránsito a Heracles —como dice él— a pesar de que en un momento podría ser felicísimo con sólo tirarse de cabeza al fuego. Porque la auténtica imitación no consiste en la alforja, el bastón, el manto, que todo eso es seguro y fácil para cualquiera, sino que lo que hay que imitar es lo último y más importante, hacer una pira con ramas de higuera lo más verdes posibles y dejarse asfixiar totalmente por el humo. Porque el fuego en sí no es exclusivo de Heracles y Asclepio sino que también es propio de sacrílegos y homicidas,quienes puede verse que sufren este castigo a consecuencia de una condena. De modo que lo mejor es la muerte por el humo, pues ese sería un procedimiento exclusivamente vuestro.

»Por otra parte, Heracles, si efectivamente llevó a cabo una hazaña así, lo hizo movido por el dolor producido por la sangre del Centauro, según cuenta la tragedia. Pero este individuo, ¿por qué motivo se precipita a las llamas? ¡Por Zeus!, para poner en evidencia su fortaleza, como los brahmanes. Porque con ellos es con quienes Teágenes creía que había que compararle, como si no hubiera también entre los hindúes individuos insensatos y pretenciosos. Pero en todo caso, que les imite de verdad; porque ellos no se lanzan al fuego, como afirma Onesícrito, el piloto de Alejandro que vio arder a Cálano, sino que una vez que han levantado la pira, se colocan al lado sin moverse y así se dejan asar poco a poco; luego se suben a ella y en la misma postura se van quemando sin moverse en absoluto de su posición horizontal. En cambio, éste ¿qué hazaña importante va a hacer, si en cuanto caiga en la hoguera morirá arrebatado por el fuego? Sin descartar la esperanza de que vuelva a salir medio asado, a no ser que (como dice alguno) se las haya ingeniado para que la pira sea honda y esté colocada en un hoyo.

»Hay quienes aseguran que ha cambiado de idea y que ha tenido un sueño en el que Zeus le ha dado a entender que no permitirá que se contamine un lugar sagrado. Pero en este sentido podéis estar tranquilos, que yo personalmente estoy dispuesto a garantizar bajo juramento que ningún dios se va a encolerizar porque el infame Peregrino tenga una muerte infame. Tampoco le resultará fácil salir, porque los «perros» que le acompañan, le incitan y le empujan hacia el fuego, enardeciendo su moral sin dejar que se acobarde; si al caer al fuego arrastrase consigo a dos de ellos, sería la única cosa graciosa que haría.

»He oído decir que ya ni siquiera le gusta que lo llamen Proteo, y que ha tomado el nombre de Fénix, porque también el fénix, ese pájaro de la India, cuando ha llegado a una vejez avanzada, se echa a las llamas, según dicen. Además compone discursos y cuenta oráculos ya antiguos según los cuales está escrito que se convertirá en una divinidad nocturna. Lo cierto es que pone en evidencia su afán de que se le dediquen altares y tiene la esperanza de que se le van a erigir estatuas de oro.

»Y ¡por Zeus!, no sería nada extraño que entre tantos imbéciles como hay se encontrara a quienes afirmaran que por su intercesión se han librado de las calenturas cuartanas o que se han encontrado por la noche con esta divinidad nocturna. Me parece incluso que esos malditos discípulos suyos urdirán un oráculo y un santuario junto a la hoguera, alegando también que el famoso Proteo, hijo de Zeus, antepasado suyo de nombre, era un adivino. Y seguro que nombrarán sacerdotes encargados de las flagelaciones, de las quemaduras y de otros prodigios parecidos, o que ¡por Zeus! establecerán alguna iniciación nocturna en su honor y una procesión de antorchas entorno a esta pira.

»Hace poco tiempo Teágenes —según me informó uno de sus camaradas— dijo que la Sibila había emitido un oráculo relativo a estos sucesos, y recordaba el siguiente texto:

Pero cuando Proteo, el más grande de todos los cínicos, después de encender una pira en el recinto del tonante Zeus se haya lanzado a las llamas y llegue al anchuroso Olimpo, en ese momento que todos los que comen el fruto de la tierra, así lo ordeno, honren al héroe noctívago excelso que comparte el trono con Hefesto y el soberano Heracles.

»Tal es el texto que Teágenes afirma haber oído a la Sibila. Pero yo voy a comunicarle sobre este tema un oráculo de Baquis. Así se expresa Baquis, con estas sabias palabras:

Pero cuando el cínico de mil nombres haya saltado a la enorme pira estimulado por un deseo frenético de gloria, en ese momento todas las zorras que siguen sus huellas deben tener el mismo destino que el lobo desaparecido. Y si alguno por cobarde trata de escapar del fuego de Hefesto, que todos los aqueos lo ataquen al punto con piedras, no vaya a ocurrir que aun siendo glacial intente hablar con ardientes palabras, después de cargar en su alforja el oro conseguido con su usura, puesto que tiene en la hermosa Patras tres veces cinco talentos.

»¿Qué os parece, amigos? ¿Acaso el oráculo de Baquis es menos fiable que el de la Sibila? De modo que es ocasión para que vean estos admirables contertulios de Proteo, dónde se van a evaporar, que así es como llaman a la cremación».

Después de estas palabras todos los presentes se pusieron a gritar: «A la hoguera ya que son dignos de las llamas». Y él bajó de la pira riendo y dijo: «Pero a Néstor —es decir a Teágenes— no le pasó desapercibido el griterío», y en cuanto oyó las voces, se acercó a nosotros y destacándose se puso a dar gritos y a lanzar mil improperios contra el que había bajado de la pira, un buen hombre cuyo nombre ignoro. Yo lo dejé que reventara con sus voces y me alejé para ver a los atletas, pues corría la voz de que los Helanodicas ya estaban en el gimnasio. Ahí tienes lo que ocurrió en la Élide.

Cuando llegamos a Olimpia, el opistódomo ya estaba lleno de personas que criticaban a Proteo o aplaudían su decisión, con tanta vehemencia que muchos de ellos incluso llegaron a las manos, hasta que compareció el propio Proteo seguido de una gran multitud que le escoltaba detrás del emplazamiento de los heraldos y pronunció un discurso hablando de la vida que había llevado,contando los peligros que había corrido y cuántas calamidades había soportado a causa de la Filosofía. Su discurso fue largo, pero yo pude oír poco, a causa de la multitud de asistentes. Finalmente por temor a verme aplastado en medio de aquella muchedumbre, como veía que les estaba ocurriendo a muchos, me alejé de allí no sin decir adiós a aquel sofista que estaba deseando morirse y pronunciaba su propio discurso fúnebre antes de fallecer.Únicamente pude oír este fragmento: decía que se proponía culminar con áurea corona su ya áurea existencia, pues quien había vivido como Heracles debía también morir como Heracles y mezclarse con el éter. «Quiero —decía— ser útil a la humanidad indicándole cómo se debe despreciar la muerte. Por ello, todos los hombres deben ser mis Filoctetes»; los más estúpidos se ponían entonces a llorar y decían: «Sálvate por el bien de los griegos», mientras los más valerosos le incitaban a gritos: «Acaba de decidirte a cumplir tu propósito». Con estas palabras el viejo se sentía no poco desconcertado, porque esperaba que todos lo sujetarían y evitarían que se echara al fuego, y que contra su voluntad tendría que seguir viviendo. Pero lo de «decídete a cumplir tu propósito» le cayó muy inesperadamente y le hizo ponerse todavía más pálido —aunque ya tenía aspecto cadavérico— y hasta le hizo temblar, ¡por Zeus! de modo que puso fin a su discurso.

En cuanto a mí, pienso que puedes imaginarte cómo me estaba riendo. Porque no era digno de compasión un hombre tan morbosamente ansioso de gloria que aventajaba a cuantos se dejan impulsar por este castigo.Le escoltaba, sin embargo, una gran multitud y él se dejaba llevar contemplando a aquella muchedumbre que lo admiraba por su fama, sin darse cuenta, el desgraciado, que también a los que van a ser crucificados o son conducidos por el verdugo les sigue una multitud todavía mayor.

Por fin terminaron los Juegos Olímpicos, los más hermosos de cuantos he presenciado yo, que ya he visto cuatro. Como no era fácil conseguir un vehículo, pues muchas personas se marchaban a la vez, tuve que quedarme contra mi voluntad. Entretanto, él, en sucesivos aplazamientos, había fijado para una noche la presentación pública de su propia cremación. Uno de mis amigos se presentó a recogerme, me levanté a media noche y me dirigí hacia Harpina, donde estaba levantada la pira, a 20 estadios de Olimpia, hacia el Este, saliendo del hipódromo. Tan pronto como llegamos nos encontramos con una pira levantada sobre un hoyo, como de una braza de profundidad. En su mayor parte se habían amontonado teas y sarmientos para que prendiera rápidamente.

Cuando salió la luna, porque también ella tenía que contemplar la hermosísima hazaña,apareció él disfrazado en su manera habitual, y con él las autoridades del cinismo, y en lugar destacado, empuñando una antorcha, el nobilísimo hombre de Patras, un comparsa perfecto. También Proteo portaba una antorcha. Varias personas se acercaron por distintos sitios y encendieron una hoguera inmensa, teniendo en cuenta que la formaban teas y ramas secas. Entonces él — préstame ahora mucha atención— se quitó la alforja y el manto y aquella maza como de Heracles y se quedó de pie, envuelto en una sábana completamente sucia. Pidió a continuación incienso para arrojarlo al fuego; alguien se lo dio, vertió una parte y dirigiendo su mirada al Sur —porque también esto era parte de la tragedia— dijo: «Espíritus maternos y paternos, acogedme con benevolencia». Dicho esto, se arrojó al fuego y ya no se le vio más, pues las enormes llamas que se levantaron lo envolvieron.

Me parece ver que te estás riendo otra vez, hermoso Cronio, por el desenlace de esta representación. Por mi parte ¡por Zeus!, yo no le eché en cara excesivamente el que hubiera invocado los espíritus maternos, pero cuando también invocó a los paternos, al recordar lo que se había dicho de la muerte de su padre, no pude contener la risa. Por el contrario, los cínicos,colocados en torno a la hoguera, no lloraban, sino que dejaban constancia de su pena en silencio mirando al fuego hasta que yo, sintiéndome asfixiar les dije: «Vámonos ya, estúpidos, que no es un espectáculo agradable el ver como se asa un viejo mientras nosotros nos empapamos de una maldita peste a chamusquina. O acaso estáis esperando que venga un pintor y os retrate como pintan a los amigos de Sócrates en la cárcel».Ellos entonces se enfurecieron y empezaron a insultarme, y algunos incluso echaron mano de su cayado. Pero cuando les hube amenazado con coger a alguno y echarlo al fuego para que acompañaran a su maestro, se callaron y estuvieron quietos.

A mi regreso, querido amigo, iba dándole vueltas y considerando conmigo mismo qué es la gloria, hasta qué punto es la única pasión de la que no se libran ni siquiera los que parecen más admirables, no sólo este individuo, que por lo demás había llevado una vida de loco y descabellada que le hacía merecedor de la hoguera.

Más tarde me encontré con muchos que salían para verle con sus propios ojos, pues esperaban encontrarlo todavía vivo, ya que el día antes había corrido el rumor de que al salir el sol se despediría —como dicen que hacen también los brahmanes— y luego subiría a la pira. A la mayoría de ellos les hice volverse cuando les dije que ya todo había terminado, salvo a los que no les preocupaba esto, sino que querían ver el lugar y recoger alguna reliquia suya. Entonces, amigo mío, tuve un trabajo enorme para informar a todos, contestar a sus preguntas y a las solicitudes de detalles exactos. Si veía a alguno de aspecto educado, le contaba escuetamente como a ti lo ocurrido, pero a los tontos y a los que se quedaban con la boca abierta al oírlo, les añadía algo dramático de mi propia cosecha, como por ejemplo que cuando se prendió la hoguera Proteo se lanzó a ella y primero ocurrió un gran temblor de tierra acompañado de gemidos y que luego un buitre había surgido de en medio de las llamas y se había dirigido al cielo, diciendo con voz humana y muy alto: «Dejé la Tierra, me voy al Olimpo». Ellos entonces se quedaban atónitos, caían de rodillas atemorizados y me preguntaban si el buitre se había dirigido a levante o a poniente; yo les contestaba lo primero que se me ocurría.

Al volver a la asamblea me encontré con un hombre de aspecto canoso, cuyo rostro, ¡por Zeus!, a juzgar por su barba y otras señas de seriedad, parecía digno de confianza. Estaba contando entre otras cosas, acerca de Proteo, que le había visto después de arrojarse a las llamas, vestido de blanco y que acababa de dejarlo paseando resplandeciente, y coronado con un ramo de oliva por el pórtico de las siete voces. Luego les soltó a todos lo del buitre, jurando que lo había visto con sus propios ojos salir volando de la pira —el buitre que yo poco antes había hecho volar como burla de los tontos y papanatas—.

Ya puedes imaginarte todo lo que lógicamente va a ocurrir en adelante, basándose en nuestro hombre, cuántas abejas no aparecerán en aquel lugar, cuántas cigarras no cantarán,cuántas cornejas no le sobrevolarán, como si fuera la tumba de Hesíodo, y otras cosas parecidas. Sé que muy pronto se van a erigir muchas estatuas de parte de los propios eleos y de otros pueblos griegos, a quienes decía que había enviado cartas. Cuentan que había mandado epístolas a casi todas las ciudades importantes, que contenían disposiciones, consejos y leyes. Incluso nombró para este cometido como enviados a algunos de sus amigos llamándoles «mensajeros de la muerte» y«correos del infierno».

Éste fue el final del infeliz Proteo, un hombre que, para resumirlo en pocas palabras, nunca tuvo su mirada puesta en la verdad, sino que siempre habló y actuó para la fama y el aplauso del vulgo, hasta el punto de tirarse al fuego cuando ya ni siquiera iba a disfrutar de esos aplausos puesto que no iba a percibirlos.

Voy a terminar no sin contarte antes todavía un pequeño detalle, para que puedas seguir riéndote un buen rato:Tú ya sabes hace tiempo, porque me lo oíste contar a mi regreso de Siria, que yo navegué con él desde la Tróade y conoces la buena vida que se pegó durante la travesía, lo del guapo mozo que había convertido al cinismo, para tener también él su propio Alcibíades, y cómo nos vimos alterados durante una noche en medio del Egeo; cuando el mar se cubrió de tinieblas y surgieron unas olas tremendas, el hombre admirable se puso a llorar con las mujeres, el que pasaba por ser superior a la muerte.

Y un poco antes de su muerte, ocho o nueve días más o menos, por haber comido más de la cuenta se puso a vomitar por la noche y le entró una fiebre muy violenta. Esto me lo contó Alejandro el médico a quien mandaron llamar para que lo tratase. Me dijo que se lo había encontrado revolcándose por el suelo y sin poder aguantar la calentura, y que le pedía agua fría con mucha ansia pero que él no se la dio, aunque me contaba que le había dicho que si de todos modos deseaba la muerte ésta acudiría por su propia cuenta a la puerta, de modo que era muy fácil acompañarla sin necesidad de fuego. Y que él le había contestado: «Es que entonces ya no sería una manera de morir famosa al ser como la de todo el mundo».

Hasta aquí, Alejandro. En cuanto a mí, yo le vi hace pocos días untándose los ojos con un ungüento picante, para provocar las lágrimas. ¿Te das cuenta? Al parecer Éaco no admite a los que tienen los ojos enfermos. Es lo mismo que si uno que va a ser crucificado se preocupa de un golpe en un dedo. ¿Qué crees tú que haría Demócrito si viera esto? Con razón se reiría de nuestro hombre. Aunque, ¿de dónde iba a sacar aquél tanta risa? Y tú amigo mío, ríete también, sobre todo cuando oigas a alguien sentir admiración por él.



RE: Luciano, sátira contra el cristianismo: La pasión de Peregrino - JoseFidencioR - 16 Nov, 2019

magna cum laude.

"—¡Bravo! dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste breve, bueno y substancioso."

Guillermo Aguirre Fierro "El brindis del Bohemio".