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porque YHVH odia a los puercos?
#1

. ¿Por qué dioses tan sublimes como Yahvé y Alá se han tomado la molestia de condenar una bestia inofensiva e incluso graciosa, cuya carne le encanta a la mayor parte de la humanidad? Los estudiosos que admiten la condena bíblica y coránica de los cerdos han ofrecido diversas explicaciones. Antes del Renacimiento la más popular consistía en que el cerdo era literalmente un animal sucio, más sucio que otros puesto que se revuelca en su propia orina y come excrementos. Pero relacionar la suciedad física con la abominación religiosa lleva a incoherencias. También las vacas que permanecen en un recinto cerrado chapotean en su propia orina y heces. Y las vacas hambrientas comerán con placer excrementos humanos. Los perros y los pollos hacen los mismo sin preocuparse nadie por ello; los antiguos deben haber sabido que los cerdos criados en pocilgas limpias se convierten en remilgados animales domésticos. Finalmente si invocamos pautas puramente estéticas de "limpieza", debemos tener presente la formidable incoherencia que supone la clasificación bíblica de langostas y saltamontes como animales "puros". El argumento de que los insectos son estéticamente más saludables que los cerdos no hará progresar la causa de los fieles.

Los rabinos judíos reconocieron estas incoherencias a principios del Renacimiento. Moisés Maimónides, médico de la corte de Saladino en El Cairo, durante el siglo XIII nos ha proporcionado la primera explicación naturalista del rechazo judío y musulmán de la carne de cerdo. Maimónides decía que Dios había querido prohibir la carne de cerdo como medida de salud pública. La carne de cerdo, escribió el rabino, "tenía un efecto malo y perjudicial para el cuerpo". Maimónides no especificó cuáles eran las razones médicas en que se basaba esta opinión, pero era el médico del sultán y su juicio fue muy respetado.

A mediados del siglo XIX, el descubrimiento de que la triquinosis era provocada por comer carne de cerdo poco cocida se interpretó como una verificación rigurosa de la sabiduría de Maimónides. Judíos de mentalidad reformista se alegraron ante el sustrato racional de los códigos bíblicos y renunciaron inmediatamente al tabú sobre la carne de cerdo. La carne de cerdo, cocida adecuadamente, no constituye una amenaza a la salud pública y, por consiguiente, su consumo no puede ofender a Dios. Esto indujo a los rabinos de convicción más fundamentalista a emprender un ataque contra toda la tradición naturalista. Si Yahvé simplemente hubiera deseado proteger la salud de su pueblo, le habría ordenado comer sólo carne de cerdo bien cocida en vez de prohibir totalmente la carne de cerdo. Evidentemente, se aducía, Yahvé pensaba en otra cosa, en algo más importante que el simple
bienestar físico.

Además de esta incongruencia teológica, la explicación de Maimónides adolece de contradicciones médicas y epidemiológicas. El cerdo es un vector de enfermedades humanas, pero también lo son otros animales domésticos que musulmanes y judíos consumen sin restricción alguna. Por ejemplo, la carne de vaca poco cocida es fuente de parásitos, en especial tenias, que pueden crecer hasta una longitud de 16 a 20 pies dentro de los intestinos del hombre, producen una anemia grave y reducen la resistencia a otras enfermedades infecciosas. El ganado vacuno, las cabras y las ovejas transmiten también la brucelosis, una infección bacteriana corriente en los países subdesarrollados a la que acompañan fiebre, escalofríos, sudores, debilidad, dolores y achaques. La modalidad más peligrosa es la Brucelosis melitensis, que transmiten las cabras y las ovejas. Sus síntomas son letargo, fatiga, nerviosismo y depresión mental, a menudo interpretados erróneamente como psiconeurosis.

Finalmente está el ántrax, una enfermedad que transmite el ganado vacuno, ovejas, cabras, caballos y mulas, pero no los cerdos. A diferencia de la triquinosis que rara vez tiene consecuencias funestas y que ni siquiera produce síntomas en la mayor parte de los individuos afectados, el ántrax experimenta a menudo un desarrollo rápido que empieza con furúnculos en el cuerpo y produce la muerte por envenenamiento de la sangre. Las grandes epidemias de Antrax que asolaron antiguamente Europa y Asia sólo pudieron ser controladas tras el descubrimiento de los antibióticos y la vacuna contra el ántrax realizado por Louis Pasteur en 1881.

El hecho de que Yahvé dejara de prohibir el contacto con los transmisores domesticados del ántrax perjudica especialmente a la explicación de Maimónides, puesto que ya se conocía en los tiempos bíblicos la relación entre esta enfermedad en los animales y el ser humano. Como describe el Libro del Éxodo, una de las plagas enviadas contra los egipcios relaciona claramente la sintomatología del ántrax en los animales con una enfermedad humana:

...y prodújose una erupción que originaba pústulas en personas y animales. Los adivinos no pudieron mantenerse frente a Moisés a causa de las úlceras, pues el tumor atacó a los adivinos como a todos los egipcios.


Al tener que afrontar estas contradicciones, la mayor parte de los teólogos judíos y musulmanes han abandonado la búsqueda de una base naturalista del aborrecimiento del cerdo. Recientemente ha ganado fuerza una posición claramente mística que sostiene que la gracia alcanzada al acatar los tabúes dietéticos depende de no saber exactamente lo que Yahvé tenía en mente y de no intentar descubrirlo.

La antropología moderna ha entrado en un callejón sin salida similar. Por ejemplo, pese a todos sus fallos, Moisés Maimónides estuvo más cercano a una explicación que Sir James Frazer, autor famoso de The Golden Bough (La Rama Dorada). Frazer declaró que los cerdos, al igual que "todos los animales llamados impuros, fueron sagrados en su origen; la razón para no comerlos consistía en que muchos eran originariamente divinos". Esto no nos sirve de nada, puesto que también se adoró en la antigüedad en el Oriente Medio a ovejas, cabras y vacas, y, sin embargo, todos los grupos étnicos y religiosos de esta región se deleitan mucho con su carne. En concreto, la vaca, cuyo becerro de oro fue adorado en las faldas del Monte Sinaí, constituiría según la lógica de Frazer un animal más impuro para los hebreos que el cerdo.

Otros estudiosos han sugerido que los cerdos, junto con el resto de los animales sujetos a tabúes en la Biblia y en el Coran, fueron en la antigüedad los símbolos totémicos de diferentes clanes tribales. Esto pudo haber acaecido perfectamente en algún momento remoto de la historia, pero si admitimos esta posibilidad, debemos admitir también que animales "puros" tales como el ganado vacuno, ovejas y cabras podrían haber servido como tótems. En contra de gran parte de lo que se ha escrito sobre el tema del totemismo, los tótems no son habitualmente animales estimados como alimento. Los tótems más populares entre los clanes primitivos de Australia y África son aves relativamente
inútiles como los cuervos y los tejedores, o insectos como jejenes, hormigas y mosquitos, o incluso objetos inanimados como nubes y cantos rodados. Además, aun cuando el tótem sea un animal estimado, no hay ninguna regla invariable que exija a los humanos abstenerse de comerlo. Con tantas opciones disponibles, decir que el cerdo era un tótem no explica nada. También podríamos
declarar: "el cerdo fue convertido en tabú porque fue convertido en tabú".

Prefiero el enfoque de Maimónides. Al menos el rabino intentó comprender el tabú, situándolo en un contexto natural de salud y enfermedad en el que intervenían fuerzas mundanas y prácticas definidas. La única dificultad consistía en que su concepción de las circunstancias pertinentes para el aborrecimiento del cerdo estaba constreñida por un interés restringido en la patología corporal, característico de un médico. La solución del enigma del cerdo nos obliga a adoptar una definición mucho más amplia de la salud pública, que comprenda los procesos esenciales mediante los cuales animales, plantas y gentes logran coexistir en comunidades naturales y culturales viables. Creo que la Biblia y el Corán condenaron al cerdo porque la cría de cerdos constituía una amenaza a la integridad de los ecosistemas naturales y culturales del Oriente Medio.

(continuará XDDDD)

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
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#2

Muchas gracias JoseFidencioR por compartir tan ilustrativa información sobre la porcofobia judía. Tan rico que es comer tan suculento animal. Smile
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#3

"Del cerdo hasta los andares"

Así versa el popular refrán español: "El cerdo hasta los andares los tiene bonitos", lo cual quiere decir que del cerdo se aprovecha absolutamente todo.

¡Y está de bueno!  Heart  Heart  Heart

Saludos Comunidad

"La religión es solo una manera de sacarles el diezmo a los ignorantes, sólo existe un Dios, y ése no se enriquece como los curas charlatanes".
John Lennon 

"La única iglesia que ilumina, es la que arde"
Piotr Kropotkin
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#4

el origen ecologico de un tabú... o como los puercos no son buenos.

Para empezar, debemos tener presente el hecho de que los hebreos protohistóricos los hijos de Abraham a finales del segundo milenio a.C. estaban adaptados culturalmente a la vida en las regiones áridas, accidentadas y poco pobladas, que se extienden entre los valles fluviales de Mesopotámica y Egipto. Los hebreos eran pastores nómadas, que vivían casi exclusivamente de rebaños de ovejas, cabras y ganado vacuno, hasta su conquista del Valle del Jordán en Palestina, a principios del siglo XIII a.C.

Como todos los pueblos pastores, mantenían estrechas relaciones con los agricultores sedentarios que ocupaban los oasis y las orillas de los grandes ríos. De vez en cuando, estas relaciones maduraban transformándose en un estilo de vida más sedentario, orientado hacia la agricultura. Esto es lo que parece haber ocurrido entre los descendientes de Abraham en Mesopotámica, los seguidores de José en Egipto y los seguidores de Isaac en el Néguer occidental. Pero incluso durante el clímax de la vida urbana y aldeana bajo los reyes David y Salomón, el pastoreo de ovejas, cabras y ganado vacuno continuó siendo una actividad económica muy importante.

Dentro de la pauta global de este complejo mixto de agricultura y pastoreo, la prohibición divina de la carne de cerdo constituyó una estrategia ecológica acertada. Los israelitas nómadas no podían criar cerdos en sus hábitats áridos, mientras que los cerdos constituían más una amenaza que una ventaja para las poblaciones agrícolas aldeanas y semisedentarias.

La razón básica de esto estriba en que las zonas mundiales de nomadismo pastoral corresponden a llanuras y colinas deforestadas, que son demasiado áridas para permitir una agricultura dependiente de las lluvias y que no son fáciles de regar. Los animales domésticos mejor adaptados a estas zonas son los rumiantes: ganado vacuno, ovejas y cabras. Los rumiantes tienen bolsas antes del estómago que les permiten digerir hierbas, hojas y otros alimentos compuestos principalmente de celulosa con más eficiencia que otros mamíferos.

Sin embargo, el cerdo es ante todo una criatura de los bosques y de las riberas umbrosas de los ríos. Aunque es omnívoro, se nutre perfectamente de alimentos pobres en celulosa, como nueces, frutas, tubérculos y sobre todo granos, lo que le convierte en un competidor directo del hombre. No puede subsistir sólo a base de hierba, y en ningún lugar del mundo los pastores totalmente nómadas crían cerdos en cantidades importantes.

Además, el cerdo tiene el inconveniente de no ser una fuente práctica de leche y es muy difícil conducirle a largas distancias. Sobre todo, el cerdo está mal adaptado desde el punto de vista termodinámico al clima caluroso y seco del Néguer, el Valle del Jordán y las otras tierras de la Biblia y el Corán. En contraste con el ganado vacuno, las cabras y las ovejas, el cerdo tiene un sistema ineficaz para regular su temperatura corporal. Pese a la expresión "sudar como un cerdo", se ha demostrado recientemente que los cerdos no sudan. El ser humano, que es el mamífero que más suda, se refrigera a sí mismo evaporando 1.000 gramos de líquido corporal por hora y metro
cuadrado de superficie corporal. En el mejor de los casos, la cantidad que el cerdo puede liberar es 30 gramos por metro cuadrado. Incluso las ovejas evaporan a través de su piel el doble de líquido corporal que el cerdo. Así mismo, las ovejas disponen de una lana blanca y tupida que refleja los rayos solares y proporciona aislamiento cuando la temperatura del aire sobrepasa a la del cuerpo. Según L. E. Mount, miembro del Instituto del Consejo de Investigación Agrícola de Fisiología
Animal de Cambridge, Inglaterra, los cerdos adultos perecerían si se expusieran a la luz directa del sol y a temperaturas del aire superiores a 98º F. En el Valle del Jordán, el aire alcanza casi todos los veranos temperaturas de 110º F, y la luz solar es intensa durante todo el año.

El cerdo debe humedecer su piel en el exterior para compensar la falta de pelo protector y su incapacidad para sudar. Prefiere revolcarse en lodo limpio y fresco, pero cubrirá su piel con su propia orina y heces si no dispone de otro medio. Por debajo de los 84º F, los cerdos que permanecen en
pocilgas depositan sus excrementos lejos de sus zonas de dormir y comer, mientras que por encima de los 84º F comienzan a excretar indiscriminadamente en toda la pocilga. Cuanto más elevada es la temperatura, más "sucio" se vuelve el cerdo. Así, hay cierta verdad en la teoría que sostiene que la impureza religiosa del cerdo se funda en la suciedad física real. Sólo que el cerdo no es sucio por naturaleza en todas partes; más bien, el hábitat caluroso y árido del Oriente Medio obliga al cerdo a depender al máximo del efecto refrescante de sus propios excrementos.

Las ovejas y cabras fueron los primeros animales en ser domesticados en Oriente Medio, posiblemente hacia el año 9.000 a.C. Los cerdos fueron domesticados en la misma región general unos 2.000 años más tarde. Los cómputos de huesos realizados por los arqueólogos en los primeros enclaves prehistóricos de aldeas que practicaban la agricultura, muestran que el cerdo domesticado era casi siempre una parte relativamente insignificante de la fauna de la aldea, constituyendo sólo cerca del 5 por cien de los restos de animales comestibles. Esto es lo que podíamos esperar de un a criatura que necesitaba sombra y lodo, no producía leche y comía el mismo alimento que el hombre.

Como ya he indicado en el caso de la prohibición hindú de la carne de vaca, en condiciones preindustriales, todo animal que se cría principalmente por su carne es un artículo de lujo. Esta generalización vale también para los pastores preindustriales, que rara vez explotan sus rebaños para obtener principalmente carne.

Las antiguas comunidades del Oriente Medio, que combinaban la agricultura con el pastoreo, apreciaban a los animales domésticos principalmente como fuente de leche, queso, pieles, boñiga, fibras y tracción para arar. Las cabras, ovejas y ganado vacuno proporcionaban grandes cantidades de estos productos más un suplemento ocasional de carne magra. Por lo tanto, desde el principio, la carne de cerdo ha debido constituir un artículo de lujo, estimado por sus cualidades de suculencia, ternura y grasa. Entre los años 7.000 y 2.000 a.C., la carne de cerdo se convirtió aún más en un artículo de lujo. Durante este período, la población humana de Oriente Medio se multiplicó por sesenta. Al crecimiento de la población acompañó una extensa deforestación, como consecuencia, sobre todo, del daño permanente causado por los grandes rebaño de ovejas y cabras. La sombra y el agua, las condiciones naturales adecuadas para la cría de cerdos, escasearon cada vez más; la carne de cerdo se convirtió aún más en un lujo ecológico y económico.


Como sucede con el tabú que prohíbe comer carne de vaca, cuanto mayor es la tentación, mayor es la necesidad de una prohibición divina. Generalmente se acepta esta relación como adecuada para explicar por qué los dioses están siempre tan interesados en combatir tentaciones sexuales tales como el incesto y el adulterio. Aquí lo aplico simplemente a un artículo alimenticio tentador. El oriente Medio es un lugar inadecuado para criar cerdos, pero su carne constituye un placer suculento. La gente siempre encuentra difícil resistir por sí sola a estas tentaciones. Por eso se oyó decir a Yahvé que tanto comer el cerdo como tocarlo era fuente de impureza. Se oyó repetir a Alá el mismo mensaje y por la misma razón: tratar de criar cerdos en cantidades importantes era una mala adaptación ecológica. Una producción a escala pequeña sólo aumentaría la tentación. Por consiguiente, era mejor prohibir totalmente el consumo de carne de cerdo, y centrarse en la cría de
cabras, ovejas y ganado vacuno. Los cerdos eran sabrosos, pero resultaba demasiado costoso alimentarlos y refrigerarlos.

Todavía persisten muchos interrogantes, en especial por qué cada una de las otras criaturas prohibidas por la Biblia -buitres, halcones, serpientes, caracoles, mariscos, peces sin escamas, etc.- fueron objeto del mismo tabú divino. Y por qué los judíos y musulmanes que ya no viven en Oriente Medio continúan observando, aun que con grados diferentes de exactitud y celo, las antiguas leyes dietéticas. En general parece que la mayor parte de las aves y animales prohibidos encajan perfectamente en dos posibles categorías.

Algunos, como las águilas, culebras, los buitres y los halcones, ni siquiera son fuentes potencialmente significativas de alimentos. Otros como el marisco, no son evidentemente accesibles a poblaciones que combinan el pastoreo con la agricultura. Ninguna de estas categorías de criaturas tabúes plantea la cuestión que he tratado de responder: a saber, cómo explicar un tabú aparentemente extraño e inútil. Evidentemente no es nada irracional que la gente no gaste su tiempo cazando buitres para comer, o que no ande 50 millas por el desierto en busca de un plato de almejas.

Ahora es el momento adecuado para rechazar la afirmación que sostiene que todas las prácticas alimenticias sancionadas por la religión tienen explicaciones ecológicas. Los tabúes cumplen también funciones sociales, como ayudar a la gente a considerarse una comunidad distintiva. La actual observancia de reglas dietéticas entre los musulmanes y judíos que viven fuera de sus tierras de origen del Oriente Medio cumple perfectamente esta función. La cuestión que plantea esta práctica es si disminuye de algún modo significativo el bienestar práctico y mundano de judíos y musulmanes el privarles de factores nutritivos para los que no se dispone fácilmente de sustitutos. A mi entender, la respuesta es casi con seguridad negativa. Pero permitidme resistir a otra tentación: la tentación de explicarlo todo.

(seguira mañana misma hora y mismo baticanal XDDDD)

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
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#5

Efectivamente el tabú sobre el cerdo obedece a fines prácticos, así como el tabú hacia las vacas de los indúes.

A quien le interese el tema, hay un libro muy entretenido y corto llamado justamente: Vacas, cerdos, guerras y brujas, de Marvin Harris.

La reseña dice:

El propósito de esta original y sorprendente obra de Marvin Harris es dar respuesta a una serie de curiosos enigmas: ¿Por qué un tabú religioso prohíbe a judíos y musulmanes comer carne de cerdo? ¿Cuál es el motivo de que los hindúes adoren a las vacas? ¿Por qué surgen los movimientos mesiánicos? ¿Cómo interpretar el machismo o la belicosidad de ciertas culturas? La estrategia del investigador consiste, en este caso, en descubrir las causas materiales que se ocultan tras la aparente irracionalidad de los estilos de vida de las diversas formaciones culturales.

[Imagen: 9788420639635.jpg]

Marvin Harris - Vacas, cerdos, guerras y brujas.epub
https://yadi.sk/d/XcV1FhNSagq0mw

Ubi dubium ibi libertas (Donde hay dudas hay libertad)
"La verdad nunca teme ser examinada, la mentira sí."
[Imagen: Stargate-extj-gmail-com-icon.png]
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#6

del mismo libro supracitado por StarGate (Gracias, olvide ponerlo al inicio!) ahora si, para que me odien las feministas XDDD

En la mayor parte de las sociedades primitivas, la guerra es un medio eficaz de control demográfico, ya que un combate intenso y periódico entre grupos favorece la crianza de niños en vez de niñas. Cuanto más numerosos son los varones adultos, más poderosa es la fuerza militar que un grupo dependiente de armas de mano puede reclutar para el campo de batalla y más probabilidad tiene de conservar su territorio frente a la presión ejercida por sus vecinos. Según un estudio demográfico sobre más de 600 poblaciones primitivas realizado por William T. Divale, miembro del Museo Americano de Historia Natural, hay un desequilibrio permanentemente extraordinario a favor de los muchachos en los grupos de edades infantil y juvenil (aproximadamente hasta los quince años de edad). La razón media entre muchachos y muchachas es de 150:100 pero algunos grupos tienen incluso el doble de muchachos que de muchachas. La misma razón entre los tsembaga se aproxima a la media de 150:100. Sin embargo, cuando examinamos los grupos de edad adulta, la razón media entre hombres y mujeres en el estudio de Divale se aproxima más a la unidad, lo que sugiere una tasa de mortalidad más elevada para los hombres maduros que para las mujeres maduras.
Las bajas en combate constituyen la causa más probable de la mayor tasa de mortalidad entre los hombres adultos. Entre los maring, las bajas de varones en combate sobrepasa a las de mujeres en una proporción de 10 a 1.

Pero, ¿cómo se explica la situación inversa en las categorías de edad infantil y juvenil?


La respuesta de Divale es que muchos grupos primitivos practican el infanticidio femenino manifiesto. Se ahoga a las niñas, o simplemente se las deja abandonadas en el bosque. Pero más frecuentemente, el infanticidio es encubierto, y la gente niega habitualmente que lo practique, lo mismo que los agricultores hindúes niegan que matan a sus vacas. Al igual que la proporción desequilibrada entre bueyes y vacas en la India, la discrepancia entre las tasas de mortalidad infantil femenina y masculina obedece normalmente a una “pauta de negligencia” en el cuidado de las
criaturas y no a una agresión directa a la vida de la niña. Incluso una pequeña diferencia en la sensibilidad de la madre a los llantos de los hijos que solicitan alimento o protección podría explicar por acumulación el desequilibrio total en la razón entre mujeres y hombres.Únicamente un conjunto sumamente poderoso de fuerzas culturales puede explicar la práctica del infanticidio femenino y el tratamiento preferencial otorgado a las criaturas del sexo masculino. Desde un punto de vista estrictamente biológico, las mujeres son más valiosas que los hombres.

La mayor parte de los varones son, por que se refiere a la producción, superfluos, puesto que basta un sólo hombre para dejar embarazadas a cientos de mujeres. Sólo las mujeres pueden dar a luz y amamantar a los niños (en sociedades que carecen de biberones y de fórmulas que sustituyan a la leche materna). De existir algún tipo de discriminación sexual contra las criaturas, predeciríamos que los varones serían las víctimas. Pero sucede al revés. Esta paradoja es más difícil de comprender si admitimos que las mujeres están capacitadas física y mentalmente para realizar todas las tareas básicas de producción y subsistencia con independencia total de cualquier ayuda de los varones. Las mujeres pueden realizar todas las actividades que realizan los hombres, aunque tal vez con alguna pérdida de eficiencia donde se requiere fuerza bruta. Pueden cazar con arcos y flechas, pescar, poner trampas, y talar árboles si se les enseña o se les permite aprender. Pueden transportar y transportan cargas pesadas, pueden trabajar y trabajan en los huertos y campos en todo el mundo. Entre los horticultores de tala y quema como los maring, las mujeres son los principales productores de alimentos.

Incluso entre grupos cazadores como los bosquimanos, el trabajo de la mujer subviene a más de dos terceras partes de las necesidades nutritivas del grupo. En cuanto a los inconvenientes asociados con la menstruación y el embarazo, las líderes actuales de los movimientos de liberación de la mujer tienen toda la razón cuando señalan que se pueden eliminar con facilidad estos “problemas” en la mayor parte de las tareas y actividades productivas mediante pequeños cambios en los planes de trabajo. La presunta base biológica de la división sexual del trabajo es completamente absurda. Mientras todas las mujeres de un grupo no se encuentren al mismo tiempo en el mismo período de embarazo, las mujeres podrían administrar perfectamente por sí solas las funciones económicas consideradas como prerrogativa natural de hombre, como, por ejemplo, la caza o el pastoreo.

La única actividad humana, aparte de la sexual, para la cual es indispensable la especialización del varón es el conflicto bélico que requiere armas de mano. En general, los hombres son más altos, más fuertes y más musculosos que las mujeres. Los hombres pueden arrojar una lanza más larga, doblar un arco más fuerte y usar una maza más grande. Los hombres pueden correr también más deprisa, ya sea en el ataque hacia el enemigo o en la retirada. Insistir junto con algunos líderes del movimiento de liberación de la mujer en que las mujeres pueden ser también adiestradas para combatir con armas de mano no altera la situación. Si algún grupo adiestrara a las mujeres en vez de a los hombres como sus especialistas militares, cometería un gran error. Seguramente esta decisión equivaldría a un suicidio, puesto que no conocemos u solo caso auténtico en parte alguna del globo terrestre.

La guerra invierte el valor relativo de la aportación que hombres y mujeres hacen a las perspectivas de supervivencia del grupo. La guerra obliga a las sociedades primitivas a limitar la cría de mujeres al favorecer la maximización del número de varones adultos listos para el combate. Es esto, y no el combate per se, lo que convierte a la guerra en un medio eficaz de controlar el crecimiento demográfico. Como saben todos los maring, los antepasados ayudan a los que más se ayudan a sí mismos, mandando al terreno de combate a muchos hombres y manteniéndoles allí. Así, que me inclino más bien hacia el punto de vista de que el ciclo ritual entero es un “truco” inteligente por parte de los antepasados para conseguir que los maring críen cerdos y hombres en vez de mujeres al objeto de proteger el bosque.

Continuando la búsqueda de las condiciones prácticas que llevan a la guerra primitiva, todavía he de abordar la cuestión de por qué no se empleaban medios menos violentos para mantener la población del grupo local por debajo de la capacidad de sustentación. Por ejemplo, ¿no habría sido mejor para los tsembaga así como para su hábitat si se hubiera limitado su población simplemente mediante alguna técnica de control de natalidad? La respuesta es no, puesto que antes de la invención del condón en el siglo XVIII, no existieron en ninguna parte métodos anticonceptivos seguros, relativamente agradables y eficaces. Con anterioridad, el medio “pacífico” más eficaz para limitar la población, aparte del infanticidio, era el aborto.

Muchos pueblos primitivos saben cómo provocar el aborto con brebajes venenosos. Otros enseñan a la mujer embarazada a envolver su vientre con una apretada faja de tela. Cuando falla todo lo demás, la mujer embarazada se tumba sobre la espalda mientras una amiga salta con todas sus fuerzas sobre su abdomen. Estos métodos son bastante eficaces, pero tienen el desagradable efecto secundario de provocar la muerte de la futura madre casi tan a menudo como la muerte del embrión.

Al faltarles métodos seguros y eficaces de anticoncepción o aborto, los pueblos primitivos deben centrar su medio institucionalizado de controlar la población en los individuos vivos. Los niños -cuanto más jóvenes mejor- son las víctimas lógicas de estos esfuerzos, ya que, en primer lugar, no pueden ofrecer resistencia; en segundo lugar, hay menos inversión social y material en ellos; y en tercer lugar, los lazos emocionales con las criaturas son más fáciles de cortar que los existentes entre adultos.

Los que encuentran mi razonamiento depravado o “incivilizado”, deberían leer algo sobre la Inglaterra del siglo XVIII. Decenas de millares de madres ebrias de ginebra arrojaban regularmente sus bebés al Támesis, les envolvían con las ropas de las víctimas de la viruela, les abandonaban en toneles de basura, les asfixiaban al echarse sobre ellos en la cama en el estado de estupor provocado por la embriaguez, o ideaban otros métodos directos o indirectos de acortar la vida de sus criaturas. En nuestra propia época, sólo un grado increíble de obstinación farisaica nos impide admitir que todavía se practica el infanticidio a escala cósmica en las naciones subdesarrolladas, en las que son corrientes tasas de mortalidad infantil en el primer año de 250 por cada mil nacimientos.

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
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#7

Este hilo ya me abrió el apetito. Voy a empezar mi sabado con un café y un buen pan con chicharrón...
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#8

Muy interesante este hilo.
Lo sigo atento...

Comiendo ricas carnitas de cerdo por cierto.
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#9

Y sin embargo las serpientes (como especie utilizada por Satan) No haya sido prohibido su consumo...Al contrario, Yave tambien las utilizo como en actos de "idolatria"...y salvacion, (con moises) y como un acto de poder al convertir un báculo en serpiente, sino mal recuerdo.

A pesar de haber sido maldecida por Yave.

Genesis 3:14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
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#10

Thaw, no has entendido la respuesta de este libro: Yahvé odia a los puercos por cuestión administrativa, no eran ecológicamente sustentables... a diferencia de las serpientes, pues las serpientes no requieren de manutención, son animales que se cazan, no que se crían.

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
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#11

(12 May, 2019, 10:32 PM)JoseFidencioR escribió:  Thaw, no has entendido la respuesta de este libro: Yahvé odia a los puercos por cuestión administrativa, no eran ecológicamente sustentables... a diferencia de las serpientes, pues las serpientes no requieren de manutención, son animales que se cazan, no que se crían.

Este si, pero Pedrito apostol-Zelota ya les quito su "impureza"...¿que no vio llover en vez de mana; puerquitos...por eso los cristianos ya pueden comer carnitas de puerco en salsa verde, (ya me dio antojo)
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#12

Buen trabajo José
Me encanta el marisco.

Tengo entendido que Dinamarca, durante la segunda guerra mundial, sacrifico la mayoría de cerdos, ya que consideraron que sin ellos tendrían mas comida pues se ahorraban su manutención. Eran más sostenibles otros víveres

En cuanto a las mujeres, también se hicieron leyes en pro de las mujeres de una manera solapada. El Islam hay el RAQED, donde se sostenía que una mujer viuda podría parir un niño, incluso más de tres año después de enviudar, concebido por el marido muerto, ya que consideraban que el feto podía estar latente en tiempo. ¿Posible?
Salvo a muchas mujeres

“La luz excesiva es la mayor oscuridad… " Peer Gynt de Henrik Ibsen
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