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Abajo el cuerpo gobernante (adaptación del libro 1984)
#1

Winston fijó sus ojos en la página del diario. Descubrió entonces que durante todo el tiempo en que había estado recordando, no había dejado de escribir como por una acción automática. Y ya no era la inhábil escritura retorcida de antes. Su pluma se había deslizado voluptuosamente sobre el suave papel, imprimiendo en claras y grandes mayúsculas lo siguiente:

ABAJO EL CUERPO GOBERNANTE
ABAJO EL CUERPO GOBERNANTE
ABAJO EL CUERPO GOBERNANTE
ABAJO EL CUERPO GOBERNANTE

Una vez y otra, hasta llenar media página.
No pudo evitar un escalofrío de pánico. Era absurdo, ya que escribir aquellas palabras no era más peligroso que el acto inicial de abrir un diario; pero, por un instante, estuvo tentado de romper las páginas y escritas y abandonar su propósito.

Sin embargo, no lo hizo, porque sabía que era inútil. El hecho de escribir ABAJO EL CUERPO GOBERNANTE o no escribirlo, era completamente igual. Seguir con el diario o renunciar a escribirlo, venía a ser lo mismo. El cuerpo de ancianos lo descubriría de todas maneras. Winston había cometido - seguiría habiendo cometido, aunque no hubiera llegado a posar la pluma sobre el papel- el crimen esencial que contenía en sí todos los demás. El crimental (crimen mental), como lo llamaban. El crimental no podía ocultarse durante mucho tiempo. En ocasiones, se podía llegar a tenerlo ocultos años enteros, pero antes o después lo descubrían a uno.

Las detenciones ocurrían invariablemente por la noche. Se despertaba uno sobresaltado porque una mano le sacudía a uno el hombro, una linterna le enfocaba los ojos y un círculo de sombríos rostros aparecía en torno al lecho. En la mayoría de los casos no había proceso alguno ni se daba cuenta oficialmente de la detención. El publicador desaparecía sencillamente y siempre durante la noche. El nombre del individuo en cuestión desaparecía de las tarjetas de publicador, se borraba de todas partes toda referencia a lo que hubiera hecho y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido (Como con Raymond Franz). Para esto se empleaba la palabra vaporizado.

Winston sintió una especie de histeria al pensar en estas cosas. Empezó a escribir rápidamente y con muy mala letra: me expulsarán, no me importa me expulsarán, me separarán de mi familia, me da lo mismo abajo el cuerpo gobernante, siempre le expulsan a un disidente, no me importa abajo el cuerpo gobernante...
Se echó hacia atrás en la silla, un poco avergonzado de sí mismo, y dejó la pluma sobre la mesa. De repente, se sobresaltó espantosamente. Habían llamado a la puerta.

¡Tan pronto! Siguió sentado inmóvil, como un ratón asustado, con la tonta esperanza de que quien fuese se marchara al ver que no le abrían. Pero no, la llamada se repitió. Lo peor que podía hacer Winston era tardar en abrir. Le redoblaba el corazón como un tambor, pero es muy probable que sus facciones, a fuerza de la costumbre, resultaran inexpresivas. Se levantó y se acercó pesadamente a la puerta…
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