27 Mar, 2018, 10:54 AM
Pues me quedaba pendiente la experiencia de mi abuelita…
No sé si comenté anteriormente que vine a conocer a mi abuelita paterna como a los trece años… Pero a pesar de ello, tuve muchos años teniendo ocasión de disfrutar de sus atenciones, sobre todo cuando, en mi vida de vendedor ambulante, pasaba por su casa (Ubicada en ese entonces en el Campo), y allí disfrutaba de sus atenciones…
Lo cierto es que cuando por lo años, se mudó a la ciudad, para casa de una de sus hijas, (Mi tia Madelyn) en mi mismo barrio, este servidor acostumbraba a visitarle varias veces a la semana, y normalmente me acompañaba una flor… Ya fuese encontrada en el camino, silvestre, o “robada” de las que acostumbraba a regalar a mi esposa de vez en cuando…
Me encantaba recibir el beso, el abrazo y la sonrisa de aquella anciana, ante el gesto de su nieto… Era todo un deleite para mi…
Cuando me expulsaron, no noté cambios trascedentes en el trato de mi abuela… Contrario a mi abuelo, mi abuelita siguió aceptándole aquellas flores, mi cariñoso beso, y yo seguí recibiendo lo que de ella estaba acostumbrado a recibir; el beso, aquella sonrisa, y la mirada vivaz y alegre que le caracterizaba… (Ver imagen).
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Un dia, al poco tiempo de ser expulsado, decidí hacerle una de mis acostumbradas visitas, y como siempre, la flor que no podía faltar…
Subí las escaleras, entré en la sala, y me encontré a dos ancianos de su congregación haciéndole una “visita de pastoreo”.
Como persona educada, di en voz alta y generalizada mis “Buenos días” (sin obtener respuesta, claro está), me acerque a mi abuelita, le entregue aquella ante-penúltima flor, y recibí a cambio lo que siempre me regalaba, incluso delante de aquellos ancianos…
Como no quise interrumpir, saludé a mi tía, y me despedí, prometiendo que vendría o más tarde, o al día siguiente… “hasta luego” fue mi despedida…
Al día siguiente, quise “terminar” mi visita, y me dirigí una vez más a casa de mi abuelita, y una vez más me aseguré de llevar aquello que arrancaba aquella sonrisa, y que me daba como “galardón” el cariñoso beso al que estaba acostumbrado…
Subí las escaleras, y mi abuela estaba sentada en la mesa del comedor, junto a mi tía… Me pareció extraño que mi tía se parara y se fuera para la cocina, y también noté que la cara de mi abuela estaba distinta… No asomaba entre sus labios finos, aquella sonrisa, ni sus ojos brillaban como acostumbraba a verlos cada vez que me hacia presente… Intuí en ese momento que algo andaba mal.. Mucho antes de llegar hasta ella… (Después de más de una década y media, recuerdo los detalles con nitidez).
Fue tan evidente el cambio, que de manera espontanea, y sin pensar en lo que hacía, no entregué mi flor… Algo me decía que si la entregaba no iba a recibir el premio que me hacía “mover la colita” en señal de alegría… la besé normalmente, me senté a su lado, y esperé… Unos segundos… ¿”Qué pasa”? le pregunté… En realidad no hacía falta preguntarlo, porque ya mi mente había “adivinado” que vendría luego…
Sus machadas y arrugadas manos se posaron en las mías, y en tono conciliador me informó que los ancianos le habían dicho que no estaba bien que siguiera aceptando mis flores… y que de ahí en adelante, no las recibiría mas… En cuanto al trato, seguiría saludándome, pero no podría ser de la misma manera, hasta que no “regresara a Jehová”, según sus propias palabras…
Me partió el alma… la indignación me inundó… Lloré… Mi tía, que se había ido a la cocina me trajo una humeante taza de café, se puso detrás de mí, y comenzó a pasarme la mano por la espalda en tono conciliador y empático, mientras yo intentaba ahogar mi dolor con cada sorbo…Ya sabía que esa decisión había sido tomada por mi abuela… Y entendía como me sentía..
Cuando me tranquilicé, y pude hablar, le dije a mi abuelita que no se preocupara, que esa sería la “ultima” flor que le traería… (En realidad fue la penúltima).
No puedo decir que haya notado en mi abuela un notable cambio hacia mi persona… La verdad es que seguí visitándola con la misma asiduidad que antes, y me siguió dando el mismo beso, y dedicándome la misma sonrisa, mientras disfrutaba de conversaciones que siempre solían estar relacionadas con temas familiares, historias, anécdotas de tiempo pasados que ella sabía que disfrutaba mucho… El único cambio notable, y que de verdad sufrí fue el de la flor…
Con el tiempo, con la mente más clara, discerní el alcance que puede tener el manejo de los sentimientos y las emociones, en manos de personas manipuladoras… Pude asociarlo a lo cruel que pueden llegar a ser, cuando se trata de hacerte daño y presionarte para lograr tu total humillación y derrumbe… Porque era esa la motivación, porque esos dos ancianos, formaron parte de algunos de los comités que fueron conformados para expulsarme por apostasía (cosa que no lograron), y SABIAN que el amor hacia mi abuela no era lo que me obligaría a volver… Sabían que mis convicciones iban más allá de esos sentimientos, y que NADA podría doblegarme… Pero se sentían humillados, y quisieron vengarse tocando una de las fibras mas sensibles del ser humano; el amor a los suyos…
Cumplí con mi abuela en mi promesa durante todo el tiempo que vivió… Años más tarde, mi abuelita fallecía… Llevé mi última flor a su entierro, y después del discurso en el cementerio, y ante la atenta mirada de uno de aquellos inhumanos ancianos, mirándole a los ojos, deposité aquella rosa… Fue mi forma de decirle; NO me doblegaron… Pudieron lastimarme, pero no me doblegaron…
El Nombre de aquel anciano; Agustín Leyva, anciano presidente en esa época de la antigua congregación Buena Vista Este, ubicada en el Reparto Alcides Pinos, Provincia Holguín, Cuba.
17 años de esos, y aun no me han doblegado… Ni lo harán a pesar de que sigo sufriendo las mismas presiones emocionales y sentimentales de importantes familiares…
NO se deje chantajear…
No sé si comenté anteriormente que vine a conocer a mi abuelita paterna como a los trece años… Pero a pesar de ello, tuve muchos años teniendo ocasión de disfrutar de sus atenciones, sobre todo cuando, en mi vida de vendedor ambulante, pasaba por su casa (Ubicada en ese entonces en el Campo), y allí disfrutaba de sus atenciones…
Lo cierto es que cuando por lo años, se mudó a la ciudad, para casa de una de sus hijas, (Mi tia Madelyn) en mi mismo barrio, este servidor acostumbraba a visitarle varias veces a la semana, y normalmente me acompañaba una flor… Ya fuese encontrada en el camino, silvestre, o “robada” de las que acostumbraba a regalar a mi esposa de vez en cuando…
Me encantaba recibir el beso, el abrazo y la sonrisa de aquella anciana, ante el gesto de su nieto… Era todo un deleite para mi…
Cuando me expulsaron, no noté cambios trascedentes en el trato de mi abuela… Contrario a mi abuelo, mi abuelita siguió aceptándole aquellas flores, mi cariñoso beso, y yo seguí recibiendo lo que de ella estaba acostumbrado a recibir; el beso, aquella sonrisa, y la mirada vivaz y alegre que le caracterizaba… (Ver imagen).
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Un dia, al poco tiempo de ser expulsado, decidí hacerle una de mis acostumbradas visitas, y como siempre, la flor que no podía faltar…
Subí las escaleras, entré en la sala, y me encontré a dos ancianos de su congregación haciéndole una “visita de pastoreo”.
Como persona educada, di en voz alta y generalizada mis “Buenos días” (sin obtener respuesta, claro está), me acerque a mi abuelita, le entregue aquella ante-penúltima flor, y recibí a cambio lo que siempre me regalaba, incluso delante de aquellos ancianos…
Como no quise interrumpir, saludé a mi tía, y me despedí, prometiendo que vendría o más tarde, o al día siguiente… “hasta luego” fue mi despedida…
Al día siguiente, quise “terminar” mi visita, y me dirigí una vez más a casa de mi abuelita, y una vez más me aseguré de llevar aquello que arrancaba aquella sonrisa, y que me daba como “galardón” el cariñoso beso al que estaba acostumbrado…
Subí las escaleras, y mi abuela estaba sentada en la mesa del comedor, junto a mi tía… Me pareció extraño que mi tía se parara y se fuera para la cocina, y también noté que la cara de mi abuela estaba distinta… No asomaba entre sus labios finos, aquella sonrisa, ni sus ojos brillaban como acostumbraba a verlos cada vez que me hacia presente… Intuí en ese momento que algo andaba mal.. Mucho antes de llegar hasta ella… (Después de más de una década y media, recuerdo los detalles con nitidez).
Fue tan evidente el cambio, que de manera espontanea, y sin pensar en lo que hacía, no entregué mi flor… Algo me decía que si la entregaba no iba a recibir el premio que me hacía “mover la colita” en señal de alegría… la besé normalmente, me senté a su lado, y esperé… Unos segundos… ¿”Qué pasa”? le pregunté… En realidad no hacía falta preguntarlo, porque ya mi mente había “adivinado” que vendría luego…
Sus machadas y arrugadas manos se posaron en las mías, y en tono conciliador me informó que los ancianos le habían dicho que no estaba bien que siguiera aceptando mis flores… y que de ahí en adelante, no las recibiría mas… En cuanto al trato, seguiría saludándome, pero no podría ser de la misma manera, hasta que no “regresara a Jehová”, según sus propias palabras…
Me partió el alma… la indignación me inundó… Lloré… Mi tía, que se había ido a la cocina me trajo una humeante taza de café, se puso detrás de mí, y comenzó a pasarme la mano por la espalda en tono conciliador y empático, mientras yo intentaba ahogar mi dolor con cada sorbo…Ya sabía que esa decisión había sido tomada por mi abuela… Y entendía como me sentía..
Cuando me tranquilicé, y pude hablar, le dije a mi abuelita que no se preocupara, que esa sería la “ultima” flor que le traería… (En realidad fue la penúltima).
No puedo decir que haya notado en mi abuela un notable cambio hacia mi persona… La verdad es que seguí visitándola con la misma asiduidad que antes, y me siguió dando el mismo beso, y dedicándome la misma sonrisa, mientras disfrutaba de conversaciones que siempre solían estar relacionadas con temas familiares, historias, anécdotas de tiempo pasados que ella sabía que disfrutaba mucho… El único cambio notable, y que de verdad sufrí fue el de la flor…
Con el tiempo, con la mente más clara, discerní el alcance que puede tener el manejo de los sentimientos y las emociones, en manos de personas manipuladoras… Pude asociarlo a lo cruel que pueden llegar a ser, cuando se trata de hacerte daño y presionarte para lograr tu total humillación y derrumbe… Porque era esa la motivación, porque esos dos ancianos, formaron parte de algunos de los comités que fueron conformados para expulsarme por apostasía (cosa que no lograron), y SABIAN que el amor hacia mi abuela no era lo que me obligaría a volver… Sabían que mis convicciones iban más allá de esos sentimientos, y que NADA podría doblegarme… Pero se sentían humillados, y quisieron vengarse tocando una de las fibras mas sensibles del ser humano; el amor a los suyos…
Cumplí con mi abuela en mi promesa durante todo el tiempo que vivió… Años más tarde, mi abuelita fallecía… Llevé mi última flor a su entierro, y después del discurso en el cementerio, y ante la atenta mirada de uno de aquellos inhumanos ancianos, mirándole a los ojos, deposité aquella rosa… Fue mi forma de decirle; NO me doblegaron… Pudieron lastimarme, pero no me doblegaron…
El Nombre de aquel anciano; Agustín Leyva, anciano presidente en esa época de la antigua congregación Buena Vista Este, ubicada en el Reparto Alcides Pinos, Provincia Holguín, Cuba.
17 años de esos, y aun no me han doblegado… Ni lo harán a pesar de que sigo sufriendo las mismas presiones emocionales y sentimentales de importantes familiares…
NO se deje chantajear…