07 Sep, 2019, 05:35 AM
Todo comenzó el 12 de junio de 1959 en las afueras de Estocolmo,
con Friedrich Jürgenson. Jürgenson nació el año 1903 en
Odessa, pero desde 1943 fijó su residencia en Estocolmo. Estudió
pintura y canto, y practicó realmente estas dos artes, fue pintor y
cantor de ópera.
Más tarde se dedicó a la producción de documentales
de arte. Después de haber realizado tres sobre Pompeya, fue
incluso autorizado, oficialmente, a emprender nuevas excavaciones,
que le brindaron la ocasión de filmar nuevos documentales.
Después de esto, el Vaticano le encargó trasladar a sus lienzos el
recuerdo de las excavaciones realizadas bajo la basílica de San
Pedro de Roma. Obtuvo los derechos exclusivos de una película
sobre la basílica, en la que aparecía personalmente el Papa Pablo
VI.
Realizó también un documental sobre el prodigio de la sangre
de San Genaro, en Nápoles, y otro sobre el Papa y sus colaboradores.
Pues bien, aquel 12 de junio de 1959, en las afueras de Estocolmo,
Jürgenson había comenzado a grabar sonidos de pájaros. Cuál
no sería su sorpresa cuando, al escuchar la cinta, oyó también un
solo de trompeta que terminaba con una especie de charanga. Luego
una voz de hombre, en noruego, le hablaba de sonidos de pájaros
de noche. Finalmente, creyó incluso reconocer el sonido de un
alcaraván.
Pensó, en primer lugar, en una avería del magnetofón. Se preguntó
si, en determinadas circunstancias, un magnetofón podía o
no captar ciertas emisiones como un receptor de radio. Hizo revisar
su aparato, pero se quedó muy intrigado. La coincidencia resultaba
desconcertante.
Un mes más tarde, mientras trabajaba para la radio en una emisión
sobre la gran Anastasia, una voz, en alemán, lo llamó por su
nombre y le habló de Rusia. Otras veces lo llamaban en italiano:
"Federico".
Estas voces le decían también: "Estás siendo observado,
cada tarde busca la verdad...". Esas voces eran inaudibles durante
la grabación. Al reproducir, no eran sino ligero murmullo.
Jürgenson tuvo incluso que entrenar su oído para poder captarlas.
Como la fatiga era mayor que la curiosidad, quiso abandonar estas
experiencias. Transcurría el otoño de 1959 cuando fue presa de
una especie de alucinaciones auditivas. Su oído, sensibilizado,
creía escuchar palabras o pequeños fragmentos de frases en los
ruidos más diversos: restallar de la lluvia, frotamiento de papel,
etc. Y siempre se oían las mismas palabras: "Escuchar, mantenerse
en contacto, escuchar."
Jürgenson reanudó sus experiencias. Pero sólo recibía mensajes
extraños y sin continuidad. En un momento dado, creyó estar manteniendo
relación con extraterrestres. Pero como nada venía a confirmárselo,
no entendiendo ya absolutamente nada, estaba dispuesto
a abandonar. Fue en el momento en que ya tenía colocado su
dedo sobre el botón de parada, cuando escuchó en sus auriculares:
"Por favor, espera, espera, escúchanos!"
con Friedrich Jürgenson. Jürgenson nació el año 1903 en
Odessa, pero desde 1943 fijó su residencia en Estocolmo. Estudió
pintura y canto, y practicó realmente estas dos artes, fue pintor y
cantor de ópera.
Más tarde se dedicó a la producción de documentales
de arte. Después de haber realizado tres sobre Pompeya, fue
incluso autorizado, oficialmente, a emprender nuevas excavaciones,
que le brindaron la ocasión de filmar nuevos documentales.
Después de esto, el Vaticano le encargó trasladar a sus lienzos el
recuerdo de las excavaciones realizadas bajo la basílica de San
Pedro de Roma. Obtuvo los derechos exclusivos de una película
sobre la basílica, en la que aparecía personalmente el Papa Pablo
VI.
Realizó también un documental sobre el prodigio de la sangre
de San Genaro, en Nápoles, y otro sobre el Papa y sus colaboradores.
Pues bien, aquel 12 de junio de 1959, en las afueras de Estocolmo,
Jürgenson había comenzado a grabar sonidos de pájaros. Cuál
no sería su sorpresa cuando, al escuchar la cinta, oyó también un
solo de trompeta que terminaba con una especie de charanga. Luego
una voz de hombre, en noruego, le hablaba de sonidos de pájaros
de noche. Finalmente, creyó incluso reconocer el sonido de un
alcaraván.
Pensó, en primer lugar, en una avería del magnetofón. Se preguntó
si, en determinadas circunstancias, un magnetofón podía o
no captar ciertas emisiones como un receptor de radio. Hizo revisar
su aparato, pero se quedó muy intrigado. La coincidencia resultaba
desconcertante.
Un mes más tarde, mientras trabajaba para la radio en una emisión
sobre la gran Anastasia, una voz, en alemán, lo llamó por su
nombre y le habló de Rusia. Otras veces lo llamaban en italiano:
"Federico".
Estas voces le decían también: "Estás siendo observado,
cada tarde busca la verdad...". Esas voces eran inaudibles durante
la grabación. Al reproducir, no eran sino ligero murmullo.
Jürgenson tuvo incluso que entrenar su oído para poder captarlas.
Como la fatiga era mayor que la curiosidad, quiso abandonar estas
experiencias. Transcurría el otoño de 1959 cuando fue presa de
una especie de alucinaciones auditivas. Su oído, sensibilizado,
creía escuchar palabras o pequeños fragmentos de frases en los
ruidos más diversos: restallar de la lluvia, frotamiento de papel,
etc. Y siempre se oían las mismas palabras: "Escuchar, mantenerse
en contacto, escuchar."
Jürgenson reanudó sus experiencias. Pero sólo recibía mensajes
extraños y sin continuidad. En un momento dado, creyó estar manteniendo
relación con extraterrestres. Pero como nada venía a confirmárselo,
no entendiendo ya absolutamente nada, estaba dispuesto
a abandonar. Fue en el momento en que ya tenía colocado su
dedo sobre el botón de parada, cuando escuchó en sus auriculares:
"Por favor, espera, espera, escúchanos!"