13 Oct, 2019, 05:37 AM
II
Los ancianos de la congregación Amatista Norte, en la que sirve diligentemente Mathew, nunca se enteraron de ser los únicos privilegiados en recibir una carta tan peculiar como la "S-25".
En el mismo instante en que la frívola acera desgastada del salón del reino recibía impávida las lágrimas de la señora Messina, a casi cuarenta mil pies de altura, surcando elegantemente arreboles de grisáceos nubarrones, un avión comercial de American Airlines se sacudía como un animal tratando de quitarse las pulgas de encima, surcando sin elegancia alguna, las turbulencias de su trayecto.
En la cómoda cabina de primera clase, que aparentaba ser un delicado retazo de una habitación de un hotel cinco estrellas, se encontraba recostado en el sillón inclinable de cuero, junto a la ventana virtual que exhibía un atardecer mítico, Reiji Daigo. Un hombre acostumbrado a recorrer el globo terráqueo en condiciones similares. Sostenía en alto una tablet en la que leía periódicos electrónicos sobre política de su país de destino (aquel que alberga la congregación Amatista Norte huelga decir), con especial interés y atención. Sus cejas arqueadas no escatimaban en exhibir la preocupación que tenía en mente.
—Supieron ocultar muy bien la masacre que hubo en Jurbarkas, Lituania —El ayudante de Reiji, Andrey, interrumpió a su mentor tras una larga hora de silencio mental—. Muy buena elección. Población pequeña, poco importante del foco internacional, y si tenemos que poner en la balanza la mella que los testigos de Jehová causan en ese país, sería mínima. ¿En qué crees que radicó el éxito de esa operación? —Degustó del último trozo de caballa bañado en brandi con una salsa agridulce de frutos exóticos.
Reiji se mantuvo inmutable, absorto, atrapado en el agujero negro de un sinfín de razonamientos exactos y perfectos. Al cabo de un minuto, cuando el plato gourmet de su discípulo estaba totalmente vacío, le respondió, como si hubiese seguido el hilo de la conversación desde el inicio, remontando como un buen estratega de logística militar.
—Un paso riesgoso, pero seguro. Eso deja muy en claro la premeditación. No es de sorprenderse que se salieran con la suya. Tienen peones en sitios políticos de mucha influencia —se acomodó los vistosos lentes de lectura con su índice derecho—. Esta pobre congregación tercermundista en las américas será la siguiente. No sabemos si lo retrasaron para medir el impacto que está teniendo en Europa, pero no podemos bajar la guardia.
—Ya veo —replicó Andrey colocando su mano en el mentón, en la representación más vulgar que hoy en día alguien le pueda dar a la meditación—. Este culto resultó ser más peligroso de lo que aparentaba.
—Esta religión o secta no tenía porqué tener este nivel de peligrosidad. El problema radica en que nunca a nadie se le pasó por la cabeza, ni a mí —remarcó su propia alusión—, que podía ser usada como un peón muy adentrado en el tablero, a escasas cuadrículas de coronar en dama. Nadie vio esa pieza invisible. !Debo aplaudirlos! Lo tenían muy bien escondido.
— ¿Crees que vuelvan a usar el mismo método que en Lituania? —Andrey finalizó esa pregunta con una mueca de notable amargura.
—No puedo decir que vayan a ser lineales, pero si una jugada ya te resultó, lo más probable es que la vuelvas a realizar, y más si tienes campo abierto para hacerlo. Es deplorable, lo sé. Muchas vidas están en juego, pero para ellos, esas personas no son más que simples insectos a los que pueden desechar cuando quieran.
— ¿No para nosotros?
—Nosotros. Ellos —fue una frase inentendible, como si Reiji no pudiese articular la idea. Finalmente, tras unos segundos, miró a Andrey directamente a los ojos—. En un juego de ajedrez, todos somos piezas. Lo único que podemos hacer, es persignarnos y augurar que ante los dioses que rigen las leyes de la causalidad, seamos lo suficientemente útiles como para no ser desechados.
—Es divertido —Andrey sonrío complacientemente—. Lo hemos hecho otras veces y me parece que la tuvimos mucho más difícil que ésta.
—Casi morimos en nuestra última aventura —Reiji volvió a entretenerse en su tableta—. Esa niña era un hueso duro de roer. Y el hombre Romer, !una mente maestra! Pero ahora tenemos que centrarnos en esta congregación y tratar de impedir que se los use como conejillos de indias.
—Sí, al fin de cuentas, somos los buenos.
— ¿Qué significa ser los buenos? Quizá, en realidad, seamos los malos. Los que queremos impedir el Armagedón. Los que intentamos frustrar el nuevo mundo paradisíaco de Dios.
La conversación entre aquellos compañeros de oficio, que contenía ciertos fragmentos indescifrables para alguien no omnisciente, fue apagándose hasta que sólo quedaron las cenizas del murmullo arrullador de una bóveda climatizada. Era un equipo ordenado. Arribarían pronto a su destino, e inmediatamente darían paso a un viaje con muchos niveles más bajos en cuanto a comodidad, en una buseta, por senderos culebreros, rodeando riscos peligrosos a través de una carretera de tierra. Intentarían llegar hasta la ciudad cuna de la congregación Amatista Norte.
Una espesa neblina peligrosa reposaba sobre la ciudad de Ermack, imperceptible para la gran mayoría, más astuta que la serpiente cuando engañó a Eva, lista para clavar sus colmillos e inyectar su veneno. El dueto con Reiji a la cabeza, al parecer no sería el antídoto suficiente para impedir una fatalidad como la de Lituania, país en el que, una congregación tan humilde como la que recibió a la señora Messina en un estado de shock, terminó con la mayoría de los hermanos que la componían muertos. Fue aquel el detonante para la decisión de la Unión Europea, que, como mencionó Andrey, políticamente supieron ocultar al medio público para evitar más pánico del que debía cundir sobre esa organización religiosa.
Las manecillas del reloj apocalíptico se movían sin tregua, hacia adelante, como una máquina hambrienta, ansiosa por devorar el usufructo de un nuevo mundo limpio, en el que ya no existiría más muerte, hambre, llanto ni lamento. Las cosas anteriores habrán pasado.
III
La senda de fe, recta y verdadera, mejor modo no hay de vivir. Jesús nos mostró, el valor de ayudarnos y felicidad repartir. La verdad vivid. Siempre vuestra fe mostrad. La manera de obrar con fe, mostrará nuestro amor y verdad.
El coro retumbaba en la bóveda acústica del templo. Era portentoso, solemne, acompañado por la sobria melodía de cada pulsación de las teclas del piano de cola Mignon que imprimía en el alma de los coristas las sílabas, palabras y frases de aquella liturgia religiosa.
Todos sostenían frente a sus rostros, con sus enguantadas manos, el pequeño libro marrón de pasta dura titulado "Canten alabanzas a Jehová", en el que chocaba la vibración vocal de cada intérprete.
Cuando finalizó, como si se tratara de una reunión más de los testigos de Jehová, los que dieron vida a la canción, tomaron asiento en sus lugares respectivos, menos el pianista, que se perdió entre bastidores. El presentador dio una breve introducción a quien continuaría con el programa especial de aquel 20 de nisán, en celebración de la pascua judía, la fiesta de la libertad. Mientras los testigos de Jehová conmemoraron la muerte de Jesucristo en su muy peculiar y única forma hace unos días, este grupo de élite estaba en plena ejecución de su reunión más importante.
A pesar de ser el año dos mil veinte y cinco, mantenían el cancionero que vio luz en los ochenta. Si bien podían pintar a los publicadores de todo el globo que las nuevas melodías eran lo máximo, su entrenado oído conocía una verdad que aquellos de la plebe en su organización piramidal jamás sabrían: El nuevo compendio era una reducción en bruto de toda la calidad artística, en aras de la memorización y las técnicas de control mental, además de intentar acoplarse a un sistema de evangelización más moderno.
Quien pasó al frente tras ser introducida como oradora, era una mujer reconocida por todos, muy apreciada por el presidente Jack, de palabras audaces y certeras. Engalanada con un vestido negro, un reluciente collar de perlas, y brazaletes de oro, se posicionó en el centro del podio, justo debajo de un gran candelabro de estilo inglés medieval, que iluminaba el salón de eventos con una tenue luz ámbar. Tras lanzar una sonrisa a los presentes, empezó su controvertida disertación.
"Es al caer en el abismo cuando recuperamos los tesoros de la vida" -JOSEPH CAMPBELL
The bible is glitchtastic! Sorry for the spoiler.
Lee la traducción que realicé al libro "Nueva Luz" documenta decenas de cambios en las doctrinas de los testigos.