22 Oct, 2019, 06:43 PM
Estoy muy de acuerdo contigo, si examinamos el comportamiento de la población humana, por lo menos yo encuentro cierto paralelismo con el comportamiento de las células cancerígenas.
Al igual que en un cáncer, crecemos de forma exponencial.
Y, al igual que en un cáncer, al crecer estamos destruyendo otros tejidos, e incluso órganos, que constituyen el cuerpo que nos alberga.
Estamos extinguiendo especies y ecosistemas. Y todos sabemos hacia donde conduce un cáncer si no es tratado a tiempo: la muerte del organismo afectado y, con ella, el fin del crecimiento excesivamente ambicioso de las células cancerígenas.
El problema de cara a la conservación del planeta del que formamos parte es que no nos consideramos un cáncer, los cánceres, crecimiento exponencial y provocan la destrucción de tejidos y órganos.
O utilizando otro símil, el virus del Ébola, su defecto, su elevada
virulencia, que hace que extermine a su población hospedadora antes de poder transmitirse a nuevos hospedadores.
Somos un parásito mal adaptado y, al igual que un cáncer, moriremos con el organismo que nos cobija.
Tal vez los parásitos más exitosos son aquellos que han reducido su virulencia hasta convertirse en mutualistas de sus hospedadores.
Los endosimbiontes de las células eucariotas, las micorrizas de multitud de vegetales, las bacterias de nuestro tracto digestivo y los hongos y algas que conforman los líquenes todas estas interacciones exitosas muy probablemente comenzaron como parasitosis, pero ha sido el mutualismo lo que les ha permitido medrar.
Quizá debamos aprender de ellos. Pero como no aprendemos de ellos prefiero extinguirme sin contribuir a la expansión del cáncer.
Al igual que en un cáncer, crecemos de forma exponencial.
Y, al igual que en un cáncer, al crecer estamos destruyendo otros tejidos, e incluso órganos, que constituyen el cuerpo que nos alberga.
Estamos extinguiendo especies y ecosistemas. Y todos sabemos hacia donde conduce un cáncer si no es tratado a tiempo: la muerte del organismo afectado y, con ella, el fin del crecimiento excesivamente ambicioso de las células cancerígenas.
El problema de cara a la conservación del planeta del que formamos parte es que no nos consideramos un cáncer, los cánceres, crecimiento exponencial y provocan la destrucción de tejidos y órganos.
O utilizando otro símil, el virus del Ébola, su defecto, su elevada
virulencia, que hace que extermine a su población hospedadora antes de poder transmitirse a nuevos hospedadores.
Somos un parásito mal adaptado y, al igual que un cáncer, moriremos con el organismo que nos cobija.
Tal vez los parásitos más exitosos son aquellos que han reducido su virulencia hasta convertirse en mutualistas de sus hospedadores.
Los endosimbiontes de las células eucariotas, las micorrizas de multitud de vegetales, las bacterias de nuestro tracto digestivo y los hongos y algas que conforman los líquenes todas estas interacciones exitosas muy probablemente comenzaron como parasitosis, pero ha sido el mutualismo lo que les ha permitido medrar.
Quizá debamos aprender de ellos. Pero como no aprendemos de ellos prefiero extinguirme sin contribuir a la expansión del cáncer.