27 Jan, 2020, 11:20 PM
Me precio de ser uno de los pocos ancianos que puso todo su corazón en cuidar de los publicadores. Invite a todos, tanto bautizados como no bautizados a casa a tomar algún alimento, incluidos mis compañeros ancianos. También a quien se empezaba a reunir regularmente fue invitado. Además de disfrutar de otras actividades sociales. Y claro que también fue mutuo el cariño expresado en obras, regularmente había algo para mi, para mi esposa o para mis hijos.
Siempre estábamos listos para atender cualquier necesidad que surgiera entre ellos. Si alguien enfermaba, se ayudaba para que recibiera buena atención medica, se les apoyaba para tuvieran lo necesario para su familia mientras se recuperaba, si perdía el empleo, igual se le ayudaba, y así con cada situación adversa que surgiera entre los publicadores, siempre estaba lista nuestra mano para socorrerlo.
Aunque debo aclarar que no a todos los publicadores les agradaba ayudar a sus"hermanos", incluso un par de mis coancianos criticaban la ayuda a las ovejitas dadas a su cuidado, sin embargo todos terminaban apoyando. A una publicadora, madre soltera de 4 niñas, se le reconstruyó su casa con materiales de construcción cuando una tromba le destruyo su hogar de madera. Eran los años maravillosos.
Sin embargo cambiaron mis circunstancias, mi esposa enfermo. Fue un duro golpe emocional (y lo es hasta ahora) saber su mal. Así que delegue responsabilidades para cuidar de mi esposa e hijos.
Mientras pude, mientras me sentía bien física, mental, emocional y espiritualmente, y mientras económicamente podía, cuide de mi esposa e hijos. Pero llego el momento que que ya no pude más, así que recurrí a mis coancianos para solicitar el apoyo de la congregación. Mi esposa y yo confiábamos en que nos iban a ayudar, estábamos seguros de su apoyo.
Siempre estábamos listos para atender cualquier necesidad que surgiera entre ellos. Si alguien enfermaba, se ayudaba para que recibiera buena atención medica, se les apoyaba para tuvieran lo necesario para su familia mientras se recuperaba, si perdía el empleo, igual se le ayudaba, y así con cada situación adversa que surgiera entre los publicadores, siempre estaba lista nuestra mano para socorrerlo.
Aunque debo aclarar que no a todos los publicadores les agradaba ayudar a sus"hermanos", incluso un par de mis coancianos criticaban la ayuda a las ovejitas dadas a su cuidado, sin embargo todos terminaban apoyando. A una publicadora, madre soltera de 4 niñas, se le reconstruyó su casa con materiales de construcción cuando una tromba le destruyo su hogar de madera. Eran los años maravillosos.
Sin embargo cambiaron mis circunstancias, mi esposa enfermo. Fue un duro golpe emocional (y lo es hasta ahora) saber su mal. Así que delegue responsabilidades para cuidar de mi esposa e hijos.
Mientras pude, mientras me sentía bien física, mental, emocional y espiritualmente, y mientras económicamente podía, cuide de mi esposa e hijos. Pero llego el momento que que ya no pude más, así que recurrí a mis coancianos para solicitar el apoyo de la congregación. Mi esposa y yo confiábamos en que nos iban a ayudar, estábamos seguros de su apoyo.
Todo hombre aspira al poder: cada uno desearía ser un dictador; casi todos sacrificarían el bienestar del prójimo por alcanzar sus metas personales
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