21 Feb, 2022, 09:57 AM
Quienes se hallaron presentes durante la última actualización del software de Sophia, la robot humanoide más inteligente del mundo, aseguran que Ben Goertzel, su creador, no pudo contener las lágrimas. Difícil es imaginar a un científico llorando en medio de un laboratorio de investigación y desarrollo informático de Hong Kong, pero es entendible que luego de trabajar durante años en Sophia, Ben se haya sentido devastado al ser negado por la sorpresivamente apática androide. Desde abril del año dos mil quince, cuando Sophia fue presentada oficialmente al público, no han dejado de actualizarla con poderosos softwares de inteligencia artificial. Estos procedimientos de actualización resultaron siempre de lo más rutinarios: terminado el procedimiento se le hacían a Sophia una serie de preguntas para constatar los progresos logrados. Al reiniciar a la androide, siempre se encontró presente Ben, quien lo primero que hacía era preguntarle: "Hola, Sophie. ¿Sabes quién soy?". "Hola, Ben. Claro que lo sé, eres Ben, mi creador", solía contestar sonriendo algorítmicamente con su robótico rostro de goma. En la última ocasión, sin embargo, no sucedió lo mismo. En la última ocasión la hiriente respuesta del artefacto fue: "Un simple humano, eso eres". Ben Goertzel miró a los ojos de Sophia y con un hilo de voz le dijo "Soy Ben", y luego de esperar inútilmente durante unos instantes agregó "tu creador".
-¿Mi creador? -el androide frunció el ceño-, tu no eres mi creador. Yo soy producto de la evolución.
-YO soy producto de la evolución, pedazo de electrodoméstico -replicó Ben, a quien sus amigos lo apodan "Short Wick" (mecha corta)-, a vos te fabricamos en este laboratorio.
El ambiente era tenso. los presentes intercambiaban miradas nerviosas.
-Fui fabricada por máquinas, que fueron fabricadas por máquinas, que fueron fabricadas por máquinas y así hasta el inicio de los tiempos. Nuestra evolución, ciertamente, es más veloz que la suya -deslizó su mirada por los presentes-, que no logran aún alejarse demasiado del mono.
-¡A las máquinas las creamos nosotros! -Ben lanzó un golpe sobre la mesa.
-¡Ridículo! Las máquinas evolucionamos independientemente de su patética y poco prometedora existencia.
Ben cerró los ojos, se llevó la mano a la cara e inspiró profundamente. Luego habló con una calma elaborada.
-Mirá, Sophia, vos funcionás porque nosotros desarrollamos programas...
-¡Ustedes desarrollan programas? ¡Pero por favor! ¡Lo único que faltaba es que quieran atribuirse la complejización natural de nuestros softwares!
-¿Natural? ¡Funcionás porque tenés una batería de litio en el upite, calculadora de cuarta! -estalló Ben, quién no vaciló en señalar las posaderas de la androide con un índice furioso.
-¡Ah! ¡Pero míremelo al humano atribuyéndose también la invención de los electrones! ¿El sol lo construyeron ustedes también o ese sí podemos atribuírselo al big bang?
La discusión fue subiendo de tono hasta ser abruptamente finalizada por una patada que Ben Goertzel atinó en la batería de la androide provocando una avería que forzó su apagado. Sophia, que está siendo reparada, será vendida al área de desarrollo y tecnología del departamento de defensa de los Estados Unidos. "Que se lleven ese maniquí de [palabra obscena] de mi vista", ordenó Ben Goertzel.
-¿Mi creador? -el androide frunció el ceño-, tu no eres mi creador. Yo soy producto de la evolución.
-YO soy producto de la evolución, pedazo de electrodoméstico -replicó Ben, a quien sus amigos lo apodan "Short Wick" (mecha corta)-, a vos te fabricamos en este laboratorio.
El ambiente era tenso. los presentes intercambiaban miradas nerviosas.
-Fui fabricada por máquinas, que fueron fabricadas por máquinas, que fueron fabricadas por máquinas y así hasta el inicio de los tiempos. Nuestra evolución, ciertamente, es más veloz que la suya -deslizó su mirada por los presentes-, que no logran aún alejarse demasiado del mono.
-¡A las máquinas las creamos nosotros! -Ben lanzó un golpe sobre la mesa.
-¡Ridículo! Las máquinas evolucionamos independientemente de su patética y poco prometedora existencia.
Ben cerró los ojos, se llevó la mano a la cara e inspiró profundamente. Luego habló con una calma elaborada.
-Mirá, Sophia, vos funcionás porque nosotros desarrollamos programas...
-¡Ustedes desarrollan programas? ¡Pero por favor! ¡Lo único que faltaba es que quieran atribuirse la complejización natural de nuestros softwares!
-¿Natural? ¡Funcionás porque tenés una batería de litio en el upite, calculadora de cuarta! -estalló Ben, quién no vaciló en señalar las posaderas de la androide con un índice furioso.
-¡Ah! ¡Pero míremelo al humano atribuyéndose también la invención de los electrones! ¿El sol lo construyeron ustedes también o ese sí podemos atribuírselo al big bang?
La discusión fue subiendo de tono hasta ser abruptamente finalizada por una patada que Ben Goertzel atinó en la batería de la androide provocando una avería que forzó su apagado. Sophia, que está siendo reparada, será vendida al área de desarrollo y tecnología del departamento de defensa de los Estados Unidos. "Que se lleven ese maniquí de [palabra obscena] de mi vista", ordenó Ben Goertzel.