[C.R. Rodríguez C.]

Hace un par de días, contacté por WhatsApp a otro de mis queridos amigos que siguen dentro de la empresa.

Él es hermano carnal del maestro que me dio estudio "bíblico", Rigo, que afortunadamente ya tiene bastantes años fuera de la empresa.

Después del inicial saludo de mi parte y la invitación a tomar un cafecito, su respuesta fue la misma que cualquier programado daría: Que me apreciaba mucho, que me quería, pero que los principios de la empresa se lo impedían, me deseó lo mejor y que esperaba que estuviera dando pasos para mi restablecimiento y entonces sí, podríamos confraternizar.

Yo le hice saber que era una persona con principios, sin vicios, felizmente casado, y que ya no necesitaba de una religión para escudarme detrás de ella para justificar mis acciones. No quise decir nada de mis investigaciones sobre la empresa. Le hice saber que me dolía mucho que su amistad fuera condicional y que la religión fuera un impedimento, para poder retomarla. Le mandé bendiciones a él y a su familia y le hice saber que contaba con un amigo incondicional en mí. ¿Su respuesta? Dos emojis de pulgar arriba.