(05 Apr, 2019, 08:51 AM)Teseracto escribió: Pues hay reconocer, que el ateísmo militante tiene razón, y con la analogía del la cueva, sin oso, pues se puede concluir, que Dios está ausente, no me atrevo a decir existencialmente pues no me consta.
Personalmente, no he visto a Dios, o a algún indicio, ud saben como los que describe la biblia.
Vamos a decir cualquier persona antigua vio el universo físico, y se puede deducir que era prueba concluyente, de que Dios existe, más sin embargo hay registro de que Dios se les manifestó.
Suponiendo que todo eso es cierto, no debería ser igual? En la actualidad.
La verdad no sé si hay un Dios tal y como nos lo han transmitido, pero para mí el universo fisico, complejo como es, pues solo sabemos una fracción de su complejidad, es prueba más allá de toda duda, de la existencia de algo más, pues sería una necedad ignorante de mi parte, aseverar que se produjo fortuitamente de la nada.
Pero para usos prácticos, no hay dios.es decir si dejamos polvo no veremos sus pisadas.
Perdón por no citar de hombres de ciencia o ilustres, pero todavía no he leído algo que valga la pena recalcar.
Saludos.
en tanto que la fe es (valga la redundancia) un acto de Fe, la ciencia es un acto de comprobaciones...
pero, en el subjetivo caso de creer, es un acto personal que depende del dogma. yo no quiero dogmas, pero aun así, muchos científicos si tomaron el dogma personal.
Lamaitre, creador de las formulas que confirman el Big Bang. católico.
William Daniel Phillips, que gano un nobel por su participación en el condensado Bose-Einstein. Metodista
Joseph Taylor, nobel por por descubrir el primer púlsar binario. Quakero(Sociedad Religiosa de los Amigos).
Carlos Rubbia, nobel por los trabajos que llevaron a descubrir el bosón W y Z. Católico
Richard Smalley, nobel por descubrir los Fulerenos. Católico.
solo por citar unos cuantos.
El arte del escepticismo, es saber discernir la informacion, discriminar los datos superfluos y atenerse a los argumentos...
y... en este punto, es improtante lo siguiente: aun si Einstein o el vigilante de la puerta afirman o niegan la existencia de DIos, no es prueba de la existencia o no existencia de Dios.
o como diria Mairena:
La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
Agamenón: —Conforme.
El porquero: —No me convence.
Antonio MACHADO / Juan DE MAIRENA.
y... un extracto de filosofia al respecto:
El «ser» de la verdad está formulado tautológicamente: «la verdad es la verdad»: como quien dice «la verdad es verdadera» o «el ser verdad de la verdad está en su propia condición de verdadera». Pero la duplicación de la palabra verdad en ese enunciado no es del todo inocente, puesto que hace que la sentencia funcione implícitamente como un imperativo. «La verdad es la verdad»
puede traducirse como «hay que aceptar la verdad porque es verdad» o «hay que inclinarse ante la verdad por su propia condición de verdadera». Eso de «la verdad es la verdad» nos está diciendo por qué tenemos que inclinarnos ante ella, del mismo modo que el enunciado aparentemente tautológico «la realidad es la realidad», a veces adjetivado como «la dura realidad», funciona para que nos comportemos como personas realistas, es decir, para que reconociendo el carácter real de la realidad, como si dijéramos su solidez, su peso o su dureza, nos pleguemos de una forma realista a sus mandamientos. El primer enunciado del apólogo, entonces, no sólo afirma el «ser» de la verdad sino también su poder y su fuerza.
Por otra parte, el «decir» de la verdad se refiere a dos personajes que no sólo representan dos posiciones y dos funciones sociales distintas (obsérvese que Agamenón manda sobre los hombres y el porquero manda sobre los puercos), sino también subordinadas. El porquero es el porquero de Agamenón, el siervo de Agamenón, el que cuida, no unos puercos cualesquiera, ni siquiera sus propios puercos, sino los puercos de Agamenón, los puercos de ese hombre llamado Agamenón que es el propietario de los puercos y seguramente también el propietario de «su» porquero. Además sólo Agamenón tiene nombre propio, mientras que el porquero no es ni propietario de los puercos, ni propietario de sí mismo, ni siquiera propietario de su nombre.
La sentencia que abre el apólogo, eso de «la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero», indica claramente que el «ser» de la verdad y la «fuerza» de la verdad no tiene nada que ver con el «decir» de la verdad, que la verdad es independiente de quién la diga y, sobre todo, independiente de las diferencias entre los hombres. Y es esa independencia de la verdad respecto a las relaciones sociales que marcan las condiciones de su enunciación la que va a ser juzgada a continuación por esos dos personajes convertidos ya en antagonistas, es decir, en contendientes de una lucha cuyo territorio es la verdad del poder y el poder de la verdad.
En la segunda parte del apólogo, Agamenón, el propietario de los cerdos, del porquero, de su nombre y, seguramente también de la verdad, el que está acostumbrado a decir la verdad en nombre propio, está conforme con que la verdad es obligatoria por sí misma, por su misma condición de verdad, independientemente de quien la diga. Además Agamenón, el que tiene la fuerza, está dispuesto a reconocer que la fuerza de la verdad se deriva de la verdad misma, del propio carácter verdadero de la verdad. Pero el porquero, que no es nadie porque no tiene fuerza, ni nombre, ni cerdos, ni siquiera verdad, no se deja engañar. Él no se deja convencer de que la verdad sea la verdad independientemente de quien la diga, de que la realidad sea la realidad independientemente de quien la defina, y de que los cerdos sean los cerdos independientemente de quien sea su propietario. Él sabe que la verdad, como los cerdos, nunca será suya, porque él no es nadie. Él sabe que siempre va a ser vencido en la lucha por la verdad y en la lucha por los cerdos. Pero en el fondo de su corazón sigue latiendo la dignidad de ese irredento «no me convence» como lo único que puede oponer al tirano. El porquero no tiene una verdad distinta a la verdad del tirano. El porquero sabe que está ya de antemano vencido por la verdad del poder. El porquero sabe que la verdad del poder es la única verdad y la verdad
verdadera. Pero conserva al menos la secreta dignidad de no dejarse convencer por el poder de la verdad.
Extracto de la tesis de
Jorge Larrosa
Universitat de Barcelona. Departament de Teoria i Història de l’Educació
Enrahonar 31, 2000
Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto