06 Sep, 2019, 11:08 AM
Comenta el Padre Francois Brune (sacerdote y escritor católico francés):
Era el 17 de septiembre de 1952. El padre Pellegrino Ernetti, que se encontraba en su laboratorio de física experimental, lo recuerda con precisión y fue él mismo quien me lo contó, cuando fui a visitarlo a su monasterio de San Giorgio Maggiore, en Venecia.
En aquellos momentos, Ernetti trabajaba junto al padre Agostino Gemelli, fundador de la Universidad católica de Milán y presidente en aquel entonces de la Academia pontificia, en la filtración de misteriosas voces que salian persistentemente en grabaciones.
Se servían para ello de un oscilógrafo y de viejos magnetófonos, que no funcionaban todavía con cintas, sino con hilos. Estos se rompían a cada paso, requerían operaciones delicadas y provocaban pérdidas de tiempo. Pues bien, desde hacía muchos años, desde la muerte de su padre, cuando el padre Gemelli se encontraba con una dificultad, tenía la costumbre de encomendarse de inmediato a su difunto padre, diciéndole familiarmente: "Papá, ayúdame!"
En aquel trabajo, no faltaban las ocasiones de invocar tal ayuda. Aquel día, el hilo había vuelto a romperse y, mientras realizaba la necesaria reparación, el padre Gemelli había hecho su llamada habitual. Fue entonces cuando, al volver a poner en marcha el aparato, en lugar de escuchar el canto gregoriano que estaban grabando, se hicieron oír estas palabras con claridad: -Pues claro que te ayudo, -estoy siempre a tu lado!- El padre Gemelli, en aquellos momentos, se sintió aterrorizado.
Comenzó a temblar y a sudar. El padre Ernetti le animó, sin embargo, a hacer una nueva tentativa y entonces se dejó oír la misma voz, clara, aunque un tanto irónica: *Pues claro, cabezón: no ves que soy yo? Cabezón (zuccone), así es como cariñosamente lo llamaba siempre su padre.
Los dos religiosos se apresuraron a visitar a Pio XII para darle cuenta del acontecimiento. El Papa tranquilizó al padre Gemelli:
Mi querido Padre, quédese tranquilo, éste es un hecho estrictamente científico y nada tiene que ver con el espiritismo; el magnetofón es un aparato objetivo al que no se le puede sugestionar, capta y graba las vibraciones sonoras vengan de donde vengan. Esta experiencia puede marcar tal vez el comienzo de un nuevo estudio científico que confirme la fe en el Más allá.
El padre Ernetti tuvo la extraordinaria amabilidad, más tarde, de hacerme llegar las entrevistas que había concedido a la revista Astra sobre este extraordinario acontecimiento. Lo citado aquí es del n1 de junio de 1990, pp. 90-91.
La razón principal por la que el santo Padre rechaza vincular este mensaje con el espiritismo no es porque la iniciativa del mismo haya venido del más allá, sino porque quedaba necesariamente al margen de toda sugestión por parte del receptor.
Era el 17 de septiembre de 1952. El padre Pellegrino Ernetti, que se encontraba en su laboratorio de física experimental, lo recuerda con precisión y fue él mismo quien me lo contó, cuando fui a visitarlo a su monasterio de San Giorgio Maggiore, en Venecia.
En aquellos momentos, Ernetti trabajaba junto al padre Agostino Gemelli, fundador de la Universidad católica de Milán y presidente en aquel entonces de la Academia pontificia, en la filtración de misteriosas voces que salian persistentemente en grabaciones.
Se servían para ello de un oscilógrafo y de viejos magnetófonos, que no funcionaban todavía con cintas, sino con hilos. Estos se rompían a cada paso, requerían operaciones delicadas y provocaban pérdidas de tiempo. Pues bien, desde hacía muchos años, desde la muerte de su padre, cuando el padre Gemelli se encontraba con una dificultad, tenía la costumbre de encomendarse de inmediato a su difunto padre, diciéndole familiarmente: "Papá, ayúdame!"
En aquel trabajo, no faltaban las ocasiones de invocar tal ayuda. Aquel día, el hilo había vuelto a romperse y, mientras realizaba la necesaria reparación, el padre Gemelli había hecho su llamada habitual. Fue entonces cuando, al volver a poner en marcha el aparato, en lugar de escuchar el canto gregoriano que estaban grabando, se hicieron oír estas palabras con claridad: -Pues claro que te ayudo, -estoy siempre a tu lado!- El padre Gemelli, en aquellos momentos, se sintió aterrorizado.
Comenzó a temblar y a sudar. El padre Ernetti le animó, sin embargo, a hacer una nueva tentativa y entonces se dejó oír la misma voz, clara, aunque un tanto irónica: *Pues claro, cabezón: no ves que soy yo? Cabezón (zuccone), así es como cariñosamente lo llamaba siempre su padre.
Los dos religiosos se apresuraron a visitar a Pio XII para darle cuenta del acontecimiento. El Papa tranquilizó al padre Gemelli:
Mi querido Padre, quédese tranquilo, éste es un hecho estrictamente científico y nada tiene que ver con el espiritismo; el magnetofón es un aparato objetivo al que no se le puede sugestionar, capta y graba las vibraciones sonoras vengan de donde vengan. Esta experiencia puede marcar tal vez el comienzo de un nuevo estudio científico que confirme la fe en el Más allá.
El padre Ernetti tuvo la extraordinaria amabilidad, más tarde, de hacerme llegar las entrevistas que había concedido a la revista Astra sobre este extraordinario acontecimiento. Lo citado aquí es del n1 de junio de 1990, pp. 90-91.
La razón principal por la que el santo Padre rechaza vincular este mensaje con el espiritismo no es porque la iniciativa del mismo haya venido del más allá, sino porque quedaba necesariamente al margen de toda sugestión por parte del receptor.