10 Oct, 2017, 05:21 PM
EMPIEZA LA PESADILLA
Ahora que Pérez sabía que conocíamos su secreto inicio una campaña de desprestigio en nuestra contra. De mi papá se dedicó a difundir la calumnia de que la organización lo estaba investigando por posible apostasía. Como se imaginarán, esto se regó como la pólvora. Hermanos sinceros que nos conocían de años empezaron a llamar para preguntarnos qué estaba pasando porque habían escuchado el rumor, otros simplemente nos sacaban la vuelta para no tener que saludarnos cuando en el pasado se les había dado ayuda, tiempo, amistad sincera, alimento y en algunos casos, hasta dinero.
En mi caso, uno de los ancianos cobardes, lacayo de Pérez, empezó a decir que yo era una mujer rebelde, que no respetaba a mi esposo ni a los ancianos, que hacía lo que me daba la gana (me comparaba con Jezabel jajaja!!). Lo enfrenté. Le dije que estaba enterada de lo que estaba diciendo de mí y el muy cobarde primero lo negó, luego me dijo que a veces se hacían comentarios que se malentendían y me ofreció una disculpa. Yo la acepté porque no quería más problemas. A los pocos días, andando en el servicio, Pérez le pregunta a mi esposo que si no me nota algo extraña. Mi esposo le responde que no, que a que se refiere. Pérez le dice que a nada, que lo olvide. Estando en casa, mi esposo me cuestiona qué es lo que está pasando conmigo que Pérez le comenta que estoy extraña. Una cosa llevó a la otra y terminamos teniendo un pleito horrible. Mi esposo estuvo a punto de irse de la casa, sólo se detuvo porque mis hijos se tiraron a sus pies llorando y pidiéndole que no nos dejara.
Yo no podía entender qué estaba pasando. Cómo era posible que se estuvieran comportando de una manera tan ruin y baja los Siervos de Jehová!. Sentía que mi mundo se hacía pedazos, que el piso bajo mis pies se desmoronaba y yo trataba desesperadamente de sostenerme para no caer al precipicio. Pasaba las noches enteras orando y llorando. Necesitaba respuestas y las busqué. Empecé a leer el libro Crisis de Conciencia, lo terminé en dos días. Seguí con Cautivos de un concepto y En busca de la libertad cristiana. Estaba encontrando las respuestas que buscaba.
La visita del Superintendente de circuito (a quien llamaré Montana) estaba próxima, así que mi papá fotocopió las cartas de presentación de la familia Pérez y se las mostró a Montana, le expuso todo lo que estaba sucediendo en la congregación, las calumnias en contra de él y su familia y lo único que Montana le dijo fue que Pérez era un anciano clave en la ciudad y que no se podía hacer nada.
Durante la visita, en la reunión de Ancianos y Ministeriales (mi esposo era ministerial) Pérez empieza a hacer amenazas veladas contra mi esposo. Mi esposo se levanta y le dice: Usted a mí no me quita nada, soy yo quien le deja su privilegio porque no lo quiero, porque no me interesa estar con personas como ustedes; y los deja con un palmo de narices!! Mi papá al ver esto, también renuncia a su privilegio de anciano por más de 60 años y les dice que renuncia porque no quiere compartir la responsabilidad de lo que están haciendo.
En la siguiente reunión anuncian que mi papá ya no es anciano y mi esposo ya no es ministerial, y, como siempre, empezaron las especulaciones y más leña para las calumnias. Muchas veces tuve que escuchar a mi papá hacer oración llorando a gritos, pidiendo ayuda a Jehová. Ya no era posible continuar allí, pero yo seguía pensando: A dónde iremos? A pesar de todo seguía sintiendo la necesidad de estar en las reuniones, de salir a predicar, era lo que había hecho toda mi vida!
Nos cambiamos de congregación. Nunca nos aceptaron. En parte por el veneno que Pérez se había encargado de diseminar y también porque nosotros ya no éramos los mismos. Dejamos de asistir poniendo como excusa que mi mamá requiere atención constante por su enfermedad. Sólo cuando viene el superintendente de circuito nos quieren visitar pero les decimos que no podemos atenderlos y ya no insisten.
Hace poco le pregunté a mi papá si quería asistir a la reunión y me dijo: No tengo ganas de ver a los hermanos, no quiero ir. Yo le platico sobre lo que he encontrado y poco a poco él está entendiendo y asimilando lo sucedido.
Yo, finalmente decidí soltar y me di cuenta de que no hay ningún abismo y que el suelo bajo mis pies es firme. Puedo continuar caminando.
Ahora que Pérez sabía que conocíamos su secreto inicio una campaña de desprestigio en nuestra contra. De mi papá se dedicó a difundir la calumnia de que la organización lo estaba investigando por posible apostasía. Como se imaginarán, esto se regó como la pólvora. Hermanos sinceros que nos conocían de años empezaron a llamar para preguntarnos qué estaba pasando porque habían escuchado el rumor, otros simplemente nos sacaban la vuelta para no tener que saludarnos cuando en el pasado se les había dado ayuda, tiempo, amistad sincera, alimento y en algunos casos, hasta dinero.
En mi caso, uno de los ancianos cobardes, lacayo de Pérez, empezó a decir que yo era una mujer rebelde, que no respetaba a mi esposo ni a los ancianos, que hacía lo que me daba la gana (me comparaba con Jezabel jajaja!!). Lo enfrenté. Le dije que estaba enterada de lo que estaba diciendo de mí y el muy cobarde primero lo negó, luego me dijo que a veces se hacían comentarios que se malentendían y me ofreció una disculpa. Yo la acepté porque no quería más problemas. A los pocos días, andando en el servicio, Pérez le pregunta a mi esposo que si no me nota algo extraña. Mi esposo le responde que no, que a que se refiere. Pérez le dice que a nada, que lo olvide. Estando en casa, mi esposo me cuestiona qué es lo que está pasando conmigo que Pérez le comenta que estoy extraña. Una cosa llevó a la otra y terminamos teniendo un pleito horrible. Mi esposo estuvo a punto de irse de la casa, sólo se detuvo porque mis hijos se tiraron a sus pies llorando y pidiéndole que no nos dejara.
Yo no podía entender qué estaba pasando. Cómo era posible que se estuvieran comportando de una manera tan ruin y baja los Siervos de Jehová!. Sentía que mi mundo se hacía pedazos, que el piso bajo mis pies se desmoronaba y yo trataba desesperadamente de sostenerme para no caer al precipicio. Pasaba las noches enteras orando y llorando. Necesitaba respuestas y las busqué. Empecé a leer el libro Crisis de Conciencia, lo terminé en dos días. Seguí con Cautivos de un concepto y En busca de la libertad cristiana. Estaba encontrando las respuestas que buscaba.
La visita del Superintendente de circuito (a quien llamaré Montana) estaba próxima, así que mi papá fotocopió las cartas de presentación de la familia Pérez y se las mostró a Montana, le expuso todo lo que estaba sucediendo en la congregación, las calumnias en contra de él y su familia y lo único que Montana le dijo fue que Pérez era un anciano clave en la ciudad y que no se podía hacer nada.
Durante la visita, en la reunión de Ancianos y Ministeriales (mi esposo era ministerial) Pérez empieza a hacer amenazas veladas contra mi esposo. Mi esposo se levanta y le dice: Usted a mí no me quita nada, soy yo quien le deja su privilegio porque no lo quiero, porque no me interesa estar con personas como ustedes; y los deja con un palmo de narices!! Mi papá al ver esto, también renuncia a su privilegio de anciano por más de 60 años y les dice que renuncia porque no quiere compartir la responsabilidad de lo que están haciendo.
En la siguiente reunión anuncian que mi papá ya no es anciano y mi esposo ya no es ministerial, y, como siempre, empezaron las especulaciones y más leña para las calumnias. Muchas veces tuve que escuchar a mi papá hacer oración llorando a gritos, pidiendo ayuda a Jehová. Ya no era posible continuar allí, pero yo seguía pensando: A dónde iremos? A pesar de todo seguía sintiendo la necesidad de estar en las reuniones, de salir a predicar, era lo que había hecho toda mi vida!
Nos cambiamos de congregación. Nunca nos aceptaron. En parte por el veneno que Pérez se había encargado de diseminar y también porque nosotros ya no éramos los mismos. Dejamos de asistir poniendo como excusa que mi mamá requiere atención constante por su enfermedad. Sólo cuando viene el superintendente de circuito nos quieren visitar pero les decimos que no podemos atenderlos y ya no insisten.
Hace poco le pregunté a mi papá si quería asistir a la reunión y me dijo: No tengo ganas de ver a los hermanos, no quiero ir. Yo le platico sobre lo que he encontrado y poco a poco él está entendiendo y asimilando lo sucedido.
Yo, finalmente decidí soltar y me di cuenta de que no hay ningún abismo y que el suelo bajo mis pies es firme. Puedo continuar caminando.
Hay heridas que en lugar de abrir la piel abren los ojos.
