12 Mar, 2023, 07:38 PM
Como bien se sabe, la WT es renuente a que sus miembros investiguen por su cuenta cualquier tema, en especial religioso… así que para aquellos que querían algo más que lo que venía en las atalayas, el libro “El hombre en busca de Dios” era una pequeña bocanada de aire fresco, para conocer un poco de otras religiones sin temor a ser criticado (aunque claro, ahora sabemos que incluso ese libro estaba plagado de parcialidad).
Uno de los temas que aborda el libro, es sobre los hilos comunes en la mitología antigua, con lo cual intentar ubicar en la biblia el origen de las mitologías antiguas, pero el tema que interesa es que el libro habla sobre la epopeya de Gilgamesh, ¡mitología mesopotámica en un libro de la organización”, básicamente Gilgamesh es un hombre que ha vivido toda su vida despreocupado, abusando de su posición y sin tener quién le ponga un alto, así que los dioses le crean un enemigo, que sin embargo se convirtió en su amigo, hasta que este amigo muere. En ese momento por primera vez Gilgamesh se da cuenta del ineludible destino que le espera, morir como todos, ya que aunque es un semidios, su parte humana lo hace mortal. Emprende la búsqueda por la inmortalidad y se entera de un humano a quien los dioses le otorgaron inmortalidad: Utnapistim.
Utnapistim es la versión sumeria de Noé, quien por su obediencia fue recompensado por el panteón sumerio con inmortalidad, así que Gilgamesh acude a buscarlo para que le revele el secreto para no morir… Utnapistim le cuenta su historia, de cómo se salvó del diluvio, pero no puede ayudarlo a ser inmortal, no está en sus manos. La epopeya concluye con la muerte de Gilgamesh.
Y yo me pregunto, ¿no acaso todo ex testigo de Jehová se convirtió en Gilgamesh? ¿Cuántos de nosotros vivimos atenidos a que pronto vendría Armagedón y tendríamos la bendición de pasar al nuevo mundo sin morir? Es cierto que nadie nos firmaba categóricamente que no moriríamos como sí se atrevió a hacer el tarolas de Rutherford después de unos tragos durante su campaña para pronosticar el fin del mundo en 1925… pero los constantes recordatorios de las publicaciones nos decían que el fin era inminente, que el fin estaba muy cerca, que si hace un par de décadas Armagedón estaba a la vuelta de la esquina ahora estaba tocando a la puerta, y cualquier suceso mundial era tomado por nosotros como una señal del inminente cataclismo: que se acercaba el año 2000, que la caída de las torres gemelas, la guerra en Irak, el maremoto en Indonesia, la crisis económica mundial del 2008, jugábamos con la posibilidad de no morir nunca. Algunos no solamente alimentábamos nuestras fantasías en la mente, las llevábamos en práctica: quienes decidieron no prepararse académicamente, no tener empleo formal con prestaciones, no ahorrar para la jubilación, vender pertenencias e irse a predicar a los pueblos, con seguridad de que todo iba a ser recompensado muy pronto.
Por eso es que, una de las mayores decepciones que se lleva uno cuando conoce la verdad de la verdad, es saber que sí: uno va a morir. Podría uno soportar todo, uno podría aceptar incluso que no habría un paraíso y que no tendríamos de mascota un león alimentado con paja, mientras tomamos agua de sandía en la cabaña del bosque, pero lo que no soporta uno es aceptar que vamos a morir, no morir es el motivo de ser de un TJ, el deseo de no morir es el combustible que lo mueve a dar lo máximo a la organización; así que es normal mientras uno va despertando, que aún desengañado de la organización, uno siga confiando en el sistema cristiano de creencias, de seguir creyendo en Jehová o al menos en el dios de la biblia.
Esa ilusión tiene que ser masacrada, asesinada brutalmente, pero no es tan fácil, nuestra aún nublada mente concibe la ilusión de no morir como un tierno bebé en brazos al que es difícil ponerle una mano encima, pero en realidad es un monstruo que nos impide avanzar, que nos quiere mantener atrapados para no preocuparnos de dar el máximo en nuestra vida.
Aceptar que moriremos, es uno de los pasos finales que debería dar una persona para terminar de salir por completo de los TJ, porque aún si fuera expulsado, el temor a morir lo domina. Aceptar que moriremos no es malo, no debe ser preocupación incesantemente en nuestra vida, durante miles de años no existí, y nunca me lamenté por ello, ¿qué sucederá cuando deje de existir? Sencillamente no me enteraré, no podré lamentarme, pero sí podré lamentarme si llego a los 80 años y volteo a ver preocupado que pasé las anteriores décadas preocupándome por saber si llegaría a ese día. Pero entenderlo es un proceso personal, que cada quien vive de distinta manera, así que no es mi afán decirte qué debes sentir, o cómo puedes salir de ese sentimiento porque nada de lo que yo te diga te servirá, es como cuando sufres una decepción amorosa en la cual pese a todos los consejos y todos los pasatiempos que tomes para olvidarlo no podrás adelantarte al tiempo, ese paso del tiempo que sana las heridas.
Mientras tanto, si emprendes un viaje como el de Gilgamesh, para buscar el secreto de la inmortalidad, te enfrentarás a grandes aventuras y también a múltiples decepciones, Gilgamesh pasó de todo, pero al final del relato, murió, al igual que todos los que existieron antes de él y después de él.
Uno de los temas que aborda el libro, es sobre los hilos comunes en la mitología antigua, con lo cual intentar ubicar en la biblia el origen de las mitologías antiguas, pero el tema que interesa es que el libro habla sobre la epopeya de Gilgamesh, ¡mitología mesopotámica en un libro de la organización”, básicamente Gilgamesh es un hombre que ha vivido toda su vida despreocupado, abusando de su posición y sin tener quién le ponga un alto, así que los dioses le crean un enemigo, que sin embargo se convirtió en su amigo, hasta que este amigo muere. En ese momento por primera vez Gilgamesh se da cuenta del ineludible destino que le espera, morir como todos, ya que aunque es un semidios, su parte humana lo hace mortal. Emprende la búsqueda por la inmortalidad y se entera de un humano a quien los dioses le otorgaron inmortalidad: Utnapistim.
Utnapistim es la versión sumeria de Noé, quien por su obediencia fue recompensado por el panteón sumerio con inmortalidad, así que Gilgamesh acude a buscarlo para que le revele el secreto para no morir… Utnapistim le cuenta su historia, de cómo se salvó del diluvio, pero no puede ayudarlo a ser inmortal, no está en sus manos. La epopeya concluye con la muerte de Gilgamesh.
Y yo me pregunto, ¿no acaso todo ex testigo de Jehová se convirtió en Gilgamesh? ¿Cuántos de nosotros vivimos atenidos a que pronto vendría Armagedón y tendríamos la bendición de pasar al nuevo mundo sin morir? Es cierto que nadie nos firmaba categóricamente que no moriríamos como sí se atrevió a hacer el tarolas de Rutherford después de unos tragos durante su campaña para pronosticar el fin del mundo en 1925… pero los constantes recordatorios de las publicaciones nos decían que el fin era inminente, que el fin estaba muy cerca, que si hace un par de décadas Armagedón estaba a la vuelta de la esquina ahora estaba tocando a la puerta, y cualquier suceso mundial era tomado por nosotros como una señal del inminente cataclismo: que se acercaba el año 2000, que la caída de las torres gemelas, la guerra en Irak, el maremoto en Indonesia, la crisis económica mundial del 2008, jugábamos con la posibilidad de no morir nunca. Algunos no solamente alimentábamos nuestras fantasías en la mente, las llevábamos en práctica: quienes decidieron no prepararse académicamente, no tener empleo formal con prestaciones, no ahorrar para la jubilación, vender pertenencias e irse a predicar a los pueblos, con seguridad de que todo iba a ser recompensado muy pronto.
Por eso es que, una de las mayores decepciones que se lleva uno cuando conoce la verdad de la verdad, es saber que sí: uno va a morir. Podría uno soportar todo, uno podría aceptar incluso que no habría un paraíso y que no tendríamos de mascota un león alimentado con paja, mientras tomamos agua de sandía en la cabaña del bosque, pero lo que no soporta uno es aceptar que vamos a morir, no morir es el motivo de ser de un TJ, el deseo de no morir es el combustible que lo mueve a dar lo máximo a la organización; así que es normal mientras uno va despertando, que aún desengañado de la organización, uno siga confiando en el sistema cristiano de creencias, de seguir creyendo en Jehová o al menos en el dios de la biblia.
Esa ilusión tiene que ser masacrada, asesinada brutalmente, pero no es tan fácil, nuestra aún nublada mente concibe la ilusión de no morir como un tierno bebé en brazos al que es difícil ponerle una mano encima, pero en realidad es un monstruo que nos impide avanzar, que nos quiere mantener atrapados para no preocuparnos de dar el máximo en nuestra vida.
Aceptar que moriremos, es uno de los pasos finales que debería dar una persona para terminar de salir por completo de los TJ, porque aún si fuera expulsado, el temor a morir lo domina. Aceptar que moriremos no es malo, no debe ser preocupación incesantemente en nuestra vida, durante miles de años no existí, y nunca me lamenté por ello, ¿qué sucederá cuando deje de existir? Sencillamente no me enteraré, no podré lamentarme, pero sí podré lamentarme si llego a los 80 años y volteo a ver preocupado que pasé las anteriores décadas preocupándome por saber si llegaría a ese día. Pero entenderlo es un proceso personal, que cada quien vive de distinta manera, así que no es mi afán decirte qué debes sentir, o cómo puedes salir de ese sentimiento porque nada de lo que yo te diga te servirá, es como cuando sufres una decepción amorosa en la cual pese a todos los consejos y todos los pasatiempos que tomes para olvidarlo no podrás adelantarte al tiempo, ese paso del tiempo que sana las heridas.
Mientras tanto, si emprendes un viaje como el de Gilgamesh, para buscar el secreto de la inmortalidad, te enfrentarás a grandes aventuras y también a múltiples decepciones, Gilgamesh pasó de todo, pero al final del relato, murió, al igual que todos los que existieron antes de él y después de él.
charlesfiascorussell@gmail.com