16 Mar, 2019, 06:33 PM
El baby shower no ha estado prohibido.
Cita:g77 8/9 págs. 27-28 ¿Una “lluvia” de regalos?
¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿A QUIÉN no le agrada recibir un regalo, especialmente cuando es algo que necesita? No obstante, ¿no le ocasiona a uno mayor gozo dar un regalo que se necesita y se recibe con agradecimiento? Como dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.
Sin embargo, a veces surgen preguntas o problemas acerca de hacer regalos, especialmente cuando el hacerlo está relacionado con alguna costumbre local.
Como ejemplo de una costumbre local de dar presentes se cita la “lluvia de regalos” que algunos de Australia acostumbran hacer para una mujer poco antes de casarse. Para esta ocasión tienen una reunión en que se sirve té, y por eso lo llaman un “shower tea.” En los Estados Unidos lo llaman “wedding shower” o sea, la ‘lluvia para el casamiento,’ y también hay “baby showers,” una lluvia de regalos para el bebé de la mujer encinta. Las amistades y parientes se reúnen para pasar un rato gozoso de asociación y refrescos y “hacer llover” sobre la mujer o el matrimonio regalos que han de ayudarlos a enfrentarse a las nuevas circunstancias de establecer un hogar o recibir un bebé nuevo.
Tal vez no acostumbren celebrar estas “lluvias” donde usted vive, pero puede que sí tengan la práctica de llevar flores o fruta cuando se visita a una amistad que está en el hospital o cuando se le invita a alguien a comer en la casa de otro. ¿Qué opina usted acerca de llevar regalos en estas situaciones?
La Biblia contiene mucho para estimulamos a ser generosos. Leemos: “El alma generosa será engordada ella misma, y el que liberalmente riega a otros también él mismo será liberalmente regado.” “El que es bondadoso de ojo será bendecido, porque ha dado de su alimento al de condición humilde.” (Pro. 11:25; 22:9) Juan el Bautista aconsejó: “El que tiene dos prendas interiores de vestir comparta con el que no tiene.” Y Jesús instó: “Practiquen el dar y se les dará. . . . Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes en cambio.”—Luc. 3:11; 6:38.
Según las Escrituras no es incorrecto identificarse modestamente como el dador de un regalo, si uno desea hacerlo, tal vez incluyendo una nota en el paquete. (Compare con Santiago 1:17.) Pero el consejo que Jehová da acerca de hacer regalos tiene en cuenta la imperfección humana. Por ejemplo, existe el peligro de hacer un regalo a fin de glorificar al dador. Por eso Jesús aconsejó: “Cuando andes haciendo dones de misericordia, no toques trompeta delante de ti, . . . no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tus dones de misericordia sean en secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará.” (Mat. 6:2-4) ¡Qué sabio y bondadoso! Si se va a anunciar públicamente el nombre del dador, puede que uno sienta la tentación de dar más de lo que puede, tal vez a fin de igualar el valor de lo que otros regalan. Es muy cierto el proverbio que dice: “Existe el que se da por rico y no obstante no tiene nada en absoluto.”—Pro. 13:7.
Además, la Biblia no recomienda la generosidad o hacer regalos cuando estimulan a la pereza. Dice que uno debe “tener como mira suya el . . . trabajar con sus manos,” porque “si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma.” El apóstol Pablo explicó que él mismo trabajó ‘para no imponerles una carga costosa a otros.’—1 Tes. 4:11; 2 Tes. 3:8-12; Efe. 4:28.
Si una mujer encinta o una pareja que está para casarse realmente no tienen lo necesario, es fácil de comprender que pudiera ser bondadoso y considerado el darles presentes que facilitaran el ajuste. Triste es decirlo, pero algunas veces hay razones muy diferentes para celebrar “lluvias.” Por ejemplo, una señora le escribió a una columnista acerca de una “lluvia” que se había celebrado para su hermana carnal. Dijo lo siguiente acerca de una de las veinte convidadas que asistieron:
“Examinamos y reexaminamos cada regalo y tarjeta y no pudimos hallar una sola cosa de esta mujer. Vino deliberadamente con las manos vacías, . . . Todas quedamos horrorizadas.”
En su respuesta, la columnista incluyó el siguiente comentario:
“He recibido centenares de cartas de mujeres que dicen que se les ha invitado a tantas como cuatro o cinco lluvias para la misma novia. Según su modo de verlo, todo este asunto de lluvias es una gigantesca explotación, y me veo obligada a decir que la carta que usted me escribió añade gran validez a las quejas que recibí de estas mujeres.”
Sí, aunque una “lluvia” puede ser una buena oportunidad para asociación, refrescos y el hacer dádivas, también puede convertirse en una burla del espíritu cristiano del dar generoso. ¡Qué lástima sería el que se sacara la conclusión de que los regalos son más importantes que la presencia de uno! Podemos ver lo incorrecto que es hacer de los regalos la cosa de toda importancia cuando nos damos cuenta de que algún invitado quizás no tenga con qué comprar un regalo o tal vez planee dar algo más tarde.
En algunas “lluvias” se menciona ante todos los presentes el nombre de la persona que dio cada regalo. Esto puede poner a la persona que no trajo un regalo en una situación muy incómoda. Y puede resultar en que se comparen los regalos de las personas de escasos medios con los de los ricos (o que se dan por ricos). (Sant. 2:1-9) ¡Cuánto mejor es no identificar a los dadores por nombre! El seguir el consejo de Jesús contra el anunciar al dador sirve para evitar situaciones incómodas o comparaciones, y fomenta un espíritu más feliz, más cristiano. Escribiendo a los cristianos del primer siglo, Pablo dijo: “Que cada uno haga así como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre.”—2 Cor. 9:7.
El tener presente ese consejo divino ayudará a evitar que se le tenga malquerencia a alguien que no trae un regalo... sea que se trate de una “lluvia,” de visitar a pacientes en el hospital, o de ir a un convite, o cualquier otra ocasión en que pueda estar implicado un regalo debido a la costumbre local. ¡Cuánto mejor es dejar que un regalo sea una expresión de “amor sin hipocresía,” en vez de un formalismo de costumbre!—Rom. 12:9, 13.
Tampoco hay motivo para competición cuando dejamos que la Palabra de Dios nos guíe. Si usted estuviera en el hospital, ¿no apreciaría usted una sola margarita o una naranja que le trajera una persona amorosamente interesada en su bienestar más que flores costosas o una caja de fruta selecta que alguien le diera movido por el “deber”?—Pro. 15:17; 28:6.
Además, no hay por qué alguien deba creer que tiene que dar un regalo “igual” en cambio por algo que reciba. Una señora explicó que cuando invitó a una amiga a su casa para una comida y ella le trajo ‘un juego de pulsera y aretes, una caja de bombones de chocolate y una botella de champaña,’ le pareció que tendría que llevar el equivalente de eso cuando fuera a comer a su casa. Pero, ¿por qué debiera ser así? Las circunstancias de cada individuo son diferentes. Y aun si no lo fueran, ¿no es el sentimiento lo que verdaderamente importa? Revela esto el hecho de que Jesús alabó a la mujer pobre cuya dádiva a Dios constó de solo dos monedas pequeñas.—Luc. 21:1-4.
Cuando nuestro modo de pensar y de hacer regalos armoniza con el perfecto consejo de Dios, verdaderamente hay una base para felicidad... tanto para el que hace el regalo como para el que lo recibe.
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