18 Jun, 2019, 07:29 PM
La parábola del buen samaritano es una verdadera joya sobre la misericordia y el amor demostrado a desconocidos.
Como lo mencioné en un comentario en otro hilo, la organización hace una aplicación limitada de esta poderosa enseñanza de Jesús. Me gustaría hacer un análisis para enriquecer nuestra comprensión de esta parábola que pronto se estudiará nuevamente en las congregaciones. Veamos.
"Porque los judíos no se tratan con los samaritanos", dice Juan 4:9 (TNM). ¿Por qué no se trataban, a qué se debía la enemistad? ¿Qué eran los samaritanos para los judíos?
Comencemos desde el principio, ¿de dónde salieron los samaritanos?
Según cuenta la Biblia, el primer rey israelita fue Saúl, a quien siguió David y luego su hijo, Salomón. Cuando Salomón murió, lo sucedió su hijo Rehoboam. En ese momento, una delegación del pueblo acudió al nuevo rey solicitándole una rebaja en sus gravosas medidas impuestas por Salomón. Allí fue cuando Rehoboam prefirió escuchar a sus consejeros jóvenes en lugar de a los mayores, y dio su famosa respuesta: “Mi padre, por su parte, hizo pesado el yugo de ustedes, pero yo, por mi parte, añadiré a su yugo. Mi padre, por su parte, los castigó con látigos, pero yo, por mi parte, los castigaré con azotes [de puntas agudas]”. (1 Reyes 12:2-15)
Sucedido lo anterior, el pueblo de doce tribus se dividió en dos. Las diez tribus septentrionales se convirtieron en Israel (con Siquem como capital y Jeroboán como rey), y las dos restantes en Judá, con su capital Jerusalén bajo el reinado del descendiente de David, Rehoboam.
Esta división contó con el apoyo de Yaweh, como se lo comunicó por medio del profeta Ahíya (1 Reyes 11:29-38). De modo que se esperaba que la división fuese meramente administrativa, por lo que la adoración se seguiría realizando en el templo de Jerusalén.
Pero Jeroboán temió que su poder se debilitase si el pueblo (Israel, las diez tribus del norte) acudía a Jerusalén (Judá, al sur) a adorar y rendir sacrificios. El libro Perspicacia cuenta lo que hizo Jeroboán:
Al ver que sus súbditos subían al templo de Jerusalén para adorar, pensó que con el tiempo podían matarle y ser leales a Rehoboam. Así que decidió crear una religión centrada en dos becerros de oro; colocó uno en Betel, al S., y el otro en Dan, al N. También instituyó su propio sacerdocio no aarónico, compuesto de cualquier persona del pueblo que estuviera dispuesta a conseguir el puesto ofreciendo un toro y siete corderos. Estos sirvieron “para los lugares altos y para los demonios de forma de cabra y para los becerros que había hecho”. Jeroboán también inventó ‘días santos’ especiales, y él mismo puso el ejemplo al pueblo para que hiciesen sacrificios a estos dioses de nuevo cuño.
De manera que el reino norteño de Israel dejó de adorar a Yaweh del modo que Él mandaba. La imagen que pinta la Biblia de Jeroboán es negativa. Dice Perspicacia:
Los “pecados de Jeroboán” estuvieron relacionados con la adoración de becerros que introdujo, un culto apóstata que otros reyes israelitas también practicaron, por lo que se hicieron culpables del mismo pecado.
Jeroboán fue un apóstata y el pueblo israelita también lo era.
Más adelante, por la apostasía de Israel, Yaweh permitió que Asiria invadiera el reino septentrional, se llevara parte del pueblo cautivo e instalara extranjeros en sus tierras. Dice la Biblia que estos extranjeros caían presos de bestias salvajes 'por no conocer el dios del país'. Así que el rey asirio mandó traer nuevamente sacerdotes del culto apóstata promovido por Jeroboán para que instruyera a los colonos, pero éstos, aunque ahora supuestamente adoraban a Yaweh, seguían adorando sus propios dioses y fabricando ídolos. El relato está en 2 Reyes 17:24-41.
Dice Perspicacia:
La palabra “samaritanos” con el tiempo aplicó tanto a los descendientes de los que quedaron en Samaria como a los que llevaron los asirios. Por lo tanto, algunos sin duda nacieron de matrimonios mixtos. Mucho tiempo después, el nombre “samaritano” adquirió una connotación más religiosa que racial o política. Un “samaritano” era alguien que pertenecía a la secta religiosa que floreció en las inmediaciones de las antiguas Siquem y Samaria, y que se adhería a ciertas doctrinas inconfundiblemente diferentes a las del judaísmo.
Los samaritanos compartían (aún lo hacen, quedan muy pocos) los escritos del Pentateuco, aunque modificados, por lo que existe el llamado "Pentateuco Samaritano". Edificaron su templo en Guerizim en contraposición al de Jerusalén.
Ese fue el contexto de la palabra "samaritano" cuando Jesús predicó su mensaje.
Era tal la aversión hacia los samaritanos que era un insulto ser llamado tal, por eso los fariseos le dijeron a Jesús:
"¿No decimos correctamente: Tú eres samaritano y tienes demonio?" (Juan 8:48)
En resumidas cuentas, los samaritanos eran, a ojos de los judíos, APÓSTATAS, de los peores, pues compartían parte de sus creencias y eran descendientes (al menos en parte) de Abrahán, pero adoraban al mismo dios "a su manera" con ídolos incluídos.
Como lo mencioné en un comentario en otro hilo, la organización hace una aplicación limitada de esta poderosa enseñanza de Jesús. Me gustaría hacer un análisis para enriquecer nuestra comprensión de esta parábola que pronto se estudiará nuevamente en las congregaciones. Veamos.
"Porque los judíos no se tratan con los samaritanos", dice Juan 4:9 (TNM). ¿Por qué no se trataban, a qué se debía la enemistad? ¿Qué eran los samaritanos para los judíos?
Comencemos desde el principio, ¿de dónde salieron los samaritanos?
Según cuenta la Biblia, el primer rey israelita fue Saúl, a quien siguió David y luego su hijo, Salomón. Cuando Salomón murió, lo sucedió su hijo Rehoboam. En ese momento, una delegación del pueblo acudió al nuevo rey solicitándole una rebaja en sus gravosas medidas impuestas por Salomón. Allí fue cuando Rehoboam prefirió escuchar a sus consejeros jóvenes en lugar de a los mayores, y dio su famosa respuesta: “Mi padre, por su parte, hizo pesado el yugo de ustedes, pero yo, por mi parte, añadiré a su yugo. Mi padre, por su parte, los castigó con látigos, pero yo, por mi parte, los castigaré con azotes [de puntas agudas]”. (1 Reyes 12:2-15)
Sucedido lo anterior, el pueblo de doce tribus se dividió en dos. Las diez tribus septentrionales se convirtieron en Israel (con Siquem como capital y Jeroboán como rey), y las dos restantes en Judá, con su capital Jerusalén bajo el reinado del descendiente de David, Rehoboam.
Esta división contó con el apoyo de Yaweh, como se lo comunicó por medio del profeta Ahíya (1 Reyes 11:29-38). De modo que se esperaba que la división fuese meramente administrativa, por lo que la adoración se seguiría realizando en el templo de Jerusalén.
Pero Jeroboán temió que su poder se debilitase si el pueblo (Israel, las diez tribus del norte) acudía a Jerusalén (Judá, al sur) a adorar y rendir sacrificios. El libro Perspicacia cuenta lo que hizo Jeroboán:
Al ver que sus súbditos subían al templo de Jerusalén para adorar, pensó que con el tiempo podían matarle y ser leales a Rehoboam. Así que decidió crear una religión centrada en dos becerros de oro; colocó uno en Betel, al S., y el otro en Dan, al N. También instituyó su propio sacerdocio no aarónico, compuesto de cualquier persona del pueblo que estuviera dispuesta a conseguir el puesto ofreciendo un toro y siete corderos. Estos sirvieron “para los lugares altos y para los demonios de forma de cabra y para los becerros que había hecho”. Jeroboán también inventó ‘días santos’ especiales, y él mismo puso el ejemplo al pueblo para que hiciesen sacrificios a estos dioses de nuevo cuño.
De manera que el reino norteño de Israel dejó de adorar a Yaweh del modo que Él mandaba. La imagen que pinta la Biblia de Jeroboán es negativa. Dice Perspicacia:
Los “pecados de Jeroboán” estuvieron relacionados con la adoración de becerros que introdujo, un culto apóstata que otros reyes israelitas también practicaron, por lo que se hicieron culpables del mismo pecado.
Jeroboán fue un apóstata y el pueblo israelita también lo era.
Más adelante, por la apostasía de Israel, Yaweh permitió que Asiria invadiera el reino septentrional, se llevara parte del pueblo cautivo e instalara extranjeros en sus tierras. Dice la Biblia que estos extranjeros caían presos de bestias salvajes 'por no conocer el dios del país'. Así que el rey asirio mandó traer nuevamente sacerdotes del culto apóstata promovido por Jeroboán para que instruyera a los colonos, pero éstos, aunque ahora supuestamente adoraban a Yaweh, seguían adorando sus propios dioses y fabricando ídolos. El relato está en 2 Reyes 17:24-41.
Dice Perspicacia:
La palabra “samaritanos” con el tiempo aplicó tanto a los descendientes de los que quedaron en Samaria como a los que llevaron los asirios. Por lo tanto, algunos sin duda nacieron de matrimonios mixtos. Mucho tiempo después, el nombre “samaritano” adquirió una connotación más religiosa que racial o política. Un “samaritano” era alguien que pertenecía a la secta religiosa que floreció en las inmediaciones de las antiguas Siquem y Samaria, y que se adhería a ciertas doctrinas inconfundiblemente diferentes a las del judaísmo.
Los samaritanos compartían (aún lo hacen, quedan muy pocos) los escritos del Pentateuco, aunque modificados, por lo que existe el llamado "Pentateuco Samaritano". Edificaron su templo en Guerizim en contraposición al de Jerusalén.
Ese fue el contexto de la palabra "samaritano" cuando Jesús predicó su mensaje.
Era tal la aversión hacia los samaritanos que era un insulto ser llamado tal, por eso los fariseos le dijeron a Jesús:
"¿No decimos correctamente: Tú eres samaritano y tienes demonio?" (Juan 8:48)
En resumidas cuentas, los samaritanos eran, a ojos de los judíos, APÓSTATAS, de los peores, pues compartían parte de sus creencias y eran descendientes (al menos en parte) de Abrahán, pero adoraban al mismo dios "a su manera" con ídolos incluídos.
Ubi dubium ibi libertas (Donde hay dudas hay libertad)
"La verdad nunca teme ser examinada, la mentira sí."