05 Aug, 2018, 07:59 AM
La revista ¡Despertad! del 22 de abril de 1986
Cualquier persona —hombre, mujer, niño o esclavo— podía
acusar a otra de hereje, sin temer a tener que enfrentarse al acusado
ni que el acusado se enterara de quién lo denunció. El acusado rara vez
tenía quién lo defendiera, ya que a cualquier abogado o testigo a su
favor se le acusaría de ayudar a un hereje y de ser su cómplice. Así que
por lo general el acusado se enfrentaba solo ante los inquisidores,
quienes desempeñaban el cargo de fiscal y a la vez de juez.
Así es amigos bienvenidos al pasado.
Tomado de la página 349 del libro crisis de conciencia escrito por Franz.
Cualquier persona —hombre, mujer, niño o esclavo— podía
acusar a otra de hereje, sin temer a tener que enfrentarse al acusado
ni que el acusado se enterara de quién lo denunció. El acusado rara vez
tenía quién lo defendiera, ya que a cualquier abogado o testigo a su
favor se le acusaría de ayudar a un hereje y de ser su cómplice. Así que
por lo general el acusado se enfrentaba solo ante los inquisidores,
quienes desempeñaban el cargo de fiscal y a la vez de juez.
Así es amigos bienvenidos al pasado.
Tomado de la página 349 del libro crisis de conciencia escrito por Franz.