19 Mar, 2019, 03:13 PM
Sigo contando mi historia, estos días he estado un poco ocupado y no he podido continuar.
Aquella mañana de domingo era diferente, yo sabía que iba a haber un antes y un después en ese día. Mi mujer estaba en la cocina, de espaldas, y yo le di los buenos días y un abrazo cómo hacía mucho que no se lo daba, pensando que quizá sería la última vez que podría hacerlo. Tenía que decir las cosas, pero no sabía cómo. Nos preparamos como cada domingo para ir a la reunión, y mientras conducía me iba preparando mentalmente para la tormenta, pero en mi cabeza era tal la presión que ya ni pensaba con claridad. Quería que todo pasara rápido. En el coche iba mi padre mi suegra mi mujer y yo.
Llegamos al salón, y pido a mi mujer y a mi suegra que bajen , pero que mi padre se quedara, que tenía que hablar con el. Nuevo error, con quien tenía que haber hablado primero era con mi esposa. Aparco el coche y vamos a un bar. Mi padre de los nervios el hombre xq no sabía q pasaba. Le confesé todo lo que había pasado, y me dijo con toda razón que lo mejor que podía hacer era contárselo a mi esposa. Hacía una hora ya que me esperaban en el salón del reino. Mensajee a mi mujer para que se acercara al bar donde estábamos y allí se lo conté. Lo vivo cono si hubiera ocurrido hace 10 minutos. Su cara de no creerlo, rabia, impotencia y dolor.
No sé si en la vida viviré algo tan difícil como ese instante, que hoy, un año después, sigue atormentandome. Allí lo dije todo, que ya no podía continuar con ella y que no podía seguir siendo testigo de Jehová. No quería ni que ella me perdonase y Jehová tampoco.
Me sentí el ser más inhumano, despreciable, cobarde, egoísta que ha pisado jamás este planeta. No merecía el perdón de nadie. Y mi mujer, aunque me perdonara, no merecía a alguien capaz de hacer algo así. Yo mismo no podía consentir eso, no me lo podía perdonar.
Había dado los pasos de la peor manera, pero los había dado. Estaba dispuesto a cambiar de vida totalmente. La vecina también lo comentó en su casa, y tampoco cayó bien, cómo es lógico, pero quisieron que fuera yo y les explicara las cosas, y no nos juzgaron, respetaron la decisión.
No sabía si ilusionarme o morirme. Estaba abrumado por todo lo que me había pasado en un solo día. Acababa de dejar a mi mujer, familia, amistades de toda la vida. Me quedaba solo en el mundo prácticamente, y todo en menos de dos meses.
Al día siguiente mi mujer vuelve a casa, a decirme que me perdonaba, que lo entendía, que sabía que había echo cosas mal, que volviéramos otra vez. Y yo, me sentía aún peor que el día anterior, le dije que no. Y esta vez no era por la vecina, esta vez era por que me sentía como un gusano, y ella merecía otra cosa. No merecía el perdon de ella ni de nadie. Estuvimos hablando durante horas, se quedó en casa a dormir, quería dormir otra vez conmigo aunque fuera una última vez, y ni eso le pude conceder. Quería que pasara página lo antes posible, como si fuera algo sencillo!!
Al día siguiente llamo a un anciano para contar lo que ha pasado, y poder dejar a mi esposa libre. Les pregunté que qué era más rápido, si que me expulsaran o me desasociara, y me dijeron que para la expulsión hacía falta un comité , así que decidí desasociarme en esa misma semana. En dos dias ya les mande mi carta.
Cuando dieron el anuncio absolutamente nadie se lo podía creer. Jamás se lo hubieran imaginado de mi, de nosotros.
Empieza la lluvia de mensajes, todos bien intencionados, de que vuelva, que lo piense, que Jehová me perdonara, que se puede arreglar. Pero yo ya no podía echarme atrás, había decidido dar el paso, y si me iba mal, me merecía las consecuencias.
Aquella mañana de domingo era diferente, yo sabía que iba a haber un antes y un después en ese día. Mi mujer estaba en la cocina, de espaldas, y yo le di los buenos días y un abrazo cómo hacía mucho que no se lo daba, pensando que quizá sería la última vez que podría hacerlo. Tenía que decir las cosas, pero no sabía cómo. Nos preparamos como cada domingo para ir a la reunión, y mientras conducía me iba preparando mentalmente para la tormenta, pero en mi cabeza era tal la presión que ya ni pensaba con claridad. Quería que todo pasara rápido. En el coche iba mi padre mi suegra mi mujer y yo.
Llegamos al salón, y pido a mi mujer y a mi suegra que bajen , pero que mi padre se quedara, que tenía que hablar con el. Nuevo error, con quien tenía que haber hablado primero era con mi esposa. Aparco el coche y vamos a un bar. Mi padre de los nervios el hombre xq no sabía q pasaba. Le confesé todo lo que había pasado, y me dijo con toda razón que lo mejor que podía hacer era contárselo a mi esposa. Hacía una hora ya que me esperaban en el salón del reino. Mensajee a mi mujer para que se acercara al bar donde estábamos y allí se lo conté. Lo vivo cono si hubiera ocurrido hace 10 minutos. Su cara de no creerlo, rabia, impotencia y dolor.
No sé si en la vida viviré algo tan difícil como ese instante, que hoy, un año después, sigue atormentandome. Allí lo dije todo, que ya no podía continuar con ella y que no podía seguir siendo testigo de Jehová. No quería ni que ella me perdonase y Jehová tampoco.
Me sentí el ser más inhumano, despreciable, cobarde, egoísta que ha pisado jamás este planeta. No merecía el perdón de nadie. Y mi mujer, aunque me perdonara, no merecía a alguien capaz de hacer algo así. Yo mismo no podía consentir eso, no me lo podía perdonar.
Había dado los pasos de la peor manera, pero los había dado. Estaba dispuesto a cambiar de vida totalmente. La vecina también lo comentó en su casa, y tampoco cayó bien, cómo es lógico, pero quisieron que fuera yo y les explicara las cosas, y no nos juzgaron, respetaron la decisión.
No sabía si ilusionarme o morirme. Estaba abrumado por todo lo que me había pasado en un solo día. Acababa de dejar a mi mujer, familia, amistades de toda la vida. Me quedaba solo en el mundo prácticamente, y todo en menos de dos meses.
Al día siguiente mi mujer vuelve a casa, a decirme que me perdonaba, que lo entendía, que sabía que había echo cosas mal, que volviéramos otra vez. Y yo, me sentía aún peor que el día anterior, le dije que no. Y esta vez no era por la vecina, esta vez era por que me sentía como un gusano, y ella merecía otra cosa. No merecía el perdon de ella ni de nadie. Estuvimos hablando durante horas, se quedó en casa a dormir, quería dormir otra vez conmigo aunque fuera una última vez, y ni eso le pude conceder. Quería que pasara página lo antes posible, como si fuera algo sencillo!!
Al día siguiente llamo a un anciano para contar lo que ha pasado, y poder dejar a mi esposa libre. Les pregunté que qué era más rápido, si que me expulsaran o me desasociara, y me dijeron que para la expulsión hacía falta un comité , así que decidí desasociarme en esa misma semana. En dos dias ya les mande mi carta.
Cuando dieron el anuncio absolutamente nadie se lo podía creer. Jamás se lo hubieran imaginado de mi, de nosotros.
Empieza la lluvia de mensajes, todos bien intencionados, de que vuelva, que lo piense, que Jehová me perdonara, que se puede arreglar. Pero yo ya no podía echarme atrás, había decidido dar el paso, y si me iba mal, me merecía las consecuencias.