21 Mar, 2019, 06:22 PM
Un extraño pensamiento acababa de brotar en su cabeza. Y, oh casualidad, en una mesita a continuación de la suya estaban sentados un estudiante y un joven oficial. De pronto el estudiante se puso a hablarle a su compañero de la tal Alíona y en un momento dado dice. “Yo a esa vieja la mataría y le robaría y te juro sin el menor remordimiento de conciencia”. Después trata de minimizar sus dichos: “Bueno, yo hace un momento hablaba en broma; pero,…. mira: de un lado una vieja estúpida, imbécil, inútil, mala, enferma, que a nadie le sirve de provecho, sino que por el contrario a todos perjudica…..”. “De otro lado las energías juveniles que se rinden en vano sin apoyo. Mil obras buenas que se podrían hacer con los dineros que esa vieja lega al monasterio….decenas de familias salvadas de la miseria…de la corrupción…de los hospitales venéreos…”. Y como si estuviera arengando a alguien exclama: “Mátala, quítale esos dineros, para con ellos consagrarte después al servicio de la humanidad toda y al bienestar general. ¿No quedaría borrado un solo crimen insignificante con millares de buenas acciones?. Por una muerte, mil vidas en cambio. Es una cuestión aritmética. No vale más que la vida de un piojo”
— Sin duda que no merece vivir, observó el joven oficial; pero es la Naturaleza.
— Ah hermano, sí: pero a la Naturaleza se la mejora, se la encauza, sin lo cual naufragaríamos en prejuicios.
Luego de escuchar este diálogo, Raskólnicov entra en oscuras cavilaciones. Y se pregunta por qué su ánimo está tan perturbado si la idea que tuvo (la de matar a la vieja) es sólo una fantasía y que lo que a él le preocupaba sobre todo era la siguiente cuestión: “¿Por qué casi todos los crímenes se descubren tan fácilmente y por qué tan fácilmente se encuentran las huellas de casi todos los asesinos?”. Según su juicio la razón principal consistía no tanto en la imposibilidad natural de ocultar el crimen, como en el criminal mismo; todos los delincuentes experimentan…en el momento de cometer su crimen como un desfallecimiento de la voluntad y del juicio…Se apodera del hombre – según Rodia.- como una enfermedad que persiste un tiempo (aún después del crimen) hasta desaparecer como cualquier otra dolencia. “El problema estaba en saber si es la enfermedad la que engendra el crimen o si el crimen mismo iba siempre acompañado, por su misma naturaleza, de cierto género de enfermedad”. Cuestión ésta que él no se sentía en condiciones de resolver. Pero en lo que a él personalmente se refería, pensaba que no era posible que se produjesen semejantes derrumbamientos morales…porque lo que él se proponía llevar a cabo no era un crimen.
Al interrogante de Raskólnikov nosotros le responderíamos que, en su caso al menos, es “la enfermedad” la que engendra el crimen. ¿De qué enfermedad se trata? La respuesta la dió Freud: (Los que delinquen por sentimiento de culpa):
“Por paradójico que pueda sonar, debo sostener que ahí la conciencia de culpa preexistía a la falta, que no procedía de ésta, sino que, a la inversa, la falta provenía de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como “delincuentes por conciencia de culpa”.
¿Es verdaderamente este el caso de Raskolnikov?
Un par de meses antes del crimen, Raskónikov había publicado en una revista la teoría que lo justificaba y que el comisario había leído dando origen a ese intenso y denso diálogo entre ambos,
En ese artículo Raskólnicov. sostenía, como se lo recuerda el comisario, que los hombres se dividen en “ordinarios y extraordinarios. Los hombres vulgares (u ordinarios) debían vivir en la obediencia y no tienen derecho a infringir las leyes, por el hecho mismo de ser vulgares. Pero los extraordinarios tienen derecho a cometer toda suerte de crímenes y a infringir de todas las maneras las leyes, por el hecho mismo de ser extraordinarios”.
Crimen y castigo (parte III, cap. V).
Fiodor D.
— Sin duda que no merece vivir, observó el joven oficial; pero es la Naturaleza.
— Ah hermano, sí: pero a la Naturaleza se la mejora, se la encauza, sin lo cual naufragaríamos en prejuicios.
Luego de escuchar este diálogo, Raskólnicov entra en oscuras cavilaciones. Y se pregunta por qué su ánimo está tan perturbado si la idea que tuvo (la de matar a la vieja) es sólo una fantasía y que lo que a él le preocupaba sobre todo era la siguiente cuestión: “¿Por qué casi todos los crímenes se descubren tan fácilmente y por qué tan fácilmente se encuentran las huellas de casi todos los asesinos?”. Según su juicio la razón principal consistía no tanto en la imposibilidad natural de ocultar el crimen, como en el criminal mismo; todos los delincuentes experimentan…en el momento de cometer su crimen como un desfallecimiento de la voluntad y del juicio…Se apodera del hombre – según Rodia.- como una enfermedad que persiste un tiempo (aún después del crimen) hasta desaparecer como cualquier otra dolencia. “El problema estaba en saber si es la enfermedad la que engendra el crimen o si el crimen mismo iba siempre acompañado, por su misma naturaleza, de cierto género de enfermedad”. Cuestión ésta que él no se sentía en condiciones de resolver. Pero en lo que a él personalmente se refería, pensaba que no era posible que se produjesen semejantes derrumbamientos morales…porque lo que él se proponía llevar a cabo no era un crimen.
Al interrogante de Raskólnikov nosotros le responderíamos que, en su caso al menos, es “la enfermedad” la que engendra el crimen. ¿De qué enfermedad se trata? La respuesta la dió Freud: (Los que delinquen por sentimiento de culpa):
“Por paradójico que pueda sonar, debo sostener que ahí la conciencia de culpa preexistía a la falta, que no procedía de ésta, sino que, a la inversa, la falta provenía de la conciencia de culpa. A estas personas es lícito designarlas como “delincuentes por conciencia de culpa”.
¿Es verdaderamente este el caso de Raskolnikov?
Un par de meses antes del crimen, Raskónikov había publicado en una revista la teoría que lo justificaba y que el comisario había leído dando origen a ese intenso y denso diálogo entre ambos,
En ese artículo Raskólnicov. sostenía, como se lo recuerda el comisario, que los hombres se dividen en “ordinarios y extraordinarios. Los hombres vulgares (u ordinarios) debían vivir en la obediencia y no tienen derecho a infringir las leyes, por el hecho mismo de ser vulgares. Pero los extraordinarios tienen derecho a cometer toda suerte de crímenes y a infringir de todas las maneras las leyes, por el hecho mismo de ser extraordinarios”.
Crimen y castigo (parte III, cap. V).
Fiodor D.
Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto