22 Mar, 2019, 11:18 PM
Utopia, extracto
La mujer no se casa antes de los dieciocho años. El varón no antes de los veintidós. Tanto el hombre como la mujer convictos de haberse entregado antes del matrimonio a amores furtivos, son severamente amonestados y castigados. Y a ambos se les prohíbe formalmente el matrimonio, a menos que el príncipe les perdone la falta. Incurren en gran infamia el padre y la madre de familia en cuya casa se comete el delito, por haber descuidado su obligación de velar por sus hijos. Castigan tan severamente este desliz previendo lo que sucedería si se tolera impunemente un concubinato efímero y pasajero. Nadie estaría dispuesto a dejarse prender por los lazos del amor conyugal, en el que hay que compartir la vida entera con una sola persona, soportando además los inconvenientes que esto trae consigo.
Por lo demás, los utopianos toman en serio la elección del cónyuge, si bien, a nosotros nos pareció su rito ridículo y absurdo. Una dama honorable y honesta muestra al pretendiente a su prometida completamente desnuda, sea virgen o viuda. A su vez, un varón probo, exhibe ante la novia al joven desnudo.
Quedamos sorprendidos ante esta costumbre, sin poder contener la risa. La rechazamos como ridícula y descabellada. Ellos, sin inmutarse, hicieron ver su admiración ante la colosal tontería de los demás países. Tomáis infinitas precauciones —nos respondieron— a la hora de comprar un potrillo, asunto en verdad de poca monta. Os negáis a comprarlo, aunque está casi en pelo, si antes no se le quita la silla y todos sus arreos, por miedo a que bajo todo esto haya alguna matadura. Y cuando se trata de elegir una mujer, elección que va a hacer las delicias o el asco para toda la vida, obráis con negligencia. Dejáis el cuerpo cubierto con sus vestidos. Y juzgáis a la mujer entera por una parte de su persona, tan grande como la palma de la mano. En efecto, sólo su cara está descubierta y la lleváis con vosotros no sin riesgo de encontrar un defecto oculto hasta entonces, que os impide congeniar con ella.
No todos, en efecto, son tan discretos que valoren únicamente las cualidades morales. En el mismo matrimonio de las personas discretas, la belleza física añade a las cualidades morales un encanto no despreciable. En realidad, detrás del ropaje exterior puede ocultarse una deformidad tan repugnante que aleje para siempre la inclinación del marido hacia su mujer, cuando ya no le es lícito separarse de ella en cuanto al cuerpo. Caso de que esta deformidad aparezca después de contraído el matrimonio que cada cual cargue con su suerte. Pero las leyes deben impedir, que, antes del matrimonio, nadie caiga en estas trampas.
Este problema fue estudiado cuidadosamente por los utopianos, ya que sólo ellos entre todas aquellas regiones se contentan con una sola mujer. Entre ellos, el vínculo conyugal apenas se rompe más que por la muerte, salvo en casos de adulterio o de costumbres absolutamente insoportables. En estos dos casos, el senado da permiso a la parte ofendida para volverse a casar. El otro es condenado a vivir en la infamia y en el celibato a perpetuidad.
Por lo demás, no está permitido bajo ningún pretexto repudiar contra su voluntad a una mujer honesta, sólo porque se ha ajado su belleza. Es, a su juicio, una crueldad monstruosa abandonar a la esposa cuando más lo necesita. Y es también quitar a la vejez toda esperanza y toda la confianza en la fe jurada. ¿No es acaso la vejez causa de la enfermedad o incluso una enfermedad? Sucede a veces que el talante de los esposos es totalmente incompatible. En tales casos, separados de común acuerdo, contraen nuevo matrimonio, si ambos encuentran con quien vivir más a gusto. Pero, no sin la autorización de los miembros del senado, los cuales no conceden el divorcio sin que el caso haya sido examinado antes por ellos mismos y sus mujeres. No es, con todo, cosa fácil. Saben, en efecto, que la esperanza de contraer nuevas nupcias es el remedio menos útilpara afianzar el amor entre los esposos.
El adulterio es castigado con la más dura esclavitud. Si ninguno de los cómplices era soltero, los esposos ofendidos, pueden, si quieren, repudiar al cónyuge adúltero y contraer matrimonio entre sí. O, si prefieren, con otra persona de su elección. En cualquier caso, si alguno de los ofendidos sigue queriendo al que tan mal le correspondió, nadie le impide seguir fiel a su matrimonio, con tal de seguir la suerte del culpable condenado atrabajos forzados. El arrepentimiento del uno y la entrega del otro llegan a veces a mover el corazón del príncipe que da a los dos la libertad. El reincidente en el adulterio es castigado con la muerte
Utopia, de TOmas Moro.
http://www.biblioteca.org.ar/libros/300883.pdf
La mujer no se casa antes de los dieciocho años. El varón no antes de los veintidós. Tanto el hombre como la mujer convictos de haberse entregado antes del matrimonio a amores furtivos, son severamente amonestados y castigados. Y a ambos se les prohíbe formalmente el matrimonio, a menos que el príncipe les perdone la falta. Incurren en gran infamia el padre y la madre de familia en cuya casa se comete el delito, por haber descuidado su obligación de velar por sus hijos. Castigan tan severamente este desliz previendo lo que sucedería si se tolera impunemente un concubinato efímero y pasajero. Nadie estaría dispuesto a dejarse prender por los lazos del amor conyugal, en el que hay que compartir la vida entera con una sola persona, soportando además los inconvenientes que esto trae consigo.
Por lo demás, los utopianos toman en serio la elección del cónyuge, si bien, a nosotros nos pareció su rito ridículo y absurdo. Una dama honorable y honesta muestra al pretendiente a su prometida completamente desnuda, sea virgen o viuda. A su vez, un varón probo, exhibe ante la novia al joven desnudo.
Quedamos sorprendidos ante esta costumbre, sin poder contener la risa. La rechazamos como ridícula y descabellada. Ellos, sin inmutarse, hicieron ver su admiración ante la colosal tontería de los demás países. Tomáis infinitas precauciones —nos respondieron— a la hora de comprar un potrillo, asunto en verdad de poca monta. Os negáis a comprarlo, aunque está casi en pelo, si antes no se le quita la silla y todos sus arreos, por miedo a que bajo todo esto haya alguna matadura. Y cuando se trata de elegir una mujer, elección que va a hacer las delicias o el asco para toda la vida, obráis con negligencia. Dejáis el cuerpo cubierto con sus vestidos. Y juzgáis a la mujer entera por una parte de su persona, tan grande como la palma de la mano. En efecto, sólo su cara está descubierta y la lleváis con vosotros no sin riesgo de encontrar un defecto oculto hasta entonces, que os impide congeniar con ella.
No todos, en efecto, son tan discretos que valoren únicamente las cualidades morales. En el mismo matrimonio de las personas discretas, la belleza física añade a las cualidades morales un encanto no despreciable. En realidad, detrás del ropaje exterior puede ocultarse una deformidad tan repugnante que aleje para siempre la inclinación del marido hacia su mujer, cuando ya no le es lícito separarse de ella en cuanto al cuerpo. Caso de que esta deformidad aparezca después de contraído el matrimonio que cada cual cargue con su suerte. Pero las leyes deben impedir, que, antes del matrimonio, nadie caiga en estas trampas.
Este problema fue estudiado cuidadosamente por los utopianos, ya que sólo ellos entre todas aquellas regiones se contentan con una sola mujer. Entre ellos, el vínculo conyugal apenas se rompe más que por la muerte, salvo en casos de adulterio o de costumbres absolutamente insoportables. En estos dos casos, el senado da permiso a la parte ofendida para volverse a casar. El otro es condenado a vivir en la infamia y en el celibato a perpetuidad.
Por lo demás, no está permitido bajo ningún pretexto repudiar contra su voluntad a una mujer honesta, sólo porque se ha ajado su belleza. Es, a su juicio, una crueldad monstruosa abandonar a la esposa cuando más lo necesita. Y es también quitar a la vejez toda esperanza y toda la confianza en la fe jurada. ¿No es acaso la vejez causa de la enfermedad o incluso una enfermedad? Sucede a veces que el talante de los esposos es totalmente incompatible. En tales casos, separados de común acuerdo, contraen nuevo matrimonio, si ambos encuentran con quien vivir más a gusto. Pero, no sin la autorización de los miembros del senado, los cuales no conceden el divorcio sin que el caso haya sido examinado antes por ellos mismos y sus mujeres. No es, con todo, cosa fácil. Saben, en efecto, que la esperanza de contraer nuevas nupcias es el remedio menos útilpara afianzar el amor entre los esposos.
El adulterio es castigado con la más dura esclavitud. Si ninguno de los cómplices era soltero, los esposos ofendidos, pueden, si quieren, repudiar al cónyuge adúltero y contraer matrimonio entre sí. O, si prefieren, con otra persona de su elección. En cualquier caso, si alguno de los ofendidos sigue queriendo al que tan mal le correspondió, nadie le impide seguir fiel a su matrimonio, con tal de seguir la suerte del culpable condenado atrabajos forzados. El arrepentimiento del uno y la entrega del otro llegan a veces a mover el corazón del príncipe que da a los dos la libertad. El reincidente en el adulterio es castigado con la muerte
Utopia, de TOmas Moro.
http://www.biblioteca.org.ar/libros/300883.pdf
Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto