05 Sep, 2019, 06:52 AM
bueno... me acusas de no leer, y ni siquiera lees los enlaces y lo que escribi.
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Nadie discute que es mejor sentirse bien que sentirse mal, alegre que triste, contento que amargado, tranquilo que ansioso. Sin embargo, nadie debería decir que estos últimos sentimientos, aún molestos y desagradables, sean de por sí malos y deban ser eliminados. Toda vez que son las circunstancias, además de la pertinencia adaptativa de los mismos, y no nosotros, las que determinan cuándo estar de una manera y cuándo de otra. Tan inadecuado sería estar siempre triste como siempre alegre, estar todo el día nervioso como no estarlo cuando corresponde. Por otro lado, aún más perverso y perjudicial para las personas es establecer la obligación imposible de estar
siempre alegre y pensar en términos positivos.
La Psicología Positiva postula la necesidad de desechar los sentimientos negativos, no tanto porque estos sean desagradables y perniciosos porque supongan detener la vida del sujeto y paralizarlo, sino por no ser adecuados al contexto socioeconómico imperante. Sentirse mal, estar triste, desesperanzado, incluso malcontento, disgustado con la realidad, no es conforme a la sociedad de consumo, y por tanto hay que evitarlo.
Como bien demuestra Barbara Ehrenreich (2011) los orígenes reales de la Psicología Positiva no están donde sus autores nos cuentan, y añade que este movimiento no tiene nada de científico ni psicológico. Los primeros vagidos de esta corriente han de ser rastreados en el Pensamiento Positivo, movimiento cuasi-mágico e impregnado al cien
por cien con la ideología protestante norteamericana. La Psicología Positiva no vino, ni mucho menos, a cuestionar las falsedades de estas ideas o a señalar sus peligros, sino a legitimarlas con un vocabulario científico y a garantizar su propagación por el mundo.
El pensamiento positivo.
El Pensamiento Positivo puede ser entendido de dos maneras. La primera hace referencia al pensamiento consistente en decir que las cosas están bien y aún estarán/irán mejor, es una forma de ver el mundo; mientras que el otro significado se refiere al proceso por el cual se ha de pensar de ese modo, es decir, el imperativo de ver el mundo de esa manera. ¿En qué se sustentaría ese imperativo? En algo
tan sencillo como los beneficios inimaginables que en todos los campos tendría ser optimista, algo que la Psicología Positiva ha recogido tal cual y ha adornado con supuestas investigaciones.
Pero los campos que tanto la Psicología Positiva como el Pensamiento Positivo prometen mejorar no son nunca los campos de la injusticia, la desigualdad o la paz mundial, sino los mucho más prosaicos de la salud, el éxito profesional o los bienes materiales.
Así, el Pensamiento Positivo y su tecnología –los libros de autoayuda – prometen maneras –ritos y rituales– para conseguir de modo rápido y sin esfuerzo el trabajo añorado, el coche soñado, la riqueza, la mujer amada, buenas notas, dejar de fumar o cualquier otra cosa. No es necesario que la persona pase a la acción, que estudie, se ponga a dieta o trabaje mucho; es suficiente con que lo desee con fuerza.
Si aun así no lo consigue, la culpa no será nunca de las circunstancias –las condiciones sociales, un mal empleo, no haber estudiado…- sino de no haberlo deseado con fuerza suficiente. Una lectura atenta de El secreto, libro al que volveremos, encuentra continuos reproches a las víctimas como causantes de su propio mal (Thompson, 2009).
Este deseo optimista y omnipotente es un heredero transmutado del pecado cristiano. Si el pecador era culpable de su pecado, el pesimista es culpable de su pesimismo. Si al pecador se le apartaba de la sociedad y se le negaban los beneficios de la salvación, al pesimista, al crítico, al cenizo, se le niegan las gracias del optimismo y se le aparta también –las empresas cifran en 3.000 millones las pérdidas por culpa de los trabajadores críticos y negativos-, se les despide, se les arrincona –así se justifica el sueño neoliberal de un despido totalmente arbitrario-, al tiempo que el ciudadano crítico, que se plantea cosas y cree que hay que cambiar el mundo –en lugar de mirarse cada uno en su interior– es puesto en cuarentena ideológica tal y como antes se echaba al bosque, cuando no se quemaba, al disidente religioso. Se
llama a normalizar la “no divergencia”, a no asumir responsabilidades con aquellos que pueden ser molestos o pesados, apartándolos del foro público y proscribiéndolos no como pecadores, sino como pesimistas y, puesto que solo el optimismo es sano/salud, como enfermos.
La desvinculación total del individuo con cualquier opción a la crítica, el mandato de expulsar de la vida a los que molestan, a los que nos necesitan, tiene un objetivo paradójico, pues produce un sujeto aún más vinculado con su comunidad ideal: la de los buenos consumidores y buenos ciudadanos.
Es posible realizar un rastreo, siguiendo a Barbara Ehrenreich (2011), desde el calvinismo europeo, trasladado a los EEUU con su presencia continua del pecado, hasta el movimiento del Pensamiento Positivo surgido a finales del siglo XIX en EEUU con Mary Baker Eddy y Phineas Quimby y los actuales movimientos de autoayuda, de enorme auge durante el siglo XX, los cuales han alcanzado cotas de mercado y beneficios nunca soñados.
Las promesas de Baker Eddy sobre el poder del pensamiento –la mente sobre la materia– fueron recogidas por autores como Norman Vincent Peale y prometidas a empresarios, empleadores y empleados. Lo que para Baker Eddy eran los poderes de la mente para anular las dolencias
del cuerpo, para Peale y los que le han seguido –siendo el paroxismo de la metafísica Rhonda Byrne y su ya comentado El secreto– eran los poderes de la mente sobre todo el universo, este conspirando para hacer realidad los deseos de aquel.
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Continuen leyendo el texto desde la fuente. https://www.escepticos.es/repositorio/el...sitiva.pdf
EDITh gonzalez
ok, ok, para los que no leen... es decir, par alos que prefiern un "lo vi en un video de Youtube"... (lean mi firma actual XDDD )
y mi firma, porque a cada rato la cambio:
"Yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende en casa, me marcho a otra habitación y leo un buen libro. "
Groucho Marx
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Nadie discute que es mejor sentirse bien que sentirse mal, alegre que triste, contento que amargado, tranquilo que ansioso. Sin embargo, nadie debería decir que estos últimos sentimientos, aún molestos y desagradables, sean de por sí malos y deban ser eliminados. Toda vez que son las circunstancias, además de la pertinencia adaptativa de los mismos, y no nosotros, las que determinan cuándo estar de una manera y cuándo de otra. Tan inadecuado sería estar siempre triste como siempre alegre, estar todo el día nervioso como no estarlo cuando corresponde. Por otro lado, aún más perverso y perjudicial para las personas es establecer la obligación imposible de estar
siempre alegre y pensar en términos positivos.
La Psicología Positiva postula la necesidad de desechar los sentimientos negativos, no tanto porque estos sean desagradables y perniciosos porque supongan detener la vida del sujeto y paralizarlo, sino por no ser adecuados al contexto socioeconómico imperante. Sentirse mal, estar triste, desesperanzado, incluso malcontento, disgustado con la realidad, no es conforme a la sociedad de consumo, y por tanto hay que evitarlo.
Como bien demuestra Barbara Ehrenreich (2011) los orígenes reales de la Psicología Positiva no están donde sus autores nos cuentan, y añade que este movimiento no tiene nada de científico ni psicológico. Los primeros vagidos de esta corriente han de ser rastreados en el Pensamiento Positivo, movimiento cuasi-mágico e impregnado al cien
por cien con la ideología protestante norteamericana. La Psicología Positiva no vino, ni mucho menos, a cuestionar las falsedades de estas ideas o a señalar sus peligros, sino a legitimarlas con un vocabulario científico y a garantizar su propagación por el mundo.
El pensamiento positivo.
El Pensamiento Positivo puede ser entendido de dos maneras. La primera hace referencia al pensamiento consistente en decir que las cosas están bien y aún estarán/irán mejor, es una forma de ver el mundo; mientras que el otro significado se refiere al proceso por el cual se ha de pensar de ese modo, es decir, el imperativo de ver el mundo de esa manera. ¿En qué se sustentaría ese imperativo? En algo
tan sencillo como los beneficios inimaginables que en todos los campos tendría ser optimista, algo que la Psicología Positiva ha recogido tal cual y ha adornado con supuestas investigaciones.
Pero los campos que tanto la Psicología Positiva como el Pensamiento Positivo prometen mejorar no son nunca los campos de la injusticia, la desigualdad o la paz mundial, sino los mucho más prosaicos de la salud, el éxito profesional o los bienes materiales.
Así, el Pensamiento Positivo y su tecnología –los libros de autoayuda – prometen maneras –ritos y rituales– para conseguir de modo rápido y sin esfuerzo el trabajo añorado, el coche soñado, la riqueza, la mujer amada, buenas notas, dejar de fumar o cualquier otra cosa. No es necesario que la persona pase a la acción, que estudie, se ponga a dieta o trabaje mucho; es suficiente con que lo desee con fuerza.
Si aun así no lo consigue, la culpa no será nunca de las circunstancias –las condiciones sociales, un mal empleo, no haber estudiado…- sino de no haberlo deseado con fuerza suficiente. Una lectura atenta de El secreto, libro al que volveremos, encuentra continuos reproches a las víctimas como causantes de su propio mal (Thompson, 2009).
Este deseo optimista y omnipotente es un heredero transmutado del pecado cristiano. Si el pecador era culpable de su pecado, el pesimista es culpable de su pesimismo. Si al pecador se le apartaba de la sociedad y se le negaban los beneficios de la salvación, al pesimista, al crítico, al cenizo, se le niegan las gracias del optimismo y se le aparta también –las empresas cifran en 3.000 millones las pérdidas por culpa de los trabajadores críticos y negativos-, se les despide, se les arrincona –así se justifica el sueño neoliberal de un despido totalmente arbitrario-, al tiempo que el ciudadano crítico, que se plantea cosas y cree que hay que cambiar el mundo –en lugar de mirarse cada uno en su interior– es puesto en cuarentena ideológica tal y como antes se echaba al bosque, cuando no se quemaba, al disidente religioso. Se
llama a normalizar la “no divergencia”, a no asumir responsabilidades con aquellos que pueden ser molestos o pesados, apartándolos del foro público y proscribiéndolos no como pecadores, sino como pesimistas y, puesto que solo el optimismo es sano/salud, como enfermos.
La desvinculación total del individuo con cualquier opción a la crítica, el mandato de expulsar de la vida a los que molestan, a los que nos necesitan, tiene un objetivo paradójico, pues produce un sujeto aún más vinculado con su comunidad ideal: la de los buenos consumidores y buenos ciudadanos.
Es posible realizar un rastreo, siguiendo a Barbara Ehrenreich (2011), desde el calvinismo europeo, trasladado a los EEUU con su presencia continua del pecado, hasta el movimiento del Pensamiento Positivo surgido a finales del siglo XIX en EEUU con Mary Baker Eddy y Phineas Quimby y los actuales movimientos de autoayuda, de enorme auge durante el siglo XX, los cuales han alcanzado cotas de mercado y beneficios nunca soñados.
Las promesas de Baker Eddy sobre el poder del pensamiento –la mente sobre la materia– fueron recogidas por autores como Norman Vincent Peale y prometidas a empresarios, empleadores y empleados. Lo que para Baker Eddy eran los poderes de la mente para anular las dolencias
del cuerpo, para Peale y los que le han seguido –siendo el paroxismo de la metafísica Rhonda Byrne y su ya comentado El secreto– eran los poderes de la mente sobre todo el universo, este conspirando para hacer realidad los deseos de aquel.
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Continuen leyendo el texto desde la fuente. https://www.escepticos.es/repositorio/el...sitiva.pdf
EDITh gonzalez
ok, ok, para los que no leen... es decir, par alos que prefiern un "lo vi en un video de Youtube"... (lean mi firma actual XDDD )
y mi firma, porque a cada rato la cambio:
"Yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende en casa, me marcho a otra habitación y leo un buen libro. "
Groucho Marx
Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto