11 Jun, 2025, 01:42 AM
Respuesta larga con historia (también puedes saltar al último párrafo y ver mi consejo resumido).
Sobre este comentario que haces, te explico una táctica que le vi durante dos visitas seguidas a una familia PIMI en una antigua congregación, y que me parece una genialidad si nosotros podemos aplicarla en nuestros propios casos:
Había una hermana madre cabeza de hogar que tenía dos hijas adolescentes, publicadora sin bautizar. Como es frecuente, ella pasaba muchas dificultades económicas y nadie de la congregación la ayudaba, pues servía en una congregación de un pueblo muy apartado y pobre.
Un día, una de sus hijas empezó a trabajar en la tienda del libanés, haciendo oficios y cuidando a los niños, y llevaba dinero y también víveres para su casa, pero su participación en las reuniones y la predicación disminuyó en eso dos primeros meses. Como resultado, en vez de visitarla su propio anciano de grupo, se puso a la familia en la lista de visitas del Superintendente de Circuito, a realizarse unas semanas después (es decir, a esa fecha la joven tendría 3 meses de bajo servicio).
¿Qué hizo la madre al ser notificada que la visita de estímulo sería con el Superintendente de Circuito? Ella aceptó. Y justo el día acordado, bien temprano, se fue con sus hijas al pueblo vecino, a pasar el día en casa de uno de sus pariente y dejó a los ancianos y al súper bien plantados, como los árboles que crecen a la orilla del riachuelo del Salmo 1.
Por su puesto que la regañaron, y ella humilde, con su cabeza gacha, aceptó la disciplina. Eso sí, cuando llegó la siguiente visita del Superintendente de Circuito, y le notificaron de una siguiente visita, aplicó la misma estrategia.
¿Qué consejo doy?
Si te programan una visita con el Superintendente, no te niegues: acepta, y hasta averigua cuál es el jugo de fruta que más prefieren. Que nadie sospeche de tu estrategia. Eso sí, el día acordado déjalos plantados pero no avises ninguna novedad con antelación, de modo que a ellos no les dé tiempo de reprogramar la visita con otra persona, y de ese modo el regaño se lo llevan los ancianos, por no planificar bien la agenda semanal.
Cita:@Gregory House dice:
Eso sí, ojo a las visitas del Súper, ahí se van a acordar y van a querer visitarte con él.
Sobre este comentario que haces, te explico una táctica que le vi durante dos visitas seguidas a una familia PIMI en una antigua congregación, y que me parece una genialidad si nosotros podemos aplicarla en nuestros propios casos:
Había una hermana madre cabeza de hogar que tenía dos hijas adolescentes, publicadora sin bautizar. Como es frecuente, ella pasaba muchas dificultades económicas y nadie de la congregación la ayudaba, pues servía en una congregación de un pueblo muy apartado y pobre.
Un día, una de sus hijas empezó a trabajar en la tienda del libanés, haciendo oficios y cuidando a los niños, y llevaba dinero y también víveres para su casa, pero su participación en las reuniones y la predicación disminuyó en eso dos primeros meses. Como resultado, en vez de visitarla su propio anciano de grupo, se puso a la familia en la lista de visitas del Superintendente de Circuito, a realizarse unas semanas después (es decir, a esa fecha la joven tendría 3 meses de bajo servicio).
¿Qué hizo la madre al ser notificada que la visita de estímulo sería con el Superintendente de Circuito? Ella aceptó. Y justo el día acordado, bien temprano, se fue con sus hijas al pueblo vecino, a pasar el día en casa de uno de sus pariente y dejó a los ancianos y al súper bien plantados, como los árboles que crecen a la orilla del riachuelo del Salmo 1.
Por su puesto que la regañaron, y ella humilde, con su cabeza gacha, aceptó la disciplina. Eso sí, cuando llegó la siguiente visita del Superintendente de Circuito, y le notificaron de una siguiente visita, aplicó la misma estrategia.
¿Qué consejo doy?
Si te programan una visita con el Superintendente, no te niegues: acepta, y hasta averigua cuál es el jugo de fruta que más prefieren. Que nadie sospeche de tu estrategia. Eso sí, el día acordado déjalos plantados pero no avises ninguna novedad con antelación, de modo que a ellos no les dé tiempo de reprogramar la visita con otra persona, y de ese modo el regaño se lo llevan los ancianos, por no planificar bien la agenda semanal.
«El Cuerpo Gobernante no recibe revelaciones divinas ni es infalible. Por lo tanto, puede equivocarse en temas doctrinales y cuestiones de organización».
— La Atalaya, febrero de 2017, pág. 26, § 12.