Ayer, 03:23 PM
Yo soy un PIMO desde hace años, pero fue la pandemia la que terminó de reforzar mi postura. En ese periodo tan crítico, en vez de ver compasión activa o apoyo verdadero, lo que vi fue indiferencia organizada. Muchos estábamos pasando por ansiedad, pérdidas, incertidumbre… y lo único que recibíamos eran enlaces a reuniones, frases recicladas y más solicitudes para donar. Eso sí: nunca se les olvidó pasar a recoger el dinero. Con cubrebocas, claro, muy responsables… pero siempre para recoger, nunca para dar.
Jamás vi que la organización, esa que se presenta como el canal directo de Dios, hiciera algo concreto por nosotros. Ninguna ayuda real. Ninguna visita. Ni siquiera una llamada con verdadero propósito de apoyo. Lo que sí vi fue a hermanos comunes (gente que también estaba batallando) organizándose por su cuenta para ayudar a otros. Y eso me hizo cuestionar: si donamos constantemente, si hay fondos globales, ¿por qué en el momento en que se suponía que esa estructura debía activarse… no pasó nada?
Peor aún, cuando ocurre alguna catástrofe, ¿quién ayuda? Nosotros mismos otra vez. Los mismos que ya habíamos dado, volvíamos a donar en especie o dinero. Pero de parte de la organización, ni un centavo directo. Solo fotitos bien cuidadas en la Atalaya, con nombres impronunciables tipo Gage Flieegle, que suenan más a personaje de cómic. ¿Y con eso quieren convencer al mundo de que el Reino está en acción?
Todo gira alrededor de mantener la imagen: publicaciones, discursos motivacionales, frases bonitas. Pero en lo práctico, si uno está mal, lo más que recibe es un “aguanta” y un texto bíblico. Si no tienes para comer, “confía en Jehová”. Pero de soluciones reales, nada.
Y eso es lo que más duele: haber sido leal, obediente, generoso… y al final darte cuenta de que la organización no está ahí para ti. Que no es ese canal milagroso que se presenta. Que, en los momentos clave, no baja del cielo ningún recurso. Lo que llega —si llega algo— viene de personas, no de arriba. Y muchas veces, ni eso.
Yo viví eso. Yo sentí el vacío. Y sé que no fui el único.
Pd. No es IA, ya que son mis experiencias las que he vivido y es ese mismo deseo el que me mueve a denunciar a esta Organización repulsiva.
Saludos
Jamás vi que la organización, esa que se presenta como el canal directo de Dios, hiciera algo concreto por nosotros. Ninguna ayuda real. Ninguna visita. Ni siquiera una llamada con verdadero propósito de apoyo. Lo que sí vi fue a hermanos comunes (gente que también estaba batallando) organizándose por su cuenta para ayudar a otros. Y eso me hizo cuestionar: si donamos constantemente, si hay fondos globales, ¿por qué en el momento en que se suponía que esa estructura debía activarse… no pasó nada?
Peor aún, cuando ocurre alguna catástrofe, ¿quién ayuda? Nosotros mismos otra vez. Los mismos que ya habíamos dado, volvíamos a donar en especie o dinero. Pero de parte de la organización, ni un centavo directo. Solo fotitos bien cuidadas en la Atalaya, con nombres impronunciables tipo Gage Flieegle, que suenan más a personaje de cómic. ¿Y con eso quieren convencer al mundo de que el Reino está en acción?
Todo gira alrededor de mantener la imagen: publicaciones, discursos motivacionales, frases bonitas. Pero en lo práctico, si uno está mal, lo más que recibe es un “aguanta” y un texto bíblico. Si no tienes para comer, “confía en Jehová”. Pero de soluciones reales, nada.
Y eso es lo que más duele: haber sido leal, obediente, generoso… y al final darte cuenta de que la organización no está ahí para ti. Que no es ese canal milagroso que se presenta. Que, en los momentos clave, no baja del cielo ningún recurso. Lo que llega —si llega algo— viene de personas, no de arriba. Y muchas veces, ni eso.
Yo viví eso. Yo sentí el vacío. Y sé que no fui el único.
Pd. No es IA, ya que son mis experiencias las que he vivido y es ese mismo deseo el que me mueve a denunciar a esta Organización repulsiva.
Saludos