29 Sep, 2021, 12:33 PM
Doy mi humilde opinión a lo que se consulta.
Cuando un anciano de congregación quiere renunciar a dicho “privilegio” y quiere que no le mareen a preguntas sus compañeros ancianos sobre los motivos detrás de dicha decisión lo que siempre hay que hacer es una carta de renuncia bien razonada y estructurada, sin fisuras.
Alguna idea. Lo primero que debe contener dicha carta de renuncia es que la renuncia no se debe a haber cometido ningún pecado; tampoco a que se ha incurrido en conducta inapropiada que le inhabilite para dicho puesto, sino que dicha renuncia se debe al motivo de… y aquí se podrá poner el motivo o motivos que quiera, aunque sean sólo verdades a medias y se desee ocultar el verdadero y auténtico motivo que le ha impulsado a renunciar (tener que dedicar más tiempo a la familia, problemas de salud, problemas económicos, etc.).
En segundo lugar, hay que señalar que dicha renuncia es irrevocable y que se causará baja como anciano al finalizar la jornada del día equis, pasando a formar parte de la congregación como publicador a partir del día siguiente al señalado (muy importante lo de irrevocable y la fecha pues dejan sin argumentos y con los brazos caídos a los ancianos).
De esa forma, si los ancianos quieren abordar al hermano para hablar del tema, si no quiere hablar más con sus compañeros sobre el particular no tiene más de decirles que vuelvan a leer su carta de renuncia pues allí está perfectamente sustanciadas las respuestas a todas sus preguntas y que no desea hablar más del asunto.
Respecto a lo que dices que los ancianos le dijeron que “él no decide si quiere ser anciano o no”, no sólo son palabras pretenciosas de esos ancianos sino que rozan el insulto.
Las personas, TODAS, somos SOBERANAS para decidir lo que nos venga en gana. En todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo: algún día decidimos que queríamos predicar y predicamos; y predicamos el número de horas que quisimos predicar, nadie nos impuso un límite ni por arriba ni por abajo; que queríamos bautizarnos y nos bautizamos, que queríamos ser… ancianos y lo fuimos; que no queríamos ser ancianos y lo dejamos.
Nadie decide por nosotros. Ni siquiera en la organización de los TJ. Somos cada uno de nosotros quienes decidimos en cada momento de nuestra vida lo que queremos ser y llegamos hasta dónde queremos llegar.
En el caso de los ancianos ¿cómo que uno no decide si quiere o no ser anciano? Si bien es cierto que ser anciano nace a instancias de oficio, es decir, no lo solicita el interesado sino que la oferta nace del cuerpo de ancianos, una vez han decidido (ancianos y superintendente de circuito) que alguien sea anciano, no se hace el anuncio de nombramiento ante la congregación sin haber hablado previamente con el candidato. Y es sólo cuando el candidato no pone ningún obstáculo cuando se hace el anuncio de nombramiento de anciano.
Si el candidato a anciano dice que no está en su agenda, en ese momento, servir en esa faceta del ministerio, que agradece la confianza depositada en su persona pero que, quizás, más adelante habrá oportunidad de volver a hablar del tema, con sólo esas expresiones queda paralizado en seco el nombramiento de anciano dejando, por tanto, sin efectos tanto el nombramiento como el correspondiente anuncio ante la congregación. Otra cosa es que alguien tenga los testículos tan bien puestos como para hacer lo anterior, pero eso es otro tema.
Luego, no es cierto que el candidato no decide si quiere ser anciano o no. Hacer el anuncio público ante la congregación sin consultar al interesado vulneraría tantos derechos fundamentales de los ciudadanos que tontos serían esos ancianos si nombraran a alguien anciano sin consultarle previamente. Se meterían en muchos problemas, demasiados.
Y lo mismo ocurre cuando un anciano quiere cesar en su cargo. Cesa cuando le viene en gana. Ningún anciano cuando es nombrado contrae obligación formal alguna con los testigos de Jehová que le “obligue” u ate a continuar por cierto tiempo en el cargo. Dimite o cesa a su antojo. Y nadie puede impedírselo. Todo lo que se diga en su contra sólo es humo.
Respecto a que renunciar a anciano es ser “terco” o una demostración de “falta de juicio” son expresiones de juicio de valor por parte de esos ancianos que vulneran como mínimo la dignidad de ese anciano, motivo por el que, en muchos países podrían ser llevados a juicio por la vía penal ante los tribunales -pero como he dicho anteriormente, para ello hay que tener los testículos bien puestos-.
Opino que eso último habría que empezar a decírselo a muchos ancianos cuando hacen juicios de valor sobre nuestras conductas. Hacerlo conseguirían dos efectos: primero que de la misma se caguen en los calzoncillos y segundo que para otra ocasión, antes de hacer un juicio de valor en voz alta, se iban a cuidar mucho en el uso de las palabras adecuadas para cada circunstancia (asertividad).
Esto último es tan utópico como que el CG-EFP diga que Cristo murió en una cruz.
Quinto Mucio Escévola
Cuando un anciano de congregación quiere renunciar a dicho “privilegio” y quiere que no le mareen a preguntas sus compañeros ancianos sobre los motivos detrás de dicha decisión lo que siempre hay que hacer es una carta de renuncia bien razonada y estructurada, sin fisuras.
Alguna idea. Lo primero que debe contener dicha carta de renuncia es que la renuncia no se debe a haber cometido ningún pecado; tampoco a que se ha incurrido en conducta inapropiada que le inhabilite para dicho puesto, sino que dicha renuncia se debe al motivo de… y aquí se podrá poner el motivo o motivos que quiera, aunque sean sólo verdades a medias y se desee ocultar el verdadero y auténtico motivo que le ha impulsado a renunciar (tener que dedicar más tiempo a la familia, problemas de salud, problemas económicos, etc.).
En segundo lugar, hay que señalar que dicha renuncia es irrevocable y que se causará baja como anciano al finalizar la jornada del día equis, pasando a formar parte de la congregación como publicador a partir del día siguiente al señalado (muy importante lo de irrevocable y la fecha pues dejan sin argumentos y con los brazos caídos a los ancianos).
De esa forma, si los ancianos quieren abordar al hermano para hablar del tema, si no quiere hablar más con sus compañeros sobre el particular no tiene más de decirles que vuelvan a leer su carta de renuncia pues allí está perfectamente sustanciadas las respuestas a todas sus preguntas y que no desea hablar más del asunto.
Respecto a lo que dices que los ancianos le dijeron que “él no decide si quiere ser anciano o no”, no sólo son palabras pretenciosas de esos ancianos sino que rozan el insulto.
Las personas, TODAS, somos SOBERANAS para decidir lo que nos venga en gana. En todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo: algún día decidimos que queríamos predicar y predicamos; y predicamos el número de horas que quisimos predicar, nadie nos impuso un límite ni por arriba ni por abajo; que queríamos bautizarnos y nos bautizamos, que queríamos ser… ancianos y lo fuimos; que no queríamos ser ancianos y lo dejamos.
Nadie decide por nosotros. Ni siquiera en la organización de los TJ. Somos cada uno de nosotros quienes decidimos en cada momento de nuestra vida lo que queremos ser y llegamos hasta dónde queremos llegar.
En el caso de los ancianos ¿cómo que uno no decide si quiere o no ser anciano? Si bien es cierto que ser anciano nace a instancias de oficio, es decir, no lo solicita el interesado sino que la oferta nace del cuerpo de ancianos, una vez han decidido (ancianos y superintendente de circuito) que alguien sea anciano, no se hace el anuncio de nombramiento ante la congregación sin haber hablado previamente con el candidato. Y es sólo cuando el candidato no pone ningún obstáculo cuando se hace el anuncio de nombramiento de anciano.
Si el candidato a anciano dice que no está en su agenda, en ese momento, servir en esa faceta del ministerio, que agradece la confianza depositada en su persona pero que, quizás, más adelante habrá oportunidad de volver a hablar del tema, con sólo esas expresiones queda paralizado en seco el nombramiento de anciano dejando, por tanto, sin efectos tanto el nombramiento como el correspondiente anuncio ante la congregación. Otra cosa es que alguien tenga los testículos tan bien puestos como para hacer lo anterior, pero eso es otro tema.
Luego, no es cierto que el candidato no decide si quiere ser anciano o no. Hacer el anuncio público ante la congregación sin consultar al interesado vulneraría tantos derechos fundamentales de los ciudadanos que tontos serían esos ancianos si nombraran a alguien anciano sin consultarle previamente. Se meterían en muchos problemas, demasiados.
Y lo mismo ocurre cuando un anciano quiere cesar en su cargo. Cesa cuando le viene en gana. Ningún anciano cuando es nombrado contrae obligación formal alguna con los testigos de Jehová que le “obligue” u ate a continuar por cierto tiempo en el cargo. Dimite o cesa a su antojo. Y nadie puede impedírselo. Todo lo que se diga en su contra sólo es humo.
Respecto a que renunciar a anciano es ser “terco” o una demostración de “falta de juicio” son expresiones de juicio de valor por parte de esos ancianos que vulneran como mínimo la dignidad de ese anciano, motivo por el que, en muchos países podrían ser llevados a juicio por la vía penal ante los tribunales -pero como he dicho anteriormente, para ello hay que tener los testículos bien puestos-.
Opino que eso último habría que empezar a decírselo a muchos ancianos cuando hacen juicios de valor sobre nuestras conductas. Hacerlo conseguirían dos efectos: primero que de la misma se caguen en los calzoncillos y segundo que para otra ocasión, antes de hacer un juicio de valor en voz alta, se iban a cuidar mucho en el uso de las palabras adecuadas para cada circunstancia (asertividad).
Esto último es tan utópico como que el CG-EFP diga que Cristo murió en una cruz.
Quinto Mucio Escévola
"Explicaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias y lo que puede ser afirmado sin pruebas, puede ser rechazado sin pruebas" (Christopher Eric Hitchens)
