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Daños en el desarrollo cerebral de los niños ocasionados por doctrinas TJ
#16

Daños en el desarrollo cerebral de los niños ocasionados por doctrinas TJ Smile

Ubi dubium ibi libertas (Donde hay dudas hay libertad)
"La verdad nunca teme ser examinada, la mentira sí."
[Imagen: Stargate-extj-gmail-com-icon.png]
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#17

(20 Feb, 2019, 10:21 PM)Stargate escribió:  Daños en el desarrollo cerebral de los niños ocasionados por doctrinas TJ Smile

Oh, no lo había visto. Borraré el post entonces.

Gracias !

[Imagen: cropped-arbol.jpg]
https://aimeepadilla.com.mx/
Las personas aprenden a amar sus cadenas... Daenerys Targaryen
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#18

para revivir el tema... http://noticias.universia.edu.pe/en-port...iento.html

y lastima, es una fake News. STRESS SI ACORTA LA VIDA, pero el daño no es por ese motivo (angustia) sino STRESS CELULAR... es decir, que tantas veces ha tenido que dividirse una celula...

y el articulo original se centra SOLO en sangre y corazon.

https://www.sciencedirect.com/science/ar...0402021102

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
[Imagen: 312554928-8634900413188542-2070329703511938974-n.jpg]
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#19

Yo no había visto tampoco este hilo antes... creo... (tengo memoria de pez).

Pero está absolutamente interesante. Gracias compañeros Stargate y Aimée por compartir la información y mi opinión es que más allá de si ha sido o no comprobable el daño a través de estudios serios es un hecho que los niños que crecen como testigos de Jehová reciben un tremendo abuso emocional y deben pasar por situaciones sumamente estresantes y todo sin necesidad ni beneficio alguno.

Ya lo he dicho antes, el que un niño sea castigado por no ser capaz de quedarse dos interminables horas dos veces a la semana (en mis tiempos eran 3 días), sentado, escuchando atentamente una "información" que de ninguna manera es posible que él a su edad entienda, es un abuso. ¿Quien en su sano juicio se llevaría a su hijo pequeño cada semana a su clase de la universidad exigiéndole que esté atento y "aprenda", sin darle otra actividad de acuerdo a su edad como dibujar o pintar, y luego lo castigaría porque el niño pierde fácilmente la atención? (y con el enorme perdón de siquiera comparar una cátedra universitaria a lo que enseña la jw.org!).

El comentario de Pharisaios además me transportó a mis 12 años, cuando mis padres decidieron cambiarme de colegio de uno pequeño del pueblo a uno en la capital. Como si esto no fuera ya suficiente estrés para una niña educada total y fielmente tj (o sea con serios problemas para socializar con no tj... y con tjs también jaja) el primer día me estrenan con el acto cívico (luego descubriría que en ese colegio la prioridad 1 era el orgullo cívico).

Y ahí estábamos todos los estudiantes, formados con estilo militar en la cancha, los más chicos (yo), al frente. Mi corazón empieza a latir fuerte. Un profesor mayor con cara de pocos amigos se para delante de mi grupo y nos observa fijamente. Mi corazón late más fuerte. Empiezan a sonar las notas del himno nacional y todos, excepto yo, se llevan la mano derecha al corazón. Mi corazón sigue latiendo y latiendo más fuerte. Veo como el profesor me mira fijamente mientras canta el himno y tiene su mano derecha en el pecho. Los siguientes minutos se sintieron eternos.

Al fin, se termina el himno y mi corazón puede descansar un poquito y mi cuello relajarse también un poco. Pero oh no! ahora pasa un niño al micrófono y comienza a recitar la oración a la bandera. Veo que el profesor vuelve a mirarme para ver mi reacción y mi corazón vuelve a latir más fuerte. Otros muchos minutos que fueron interminables pero al fin, terminó la oración.

Pensé que era el final pero luego vendrían el himno de los alumnos del colegio y la oración de los alumnos a la bandera! Horror!

El acto terminó y todos volvimos a nuestras aulas y no lo podía creer cuando entró el profesor a la primera clase del primer día, era el profesor con cara de pocos amigos que había estado frente a mi todo el acto.

Se presentó, dio unas breves palabras y antes de empezar la clase, señaló con su dedo a una niña, le pidió que se pusiera de pie y le preguntó por qué no había cantado el himno de los alumnos del colegio ni la oración de los alumnos a la bandera (obviamente yo pensé: bien! no soy la única tj aquí!). Entonces la niña con evidente temor y pena le respondió que ella era nueva en el colegio y que por eso no se sabía ninguno de los dos.

El profesor no se miró muy complacido y le dijo que sacara un librito que daban a cada estudiante cuando se matriculaba, ella lo hizo, y él la guió hasta la primera página donde aparecían tanto el himno como la oración y le dijo que para el próximo acto cívico no quería verla sin recitar y cantar. Ella dijo que lo haría y él le pidió que se sentara.

Ahora sigo yo, pensé, mi corazón empieza a latir con locura de nuevo y veo en cámara lenta como el profesor mueve su vista hacia mí y me señala con su dedo: tu! levántate! Si, señor, dígame. ¿Porque no cantaste ni el himno nacional, ni la oración a la bandera, ni el himno de los alumnos ni la oración de los alumnos?.

Se pueden imaginar el resto. Mi corazón casi se sale de mi pecho en ese momento y ni recuerdo con que palabras pero como pude traté de explicar (si es que eso es posible teniendo 12 años y siendo observada por 40 niños que no conozco en un lugar que no conozco con un profesor con cara de pocos amigos).

Y así fue durante todos los días lunes que siguieron por el resto del año. Cada día era un profesor diferente el que se paraba frente al grupo durante el acto cívico y obviamente cada uno quería una explicación. La mayoría fueron duros conmigo y yo ya sabía que al volver al aula de clases después de cada acto, el profesor me pediría ponerme de pie y darle una buena explicación. Varias veces me mandaron a la oficina del director, o con el coordinador y muchas veces, muchísimas solo atinaba llorar porque no entendía porque no podían aceptar mi explicación.

La única vez que me expulsaron por varios días del colegio fue porque no asistí al desfile cívico que con orgullo hacía el colegio cada 15 de septiembre, día de la independencia de mi país.

Y con todo y eso, y aunque mis padres vieron que mi angustia era tal que llegaron hasta a decirme que si yo quería cantar el himno y todo lo demás, que lo hiciera y que ellos no me iban a castigar, yo no lo hice. Ni aunque supiera que nadie conocido estaba viéndome nunca lo hice.

Mis padres habían escogido ese colegio porque querían una mejor educación para mí pero la mayoría de colegios con buena reputación eran o católicos o evangélicos y pues eso jamás! y por eso escogieron este que era laico. Sobra decir que solo aguanté quedarme ese año, aunque mis notas eran buenas, y tuve que cambiarme a otro colegio que no era para nada bueno pero ahí tal vez tendría un poco más de paz. Y así fue decidida mi educación secundaria.

Y anécdotas como esa puedo contar muchísimas. Como cuando tenía que dar una parte en la "escuela del ministerio teocrático" (que nombrecitos eh!). Empezaba a temblar y mi corazón parecía que se me iba a salir del pecho antes de subir a la plataforma porque yo sabía como eran los amorosísimos hermanos y sobre todo las hermanas ahí abajo pues los había escuchado destrozar a otros hermanos y hermanas al estilo de: viste su falda? muy ajustada! o muy corta!; se le olvidó lo que tenía que decir, se nota que no se prepara bien esta hermana!; ese hermano ni leer bien puede, mira como cambia las palabras en el versículo!; ese hermano es bien aburrido ni se le entiende bien; etc. etc.

Así que cuando yo me subía a la plataforma, temblaba literalmente pensado en no equivocarme en la pregunta, en la lectura, si mi falda estaba muy corta, si me iba a pasar del tiempo y me iban a hacer bajarme de la plataforma y todos se iban a burlar de mi. Y este es el día que yo no soporto hablar en público! es un pavor que no me permite hacerlo.

Desde muy chica rechinaba los dientes de noche hasta dañármelos muy feo y el doctor dijo que eso era puro estrés. Mis padres podían escucharme rechinarlos hasta su habitación que no estaba tan cerca de la mía.

Hasta he sentido que me he estresado recordando todo esto jajaja

Y ya desde mi perspectiva de adulta viendo a un niño tj, con el caso de un familiar de unos 5 añitos, hijo de tj's total y absolutamente adoctrinados, me dolió de verdad el corazón. Un día, sus padres le dieron permiso de pasar un rato solo conmigo en mi casa, así que decidí poner algún programa para niños en la tele. Empecé a pasar canales infantiles y le iba preguntando que le gustaba ver. Era diciembre y ya se pueden imaginar, todo era Santa Claus y navidad. Pasaba un canal y le decía: ¿Este? Y él decía: no! está santa (Claus)!. y yo: ok. ¿Este? y él decía: no!! es de navidad!. ¿Este otro?: no!! son los padrinos mágicos, es magia y a Jehová no le gusta la magia!. OOOOkkkkk. ¿Este?: mmm... y se queda viendo fijo... como todo niño deja de escucharme y se queda absorto viendo algo que le divierte... y así estuvo un rato hasta que grita: nooo!!! y se tapa los ojos y dice: es magiaaa!!! quítalo!

Realmente me dolió ver que no pudo ni disfrutar un rato viendo tele. Vi salir su miedo tantas veces donde cualquier otro niño se habría quedado feliz viendo sus caricaturas.

Honestamente siempre he tenido la espinita de visitar un terapeuta para saber hasta que grado realmente esto ha afectado mi vida. Hasta que grado mi fobia social, mi miedo paralizante a lo nuevo, a salir de mi zona de comfort y otras situaciones con las que no estoy contenta en mi vida tienen que ver con mi tiempo en la organización de los testigos de Jehová.
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#20

Sin ser un erudito, ni un profesional en la materia, pero sí que puedo contar qué me ocurrió a mi (brevemente) durante mi niñez. Tuve la desgracia de que mis padres aceptaron "la verdad" cuando yo era muy niño. Así que, puedo decir que, prácticamente nací dentro de la secta.

Como decía al principio, no soy ningún experto en lo que a sectas se refiere, pero sí puedo comentar qué efecto tuvo en mi niñez.

Con 6 años recuerdo cómo todos los niños rezaban antes del inicio de la clase, esto sucedía todas las mañanas. Yo, aleccionado por mis padres jamás rezaba, y eso me hacía sentir mucha vergüenza, me sentía muy diferente y extraño. Llegué al punto de tener miedo de volver a ir al colegio.

Las fiestas. Como los Testigos no celebran ninguna fiesta, yo era el único de mi clase que no celebraba la Navidad, ni la Nochebuena, ni el día de Reyes. Veía a todos los niños contar con gran ilusión cómo habían pasado las Navidades, o lo que le habían traído los Reyes. Cuando me preguntaban a mi, volvía a sentir vergüenza, porque veía cómo algunos se reían cuando les decía que "esas fiestas no las quería Jehová". A veces había quien me preguntaba quien era ese Jehová que nunca me dejaba hacer nada. Igualmente, también sentía miedo cuando se aproximaban esas fechas, porque sabía lo que me esperaba.

Los cumpleaños. Existía la costumbre de que cuando un niño venía a clase con una bolsa de caramelos, era porque ese día cumplía años. Cuando el niño que celebraba su cumpleaños iba mesa por mesa repartiendo caramelos, yo aleccionado por mis padres le devolvía los caramelos que me daba. Siempre me miraban con extrañeza cuando lo hacía, y también me preguntaban por qué no los celebraba. Mi respuesta era siempre la misma "porque era algo que Jehová no quería". Todo ese proceso me hacía sentir siempre mucha vergüenza. Conforme iba haciéndome mayor, ya no devolvía los caramelos que me daban en los cumpleaños, y eso por lo menos aliviaba la vergüenza, pero me hacía tener mala conciencia y sentía miedo por cómo me estaba mirando Jehová. Así que, cuando había algún cumpleaños, volvía a tener miedo y vergüenza.

Las chicas. Ya con 14 años, recuerdo que había una chica en mi clase que me gustaba especialmente, soñaba con ella. Llegué incluso a escribir prosas dedicadas a ella. En los recreos solía mirarla furtivamente, y deseaba poder hablarle o decirle cualquier cosa para ir conociéndola. No lograba armarme de valor para entablar conversación con ella. Me consolaba pensando que de todas formas era una chica del mundo, y Jehová nunca lo aceptaría. No olvidaré nunca el día en que, su hermano, que me conocía de otro curso, me entregó una carta de ella. La carta decía que yo le gustaba y que si quería que saliésemos. Guardé la carta y regresé a casa pensando en qué le diría al día siguiente. Pero aquel día no terminó bien, ya que mis padres descubrieron la carta y la leyeron. Me dieron todo un repaso doctrinal. Me dijeron que estaba fallando a Jehová y que ni se me ocurriera hablar con la chica en cuestión. Todo aquello me hundió emocionalmente. Desde entonces, nunca hablé con ella, ya que ahora sentía miedo y vergüenza con solo mirarla, aunque jamás dejó de gustarme.

El año pasado estaba en otra ciudad por trabajo, y al entrar en un supermercado me la encontré con dos adolescentes (supuse que eran hijos de ella)en la cola de la caja de al lado. Ella no me vio, pero descubrí que aún continuaba gustándome.

El deporte. Desde niño siempre me gustó jugar al fútbol. En los recreos jugaba siempre que podía. Mis compañeros me decía que me apuntara a campeonatos que hacía el mismo colegio, o el propio Ayuntamiento. Cuando les preguntaba a mis padres si me dejaban apuntarme la respuesta siempre era negativa, y me explicaban que no podía mezclarme tanto con los niños del mundo, que tenía que buscar las amistades dentro de la congregación. Eso me llenaba de rabia e impotencia. Cuando mis compañeros me preguntaban por qué no me apuntaba, sentía vergüenza porque no sabía cómo explicarles que ellos para mi no eran buena compañía, y que por eso no me dejaban mis padres.

La comida. A veces el colegio organizaba excursiones para ir a ver diferentes monumentos regionales. Para comer, los niños solíamos llevar bocadillos que nos los tomábamos en algún descanso de la excursión. No se me olvidará el día en que uno de los maestros llevaba morcilla (para quien no lo sepa, la morcilla es un embutido hecho a partir de sangre)en su comida. Cómo llevaba bastante e iba a sobrar, nos preguntó que si alguno queríamos, algunos comieron otros no. Cuando me preguntó a mi le dije que no, y en seguida uno de mis compañeros dijo que yo no quería porque era Testigo y que nosotros no comíamos ni morcilla, ni chorizo, ni jamón. Obviamente mi compañero exageró, pero aquello me hizo sentir bastante vergüenza, ya que aquel comentario suscitó las risas de todos en general.

La predicación. Esto sin duda es lo que mayor vergüenza me ha hecho sentir y miedo, al mismo tiempo. Mis padres salían a predicar los Sábados y yo siempre iba con ellos. Más de una vez nos tocó el territorio donde vivían varios de mis compañeros de clase. Cuando tocábamos en sus casas yo quería derretirme. Algunos cuando me veían se les escapaba una sonrisa, otros me miraban raro. Cuando me veían en clase me preguntaban que qué hacía vestido tan raro, que si era por mi religión.

Podría seguir, pero tendría para varios posts y tampoco quiero aburrir. Lo que quiero decir con estas experiencias que tuve, es que de niño, esta secta me ha hecho sentir miedo, vergüenza y malestar de conciencia. ¿Eso me ha afectado? Sí, ya que me han acostumbrado a ser tan antisocial, que la mayoría de las veces prefiero estar solo que con gente. Con los años he intentado mejorar y corregir los defectos y miedos que he tenido por culpa de la secta. Mucho me ha ayudado el haber podido desprogramarme y el hablar personalmente con expertos en materia de sectas.

Nada más, mucho ánimo a los que, de alguna manera, habéis padecido lo mismo que yo.

Hilan mentiras acordes con el tamaño de su fe

No predicáis un mensaje de amor, hacéis apología de un genocidio mundial
Responder
#21

Demofonte, erudito no requieres ser para hablar del tema. si bien es un hecho anecdótico, la suma de anécdotas que apuntan en una misma dirección, tal como se mira en este foro, apuntan a un hecho valido: la secta cohesiona a sus miembros, en especial a los más débiles socialmente para inhibirlos y mantenerlos unidos a esa comunidad sectaria... y los más débiles siempre son los niños.

los niños, por fuerza natural, DEBEN creer lo que los adultos les digan, porque no hacerlo, puede ser letal para ellos. mas esto mismo, es lo que los hace tan vulnerables, tan fáciles de caer en embustes. por ello hay que protegerlos.

los adultos... bueno, los adultos es necesario informarles, pero la desicion última depende de ellos. pro desgracia, los mitos y leyendas, dichas por mucho tiempo, hacen mella. quizás por ello es que tantas personas encuentran indispensable el creer en un dios, el que se les guie a un lugar u objetivo, pues lo creyeron tanto que queda grabado con fuego en su conciencia.

y bueno, a eso se dedica este foro, a INFORMAR. no condicionar a ser anti SWT, y brindar un consuelo a los que huyen del desengaño de las mentiras watchtawerianas.

Si Lucifer fue capaz de incitar una rebelión en el cielo, eso significa celos, envidia y violencia en el cielo pese a prometerte un paraíso perfecto
[Imagen: 312554928-8634900413188542-2070329703511938974-n.jpg]
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#22

(23 Feb, 2019, 01:37 PM)Demofonte escribió:  Sin ser un erudito, ni un profesional en la materia, pero sí que puedo contar qué me ocurrió a mi (brevemente) durante mi niñez. Tuve la desgracia de que mis padres aceptaron "la verdad" cuando yo era muy niño. Así que, puedo decir que, prácticamente nací dentro de la secta.

Como decía al principio, no soy ningún experto en lo que a sectas se refiere, pero sí puedo comentar qué efecto tuvo en mi niñez.

Con 6 años recuerdo cómo todos los niños rezaban antes del inicio de la clase, esto sucedía todas las mañanas. Yo, aleccionado por mis padres jamás rezaba, y eso me hacía sentir mucha vergüenza, me sentía muy diferente y extraño. Llegué al punto de tener miedo de volver a ir al colegio.

Las fiestas. Como los Testigos no celebran ninguna fiesta, yo era el único de mi clase que no celebraba la Navidad, ni la Nochebuena, ni el día de Reyes. Veía a todos los niños contar con gran ilusión cómo habían pasado las Navidades, o lo que le habían traído los Reyes. Cuando me preguntaban a mi, volvía a sentir vergüenza, porque veía cómo algunos se reían cuando les decía que "esas fiestas no las quería Jehová". A veces había quien me preguntaba quien era ese Jehová que nunca me dejaba hacer nada. Igualmente, también sentía miedo cuando se aproximaban esas fechas, porque sabía lo que me esperaba.

Los cumpleaños. Existía la costumbre de que cuando un niño venía a clase con una bolsa de caramelos, era porque ese día cumplía años. Cuando el niño que celebraba su cumpleaños iba mesa por mesa repartiendo caramelos, yo aleccionado por mis padres le devolvía los caramelos que me daba. Siempre me miraban con extrañeza cuando lo hacía, y también me preguntaban por qué no los celebraba. Mi respuesta era siempre la misma "porque era algo que Jehová no quería". Todo ese proceso me hacía sentir siempre mucha vergüenza. Conforme iba haciéndome mayor, ya no devolvía los caramelos que me daban en los cumpleaños, y eso por lo menos aliviaba la vergüenza, pero me hacía tener mala conciencia y sentía miedo por cómo me estaba mirando Jehová. Así que, cuando había algún cumpleaños, volvía a tener miedo y vergüenza.

Las chicas. Ya con 14 años, recuerdo que había una chica en mi clase que me gustaba especialmente, soñaba con ella. Llegué incluso a escribir prosas dedicadas a ella. En los recreos solía mirarla furtivamente, y deseaba poder hablarle o decirle cualquier cosa para ir conociéndola. No lograba armarme de valor para entablar conversación con ella. Me consolaba pensando que de todas formas era una chica del mundo, y Jehová nunca lo aceptaría. No olvidaré nunca el día en que, su hermano, que me conocía de otro curso, me entregó una carta de ella. La carta decía que yo le gustaba y que si quería que saliésemos. Guardé la carta y regresé a casa pensando en qué le diría al día siguiente. Pero aquel día no terminó bien, ya que mis padres descubrieron la carta y la leyeron. Me dieron todo un repaso doctrinal. Me dijeron que estaba fallando a Jehová y que ni se me ocurriera hablar con la chica en cuestión. Todo aquello me hundió emocionalmente. Desde entonces, nunca hablé con ella, ya que ahora sentía miedo y vergüenza con solo mirarla, aunque jamás dejó de gustarme.

El año pasado estaba en otra ciudad por trabajo, y al entrar en un supermercado me la encontré con dos adolescentes (supuse que eran hijos de ella)en la cola de la caja de al lado. Ella no me vio, pero descubrí que aún continuaba gustándome.

El deporte. Desde niño siempre me gustó jugar al fútbol. En los recreos jugaba siempre que podía. Mis compañeros me decía que me apuntara a campeonatos que hacía el mismo colegio, o el propio Ayuntamiento. Cuando les preguntaba a mis padres si me dejaban apuntarme la respuesta siempre era negativa, y me explicaban que no podía mezclarme tanto con los niños del mundo, que tenía que buscar las amistades dentro de la congregación. Eso me llenaba de rabia e impotencia. Cuando mis compañeros me preguntaban por qué no me apuntaba, sentía vergüenza porque no sabía cómo explicarles que ellos para mi no eran buena compañía, y que por eso no me dejaban mis padres.

La comida. A veces el colegio organizaba excursiones para ir a ver diferentes monumentos regionales. Para comer, los niños solíamos llevar bocadillos que nos los tomábamos en algún descanso de la excursión. No se me olvidará el día en que uno de los maestros llevaba morcilla (para quien no lo sepa, la morcilla es un embutido hecho a partir de sangre)en su comida. Cómo llevaba bastante e iba a sobrar, nos preguntó que si alguno queríamos, algunos comieron otros no. Cuando me preguntó a mi le dije que no, y en seguida uno de mis compañeros dijo que yo no quería porque era Testigo y que nosotros no comíamos ni morcilla, ni chorizo, ni jamón. Obviamente mi compañero exageró, pero aquello me hizo sentir bastante vergüenza, ya que aquel comentario suscitó las risas de todos en general.

La predicación. Esto sin duda es lo que mayor vergüenza me ha hecho sentir y miedo, al mismo tiempo. Mis padres salían a predicar los Sábados y yo siempre iba con ellos. Más de una vez nos tocó el territorio donde vivían varios de mis compañeros de clase. Cuando tocábamos en sus casas yo quería derretirme. Algunos cuando me veían se les escapaba una sonrisa, otros me miraban raro. Cuando me veían en clase me preguntaban que qué hacía vestido tan raro, que si era por mi religión.

Podría seguir, pero tendría para varios posts y tampoco quiero aburrir. Lo que quiero decir con estas experiencias que tuve, es que de niño, esta secta me ha hecho sentir miedo, vergüenza y malestar de conciencia. ¿Eso me ha afectado? Sí, ya que me han acostumbrado a ser tan antisocial, que la mayoría de las veces prefiero estar solo que con gente. Con los años he intentado mejorar y corregir los defectos y miedos que he tenido por culpa de la secta. Mucho me ha ayudado el haber podido desprogramarme y el hablar personalmente con expertos en materia de sectas.

Nada más, mucho ánimo a los que, de alguna manera, habéis padecido lo mismo que yo.

Puedo imaginarme cada parte de tu relato e identificarme totalmente con tu sentir Demofonte y noto que tenemos en común que nuestros padres entraron a la organización ya mayores, es decir nunca supieron lo que se siente ser un niño tj y pienso que eso les hacía muy difícil entender bien las cosas con las que un niño tj debe lidiar.

Recuerdo que un día, estando ya desprogramada y sincerándome con mi mamá sobre lo difícil que fue para mí enfrentarme a todas esas situaciones como niña tj, su reacción fue a minimizarlo como insinuando que no era para tanto, y ahí caí en la cuenta y se lo dije: tu no puedes saberlo ni entenderlo bien porque no tuviste nunca que pasar nada de eso. Cantaste siempre el himno nacional como todos los niños, celebraste tus cumpleaños y comiste pastel y dulces junto a todos los otros niños, celebraste Navidad y sabes como es poner el arbolito, etc. Y ella se quedó callada porque supo que era verdad.

Los niños tj están atrapados porque por dentro quieren ser normales y simplemente hacer las cosas que todos los niños hacen pero no puede decírselo a nadie. No puede decírselo a sus amiguitos y en cambio vive tratando de explicarles sus razones (inexplicables hasta para un adulto). Tampoco puede decírselo a sus padres porque ¿cómo puede decir el niño: mamá en realidad yo no quiero hacer lo que dicen en las reuniones, yo quiero comer dulces y pastel por mi cumpleaños y quiero regalos de Navidad y ya no quiero que me regañen en la escuela ni se  burlen de mí por no cantar el himno??? No puede por que además ya sabe lo que le van a decir, sabe que jamás se lo van a permitir, sabe que sus padres no van a tratat de entender su sentir sino que le van a volver a decir las "razones" (y no culpo a los padres sino a la organización) Y el niño se siente peor por siquiera sentirlo porque a Jehová no le gusta.

Y uno al final sólo aprende, como puede, a callar esa lucha interna. Pienso que es un conflicto grande que los niños tj tienen que enfrentar Y que el adulto que no lo tuvo que pasar, nunca llega a comprender plenamente. Muchísimo menos la organización.
Responder
#23

He leído sus experiencias y me siento consternada porque si bien yo no era TdJ de niña, tuve compañeros que lo eran, les decíamos "raros".
Un niño se quedaba todos los lunes sentado en el salón haciendo planas mientras nosotros salíamos al recreo, casi no se involucraba, era muy tímido, una vez, la maestra nos pidió hacer una tarjeta de navidad para intercambiar, mi compañerito al día siguiente llegó con un recado de su mamá y una revista La Atalaya, la entregó a la maestra y lo regañó frente a todos, no recuerdo lo que le dijo pero sí que él se hizo pipí ahí parado con la cabeza baja y los ojos vidriosos  Sad  se desató el bullyng en su contra, meses después lo sacaron de la escuela y jamás lo volví a ver, se llamaba Efraín.
Otra niña llamada Abigail, hizo buena amistad conmigo porque éramos las únicas de la clase que no celebrábamos cumpleaños, en mi caso cuando me preguntaban porqué mi mami no me hacía fiesta yo con toda honestidad decía "por que no le gustan las fiestas, tiene depresión" en cambio, Abigail soltaba una historia (tampoco recuerdo qué decía) seguramente de las cabezas que rodaron en el cumpleaños del Faraón y Herodes Rey, ella me buscaba en el recreo para jugar y a mí me daba pena que me vieran con la "rara", años después hubo una fiesta en el salón, nos dieron pastel y dulces, ella los rechazó, yo me sentí mal, guardé mi ración y en la salida se los dí en el patio detrás de unos arbustos, aceptó y se comió todo antes de salir a la calle, aún recuerdo su alegría de comer pastel sin que nadie la viera.
Mi infancia fue normal, dentro de lo que cabe, no podría someter a mis hijos a esta tortura, no después de leer sus historias Centroamericana, Pharisaios Demofonte
Les mando un afectuoso abrazo!!!  Heart
Responder
#24

(23 Feb, 2019, 11:58 PM)Centroamericana escribió:  Los niños tj están atrapados porque por dentro quieren ser normales y simplemente hacer las cosas que todos los niños hacen pero no puede decírselo a nadie. No puede decírselo a sus amiguitos y en cambio vive tratando de explicarles sus razones (inexplicables hasta para un adulto). Tampoco puede decírselo a sus padres porque ¿cómo puede decir el niño: mamá en realidad yo no quiero hacer lo que dicen en las reuniones, yo quiero comer dulces y pastel por mi cumpleaños y quiero regalos de Navidad y ya no quiero que me regañen en la escuela ni se burlen de mí por no cantar el himno??? No puede por que además ya sabe lo que le van a decir, sabe que jamás se lo van a permitir, sabe que sus padres no van a tratat de entender su sentir sino que le van a volver a decir las "razones" (y no culpo a los padres sino a la organización) Y el niño se siente peor por siquiera sentirlo porque a Jehová no le gusta.

Y uno al final sólo aprende, como puede, a callar esa lucha interna. Pienso que es un conflicto grande que los niños tj tienen que enfrentar Y que el adulto que no lo tuvo que pasar, nunca llega a comprender plenamente. Muchísimo menos la organización.

Totalmente cierto. De niño no pretendía sobresalir por encima de nadie, ni ser mejor, ni el más listo, ni el que más corría....solo quería ser uno más, un niño normal como lo eran todos los demás. Esta secta me ha "robado" fiestas y muchos buenos ratos de haber pasado con mis compañeros, me ha "robado" lo que podían haber sido buenas amistades....JW dice que los Testigos no se pierden nada de el mundo, y están muy equivocados. Los Testigos se lo están perdiendo todo, se están perdiendo la vida. Los han esclavizado para que solo piensen en predicar y en estudiar toda la propaganda de JW.

Los pájaros nacidos en jaulas creen que volar es una enfermedad.

Hilan mentiras acordes con el tamaño de su fe

No predicáis un mensaje de amor, hacéis apología de un genocidio mundial
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#25

(24 Feb, 2019, 09:30 PM)Azul ultramar escribió:  He leído sus experiencias y me siento consternada porque si bien yo no era TdJ de niña, tuve compañeros que lo eran, les decíamos "raros".
Un niño se quedaba todos los lunes sentado en el salón haciendo planas mientras nosotros salíamos al recreo, casi no se involucraba, era muy tímido, una vez, la maestra nos pidió hacer una tarjeta de navidad para intercambiar, mi compañerito al día siguiente llegó con un recado de su mamá y una revista La Atalaya, la entregó a la maestra y lo regañó frente a todos, no recuerdo lo que le dijo pero sí que él se hizo pipí ahí parado con la cabeza baja y los ojos vidriosos  Sad  se desató el bullyng en su contra, meses después lo sacaron de la escuela y jamás lo volví a ver, se llamaba Efraín.
Otra niña llamada Abigail, hizo buena amistad conmigo porque éramos las únicas de la clase que no celebrábamos cumpleaños, en mi caso cuando me preguntaban porqué mi mami no me hacía fiesta yo con toda honestidad decía "por que no le gustan las fiestas, tiene depresión" en cambio, Abigail soltaba una historia (tampoco recuerdo qué decía) seguramente de las cabezas que rodaron en el cumpleaños del Faraón y Herodes Rey, ella me buscaba en el recreo para jugar y a mí me daba pena que me vieran con la "rara", años después hubo una fiesta en el salón, nos dieron pastel y dulces, ella los rechazó, yo me sentí mal, guardé mi ración y en la salida se los dí en el patio detrás de unos arbustos, aceptó y se comió todo antes de salir a la calle, aún recuerdo su alegría de comer pastel sin que nadie la viera.
Mi infancia fue normal, dentro de lo que cabe, no podría someter a mis hijos a esta tortura, no después de leer sus historias Centroamericana, Pharisaios Demofonte
Les mando un afectuoso abrazo!!!  Heart

Gracias @"azul ultramar" por tu linda respuesta.

Y que interesante que tu fuiste testigo de lo que los niños tj pasan pero desde fuera, desde el ángulo de una niña normal. Y que bonito gesto tuviste con la niña testigo para que ella pudiera comer pastel. Yo también tuve una compañerita que a pesar de lo rara que yo era, ella siempre trataba de entenderme y no me presionaba. Nunca la olvidé y de seguro esa niña tampoco olvidará lo que tu hiciste por ella.

Imagínate que cosas tienen que pasar los niños tj y de eso los padres no tienen ni idea a veces, mucho menos los ancianos, y mucho menos los 7, 8, 9 ya ni se cuantos son los vagos de Warwick, quienes instruyen que los niños salgan en la asamblea a contar historias que ni se parecen a la realidad de lo que los niños deben enfrentar. Que el niño le ofreció el folleto ese de la escuela a la profesora y ahora ella es hasta ungida! por favor!

Mientras los niños deben transitar un camino muy confuso y duro... casi solitos y aprendiendo a arreglárselas como puedan.

No sabes como alegra mi corazón que digas que tus hijitos nunca van a tener que pasar por eso. Los míos tampoco!

Un abrazo a ti también!
Responder


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