06 Feb, 2022, 04:42 PM
Marzo 2020, la última reunión presencial de nuestra congregación, se respiraba un ambiente tenso, a media reunión fui llamado a la sala B de urgencia junto con todos los demás ancianetes de la congregación, la instrucción de la sucursal era suspender las reuniones presenciales y experimentar con zoom, ese mismo día se dió el anuncio de la suspensión de las reuniones presenciales, y todos nos despedíamos emotivos, pues no estaba tan claro qué rumbo tomarían las cosas.
Yo era un joven de secundaria cuando vivimos un confinamiento similar por causa de una variante poderosa de influenza, así que esperábamos algo similar esta vez.
Pero con el pasar de los dias se presentaban reportajes de pánico en las noticias, de gente muriendo en sus casas, hospitales saturados, países decretando toques de queda, el desplome de la economía, y por mi mente, y la mente de los hermanos de la congregación solo retumbaba una frase: Gran tribulación, y sucedió que un día vimos en jw.org a un viejito cara de goma diciéndonos mediante gestos extraños que estábamos en la parte final de la parte final de los últimos días... Aquello fue como un banderazo de salida para los juegos del hambre.
En la zona se presentaban situaciones inusuales: varios expulsados solicitando su readmisión, inactivos volviendo a la congregación, casi todos aumentaron su actividad en el servicio, aquellos que por años postergaron el bautizo ahora lo solicitaban urgentemente.
En marzo se cumplirán dos años de la última reunión presencial pero las cosas ahora son diferentes: omicron se ha eregido como la variante dominante, y si bien es más contagiosa es menos letal, así que curiosamente ha causado un efecto de inmunización, la economía se ha ido reactivando, la ciencia cada vez entiende mejor el comportamiento del COVID, y las cosas también han cambiado en la congregación: aquellos expulsados a los que se les dijo que no se podía atender su solicitud de readmisión, al ver que no llegó el fin final han dejado de asistir a las reuniones, la predicación ha disminuido, los números han bajado, ya no ha habido candidatos para el bautismo, los hermanos ahora platican de mil cosas excepto de que hay una pandemia o de que estamos a las puertas del armagedón.
De todo esto aprendí 2 cosas:
1. El testigo de Jehová es una especie que para dar su máximo esfuerzo debe ser sometido a presión para aprovechar sus sentimientos de culpa y miedo a la destrucción.
2. Si hubiera releído mis libros de historia, inmediatamente hubiera notado que el COVID no se acerca ni tantito al caos que representó para la humanidad lidiar contra la gripe española o la peste negra.
Fin.
Yo era un joven de secundaria cuando vivimos un confinamiento similar por causa de una variante poderosa de influenza, así que esperábamos algo similar esta vez.
Pero con el pasar de los dias se presentaban reportajes de pánico en las noticias, de gente muriendo en sus casas, hospitales saturados, países decretando toques de queda, el desplome de la economía, y por mi mente, y la mente de los hermanos de la congregación solo retumbaba una frase: Gran tribulación, y sucedió que un día vimos en jw.org a un viejito cara de goma diciéndonos mediante gestos extraños que estábamos en la parte final de la parte final de los últimos días... Aquello fue como un banderazo de salida para los juegos del hambre.
En la zona se presentaban situaciones inusuales: varios expulsados solicitando su readmisión, inactivos volviendo a la congregación, casi todos aumentaron su actividad en el servicio, aquellos que por años postergaron el bautizo ahora lo solicitaban urgentemente.
En marzo se cumplirán dos años de la última reunión presencial pero las cosas ahora son diferentes: omicron se ha eregido como la variante dominante, y si bien es más contagiosa es menos letal, así que curiosamente ha causado un efecto de inmunización, la economía se ha ido reactivando, la ciencia cada vez entiende mejor el comportamiento del COVID, y las cosas también han cambiado en la congregación: aquellos expulsados a los que se les dijo que no se podía atender su solicitud de readmisión, al ver que no llegó el fin final han dejado de asistir a las reuniones, la predicación ha disminuido, los números han bajado, ya no ha habido candidatos para el bautismo, los hermanos ahora platican de mil cosas excepto de que hay una pandemia o de que estamos a las puertas del armagedón.
De todo esto aprendí 2 cosas:
1. El testigo de Jehová es una especie que para dar su máximo esfuerzo debe ser sometido a presión para aprovechar sus sentimientos de culpa y miedo a la destrucción.
2. Si hubiera releído mis libros de historia, inmediatamente hubiera notado que el COVID no se acerca ni tantito al caos que representó para la humanidad lidiar contra la gripe española o la peste negra.
Fin.