23 Oct, 2018, 04:13 AM
Creo que diga lo que diga la WT en sus publicaciones, la aplicación de las mismas depende mucho del ámbito cultural de la congregación y la familia en cuestión. Pero en general depende de si vives en casa de los padres tj ó no.
En mi caso, cuando estuve expulsado de joven y viviendo en el domicilio familiar, y cómo seguía el tramite para la readmisión no me echaron de casa, -ni siquiera el tiempo que deje el tema y quise seguir con mi vida-, pasados un par de años, cuando el adoctrinamiento y la presión familiar me pudo y decidí volver al tramite de readmisión, recuerdo que eran mis padres no los que no me dejaban hablar con los testigos que se me acercaban, ¡de locos! Lo peor fue una asamblea de distrito, si alguno de mis amigos querían saludarme, mi madre que se había convertido en una extensión de mi sombra los echaba diciéndoles que estaba expulsado y que no podían hablar conmigo. (supongo que lo hacía con la buena intención de que los ancianos no pudieran acusarme de hablar con los hermanos, creo)
Por mi experiencia cada casa y congregación son un caso diferente. Recuerdo que una familia tj amigos de mis padres, él era o había sido anciano muchos años y tenían una hija que fue expulsada cinco veces (a lo largo de muchos años) -que a mi me conste- los padres al final se fueron de la península a las islas, cansados de las presiones y los problemas de sus hijos mayores.
También comparto que en casa de mis padres la familia es la congregación, los familiares no testigos como si hubieran muerto, sólo hay contacto cuando no queda más remedio (funerales y tramites legales), y así son muchos ahí dentro.
En mi familia política hay un expulsado y tiene muy claro que no va ha volver, ¡mejor para él!, nada va ha cambiar porque no se le hable, la mitad de la familia tiene algo de trato pero la otra no. Los miembros más acérrimos de la familia llevan años sin hablar con su hermano, incluso si coinciden en la casa familiar (el núcleo familiar es mixto tj/no creyente), es muy triste.
En mi localidad, hay muchos casos de hijos de testigos que eran testigos bautizados, que lo dejaron y siguen sus vidas, y si no te metes en guerras con los ancianos, te dejan tranquilo, ni expulsiones , ni censuras, ni nada, como si no existieras. Tengo un hermano en esa situación. En mi opinión al menos en España están algo más relajados y hay menos acoso que antes.
Pero no hay nada peor para unos padres testigos sobre todo si son ignorantes de la vida y muy creyentes que la expulsión de un hijo, por muy buena que sea la familia cambia la dinámica familiar ( sea esta la que sea) y es un escollo que nunca se supera, ya que la expulsión es un estigma que te marca de por vida dentro de la secta, siempre hay quien te lo eche a la cara, a ti y a los tuyos.
Otra cosa que he visto en familias con expulsados, es que cambia el trato entre hermanos carnales, hay los que no superan la readmisión y siguen tratando a su hermano prácticamente como expulsado una vez readmitido.
La expulsión introduce en las familias creyentes tj una falsa idea de traición, que como un resquemor, es muy difícil de superar, y creo que en realidad es como un fantasma que se queda y no se olvida, un dolor sordo y molesto que no se supera nunca.
En mi caso, cuando estuve expulsado de joven y viviendo en el domicilio familiar, y cómo seguía el tramite para la readmisión no me echaron de casa, -ni siquiera el tiempo que deje el tema y quise seguir con mi vida-, pasados un par de años, cuando el adoctrinamiento y la presión familiar me pudo y decidí volver al tramite de readmisión, recuerdo que eran mis padres no los que no me dejaban hablar con los testigos que se me acercaban, ¡de locos! Lo peor fue una asamblea de distrito, si alguno de mis amigos querían saludarme, mi madre que se había convertido en una extensión de mi sombra los echaba diciéndoles que estaba expulsado y que no podían hablar conmigo. (supongo que lo hacía con la buena intención de que los ancianos no pudieran acusarme de hablar con los hermanos, creo)
Por mi experiencia cada casa y congregación son un caso diferente. Recuerdo que una familia tj amigos de mis padres, él era o había sido anciano muchos años y tenían una hija que fue expulsada cinco veces (a lo largo de muchos años) -que a mi me conste- los padres al final se fueron de la península a las islas, cansados de las presiones y los problemas de sus hijos mayores.
También comparto que en casa de mis padres la familia es la congregación, los familiares no testigos como si hubieran muerto, sólo hay contacto cuando no queda más remedio (funerales y tramites legales), y así son muchos ahí dentro.
En mi familia política hay un expulsado y tiene muy claro que no va ha volver, ¡mejor para él!, nada va ha cambiar porque no se le hable, la mitad de la familia tiene algo de trato pero la otra no. Los miembros más acérrimos de la familia llevan años sin hablar con su hermano, incluso si coinciden en la casa familiar (el núcleo familiar es mixto tj/no creyente), es muy triste.
En mi localidad, hay muchos casos de hijos de testigos que eran testigos bautizados, que lo dejaron y siguen sus vidas, y si no te metes en guerras con los ancianos, te dejan tranquilo, ni expulsiones , ni censuras, ni nada, como si no existieras. Tengo un hermano en esa situación. En mi opinión al menos en España están algo más relajados y hay menos acoso que antes.
Pero no hay nada peor para unos padres testigos sobre todo si son ignorantes de la vida y muy creyentes que la expulsión de un hijo, por muy buena que sea la familia cambia la dinámica familiar ( sea esta la que sea) y es un escollo que nunca se supera, ya que la expulsión es un estigma que te marca de por vida dentro de la secta, siempre hay quien te lo eche a la cara, a ti y a los tuyos.
Otra cosa que he visto en familias con expulsados, es que cambia el trato entre hermanos carnales, hay los que no superan la readmisión y siguen tratando a su hermano prácticamente como expulsado una vez readmitido.
La expulsión introduce en las familias creyentes tj una falsa idea de traición, que como un resquemor, es muy difícil de superar, y creo que en realidad es como un fantasma que se queda y no se olvida, un dolor sordo y molesto que no se supera nunca.