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Mi tormento con los Testigos de Jehová
#1
Sad 

Hola a todos. Quiero presentarme. Este es un breve relato de mi experiencia con los Testigos de Jehová.

Nací en la Argentina en la Ciudad de Buenos Aires. Tengo 40 años y estoy "inactivo" desde alrededor de los 13.

Todo comenzó alrededor de los cinco o seis años -si mal no recuerdo-  estando alrededor de mi abuela mientras una señora mayor que ella le daba el estudio. Esta última solía regalarme caramelos mientras duraba el mismo. Luego comencé a ir a mis primeras reuniones. Recuerdo a un hermano que era enano y todos lo saludaban hipócritamente. Eran épocas del "Club 700".

Más tarde me mudé a Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles ya que mi padre había logrado encontrar un empleo allí. Empecé a asistir regularmente a una congregación latina que conoció mi madre. Posteriormente comencé con mis primeros estudios bíblicos, primero con el libro "El gran Maestro". Tendría alrededor de nueve años. Luego me mudaría dos veces, esta última resultaría fatal.

Los "parte" comenzaron a ocupar una porción de mi vida. Recuerdo escribir "introducción" y "conclusión" en las hojas de los discursos, bajo la guía del hermano que me daba el "estudio" en lugar de estar jugando como lo haría cualquier chico normal a su edad. Luego empezaría con mis primeras "salidas" en las que me levantaba alrededor de las cinco de la mañana, no precisamente de esparcimiento. También mis primeros trajes.

Más tarde mis padres se separaron por lo que tuve que regresar a la Argentina con mi madre.

Aquí comenzaron las verdaderas torturas.

Cursaba el sexto grado. Creo que lo que más recuerdo era el tema de la vestimenta. Casi no encontraba ropa por mi edad. Las reuniones en vez de reinar la cordialidad parecían pasarelas en las que desfilaban modelos. Recuerdo la incomodidad de la corbata apretándome el cuello.También las burlas de la que era objeto constante en la calle con un portafolios mas grande que yo por parte de los "mundanos". Este último me era de especial incomodidad a la hora de "predicar" ya que tenía hebilla por lo cual no tenía acceso fácil a las "revistas" por lo cual tenía que ponerlas en el compartimiento trasero que era realmente incómodo.

Las "reuniones" eran un verdadero suplicio. Odiaba profundamente estar sentado dos horas escuchando cosas que no me interesaban ni entendía. El libro que más detestaba era uno azul llamado "Toda enseñanza es inspirada.." Recuerdo la vergüenza que sentía cuando faltaba seguido y volvía ya que todos los hermanos me trataban más cálido de lo normal debido a que supuestamente me estaba "enfriando" espiritualmente. Pero bueno, todo lo hacía para no ser destruido en el "armagedón". Era constante esa amenaza en las reuniones. También se consideraba ejemplar "participar en las reuniones" -para no decir obligatorio- a través de las respuestas en el "Estudio de la Atalaya". Casi nunca tenía "subrayada" la revista por lo cual me avergonzaba al ver que el hermano de al lado se daba cuenta. Una vez se me había salido una o dos suelas de los zapatos de tanto caminar por lo que resbalaba. No sé si fue de tanto predicar o asistir a las reuniones. Me acuerdo de una hermana verdaderamente hermosa. Era delgada y alta. Tenía el cabello negro y lacio hasta la mitad de la espalda. Pasaba por mis rodillas y nunca la saludaba, ya que había cometido el pecado de "fornicación". Me gustaría decir que estoy arrepentido pero no puedo ya que estaba envuelto en una halo de ignorancia y adoctrinamiento.

Hace mucho me dí cuenta que eso no era un estudio de la biblia.

Los "parte" -llámese discurso-  eran un verdadero tormento. Era como recibir un baldazo de agua fría cuando llegaba a mi mano la hoja "asignación para la escuela del ministerio teocrático". Rogaba siempre que el próximo fuera en la "sala B" ya que era pequeña y no en el "salón principal". Si me tocaba este último no había marcha atrás. Iba a tener que disertar ante cien personas. Me ponían una especie de cajón ya que no llegaba al micrófono. Me pusieron la primera "T" en la hoja "consejo oratorio" que correspondía a la lección "volumen" del punto 23 del libro "Guía para la Escuela del Ministerio Teocrático", en Estados Unidos. Ya aquí, la sufrí en "uso de pausas" del mismo número. Luego en "énfasis que comunica sentido" (32).

La "predicación" que no era otra cosa que proselitismo, no era más que otro martirio. Nunca tenía el texto del día. Se trataba de caminar horas y horas hasta cubrir el "territorio" con el portafolios y la agenda negra. Existía una planilla llamada "registro de casa en casa" en la que se registraban todos los movimientos de la salida con símbolos como "vuelva" y "no en casa". Siempre quería estar del lado de la vereda que era iluminado por el sol debido al intenso frío de las mañanas. Las revistas se me acumulaban constantemente en el salón ya que salía a predicar poco. Encima las tenía que pagar de mi bolsillo. Una vez me citó un anciano porque mi "informe" (hoja en la que figura tu desempeño a través de horas de "servicio", revistas y libros "colocados", revisitas y "estudios bíblicos") era demasiado pobre, casi un tercio de el de los otros "publicadores". Creo que una vez hice como diez horas en todo el mes. Vender un libro era una odisea. Una vez lanzaron una campaña para anotarse como precursor auxiliar durante un mes. Decidí hacerlo. En esos tiempos había que realizar sesenta horas mensuales. Llegué a realizar cincuenta si mal no recuerdo. Todo para demostrar "progreso espiritual".

Constantemente "hacía arreglos" con un hermano para salir a predicar. Casi nunca acudía por lo cual cuando asistía a la reunión me tenía que aguantar la expresión "me fallastes". Trataba de escalar en la jerarquía de la congregación.

El más obediente y el que menos cuestiona era el ejemplo a seguir.

Todo esto sucedió hasta los trece años si no me equivoco. De a poco fuí faltando a las reuniones. Hasta que no fuí más.

Cada vez que llegaba a mi casa siempre me atrapaba un anciano. No sé si se ocultaban detrás de los árboles. Una vez uno me invitó a una reunión pero quería que me ponga una camisa por lo menos ya que tenía una remera puesta. Creo que no fuí. Hace varios años me enteré que las congregaciones tienen un archivo en donde figuran todos tus pecados.

Todo lo que hice lo hice por temor a que Dios me destruya en el armagedón. Recuerdo que era obligatorio sentir que el mejor día de tu vida tenía que ser el de tu bautismo. Yo solo lo hice para demostrar progreso a los ancianos. Hoy me entero que la generación de 1914 murió y que el cuerpo gobernante ya no se cree iluminado. Los precursores hacen menos horas.  Mi abuela todavía tiene el cerebro lavado. Ahora abrazo la fe budista. Creo que si me tuviera que hacer cristiano me haría católico o evangélico. Negar la trinidad es la enseñanza más dañina de los testigos. Ellos lucen el semblante triste y demacrado. Son como corderos.

Bueno, ya no se me ocurre mas nada. Ahora los tengo que dejar. Ya tengo la literatura preparada. Solo me falta atarme la corbata y lustrar mis zapatos.

Ya saben adonde voy.

Capaz tenga suerte y encuentre alguna hermana nueva y que sea linda.

Un abrazo cordial

La crueldad, la humillación y la sumisión -mas nó la miseria- hacen al hombre y a su felicidad. Es parte de la fiesta. 
-Siervo Ministerial
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