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Especial del mes de terror: Panteón Los Rosales, la congregación fantasma
#10

(13 Oct, 2023, 05:36 PM)Charles Fiasco Rusell escribió:  
(12 Oct, 2023, 09:41 PM)Charles Fiasco Rusell escribió:  
(11 Oct, 2023, 09:56 PM)Charles Fiasco Rusell escribió:  Panteón Los Rosales, La congregación Fantasma del circuito 13 parte 2


31 de octubre, Humberto, superintendente del circuito 13 de la zona de Jalisco, aprestaba su vehículo para salir de viaje, en el fondo le molestaba tener que cumplir esta comisión. Había estado por muchos años en buenas zonas, circuitos residenciales donde familias acomodadas lo forraban de billetes y de trajes, portafolios de piel, corbatas, y relojes; había estado también en circuitos que abarcaban zonas turísticas, donde había podido desayunar, comer y cenar verdaderos manjares como camarones, pescado, ceviche, langosta, etc. Así que el que desde hace 2 años tuviera que servir en un circuito que componía parte de la ciudad y múltiples pueblos aledaños, cuyas distancias entre congregaciones eran grandes, territorios aislados que necesitaban ayuda de publicadores de otras regiones para abarcarlos en medio de montes, lodo y, y la condición económica humilde de los hermanos, le parecía un castigo.

Así que se dio a la tarea de manejar varias horas en carretera, su objetivo era primero llegar a la congregación Paraíso, para poder investigar, y de ahí ir al territorio de la congregación Panteón Los Rosales. Mientras la lluvia y la neblina le dificultaban la vista, y los espejos laterales se empañaban él pensaba que había sido buena decisión no haberse casado y tener que sufrir estas incomodidades solo. En cierto momento alcanzó a ver una silueta, una persona pidiendo autostop, por un momento Humberto dudó de hacerle la parada, uno nunca sabe las verdaderas intenciones de quienes circulan la carretera, pero finalmente por alguna extraña razón decidió hacer el alto. La persona a quien recogió dijo llamarse Enrique, quien parecía tener unos 30 años de edad, después de presentarse y platicar algunas trivialidades, la conversación tomó un giro interesante:

Humberto: ¿y qué te trae por estos rumbos Enrique? Es peligroso andar de madrugada pidiendo stop en plena lluvia.

Enrique: Más bien, qué le trae a usted por aquí Humberto, puedo notar por su acento que no es originario de aquí.

Humberto: Es cierto, pues verás, soy Testigo de Jehová y…

Enrique: Perdón por interrumpir, ¿es usted testigo de Jehová? Yo estudié con los testigos de Jehová hace mucho tiempo.

Humberto: ¿Hace mucho? Pero si pareces una persona joven aún, y dime ¿llegaste a bautizarte?

Enrique: La verdad es que tengo más años de los que aparentas, no te imaginarías cuántos años tengo en realidad; y sobre mi periodo en la sociedad, preferiría no hablar de eso.

Humberto: ¿La sociedad?  Jaja, vaya que sí tienes tiempo sin estar al tanto de los cambios, ya no se dice sociedad, ahora decimos organización, pero ¿por qué no quieres hablar del tema?

Enrique: Bueno, como te dije, tengo más años de los que aparento, y el motivo por el cual dejé de ser miembro de la sociedad, quiero decir organización, es porque me di cuenta que en realidad no puede uno estar cien por ciento seguro de todo.

Humberto: ¿Eres expulsado? ¿A qué te refieres con que no puede uno estar seguro de todo si tenemos la biblia, que es la palabra de Jehová?

Enrique: No, te aseguro que no fui expulsado, pero si te pones a pensar, hay cuestiones que implican fe, sin poder comprobar si son ciertas, por ejemplo, el estado de los muertos, ¿tú has muerto? ¿cómo puedes estar seguro que como dice Eclesiastés los vivos no tienen conciencia de nada? ¿Qué tal si al morir te dieras cuenta que algo de ti en realidad sigue vivo, y puedes interactuar con los vivos?

Humberto: Bueno, yo creo firmemente lo que dice la biblia, y nada puede cambiar mi fe, pero tal vez solo falta convencerte más, yo podría encargarme que te den estudio con las nuevas herramientas de la organización, como el libro Disfrute.

Enrique: Agradezco tu apoyo, pero creo que ya es muy tarde para pensar en estudiar.

Humberto: Bueno, de todas maneras, a cualquier lugar que vayas, siempre habrá algún exhibidor con testigos de Jehová, cuando gustes puedes pedirles apoyo.

Enrique: Créeme, he estado en lugares que nunca imaginarías, donde no hay exhibidores, ni publicaciones, donde nadie es testigo de Jehová. Pero hoy después de tanto estar allá, quiero visitar el pueblo de donde soy, Los Rosales.

Humberto: ¿Eres de Los Rosales? Yo también voy para allá, ya casi llegamos al pueblito El Paraíso, pienso atender un asunto durante no más de un día, y de ahí te puedo llevar a Los Rosales, tal vez la compañía de los hermanos te venga bien para pensar en volver a Jehová.

Enrique: Le agradezco Humberto, pero no puedo detenerme, la verdad es que no tengo mucho tiempo, y para cuando tú llegues es posible que yo ya deba marcharme o hasta me haya ido, aún así, me has caído muy bien, antes de dejarme por aquí, quiero entregarte algo, si es que de verdad quieres hacer algo por mí, no dudarás en aceptarlo.

Humberto: Claro, ¿qué es?

Enrique: Toma este reloj, y una llave

Humberto: Wow, es un reloj muy bonito, hecho a mano, es muy antiguo

Enrique: De 1957 para ser exactos

Humberto: ¿Dónde lo conseguiste?

Enrique: ¿Eres policía acaso? Puedes tener la seguridad de que no lo robé, es un regalo familiar, y quisiera que lo conserves como una prueba de que me conociste.

Humberto: Me siento muy honrado, ¿y la llave?

Enrique: No sé, uno nunca sabe, si una llave puede abrir alguna puerta.

Humberto: Está bien, te aseguro que no me olvidaré de ti.

Ambos se despidieron amablemente, y Humberto siguió su camino hasta el salón del Reino, donde Genaro, Mauricio y Carlos, ancianos de la congregación el Paraiso lo esperaban para la reunión que concertaron, continuará….


Panteón Los Rosales, La congregación Fantasma del circuito 13 parte 3

La lluvia había cesado, pero por la temporada el frío y la neblina eran la constante en el pueblo.

Los ancianos habían preparado un rico café, el salón no contaba con calefacción y el frío era evidente entre los presentes.

Humberto comenzó comentando a los ancianos el motivo de la reunión, dado que no los había anticipado al respecto. Los ancianos locales concordaron en que no tenían registro alguno de que se hubiera asignado el territorio de la congregación Panteón los Rosales a la congregación el Paraíso, nunca se les notificó. Ningún publicador del Paraíso vivía en Los Rosales, y los ancianos nunca habían prestado atención a ese territorio porque no les había sido designado. Humberto pidió mantener confidencial el asunto, no informar a los publicadores al respecto,  pues no quería alimentar su curiosidad al respecto; Genaro, el Coordinador, invitó al superintendente a pasar unas horas en casa para reposar, sabía que estaba cansado tras haber pasado manejando toda la noche.

En el hospedaje, ya conocido por el superintendente por ser el lugar donde se quedaba cuando llegaba a la congregación, quiso comunicarse con la sucursal pero era imposible porque la señal era muy débil, así que diciéndole a Genaro que quería caminar un rato e ir al centro de Pueblo para despejar la mente, cogió su abrijo y un sombrero para pasar desapercibido si encontraba a alguien de la congregación y se dirigió hasta el teléfono público, el único en todo el pueblo.

Marcó a la sucursal de México, lo enlazaron con Esteban (miembro del comité de sucursal) pero como estaba ocupado dando un curso de escuela para nuevos betelitas, le dijo que se enlazara con Jacinto, aquel brillante joven de la mesa de servicio.

Al hablar con Jacinto, le comentó que no había logrado gran avance, que nadie del paraíso sabía de la existencia de la otra congregación, y que no creía lograr algo de no tener más información.

Jacinto le comentó que precisamente estaba trabajando en el caso, revisando la correspondencia pero como era información muy antigua y la correspondencia se archivaba físicamente iba a tomarle tiempo encontrar lo que necesitaban. Se despidieron y quedaron en mantener línea directa ante cualquier avance en el caso.

Al regresar al hospedaje, Humberto recordó a Juanita Camarillo, célebre precursora de 95 años de edad, que era la admiración de todos en el circuito por su entusiasmo en la predicación, era precursora especial desde 1965 y llevaba décadas viviendo en el territorio de la congregación El Paraíso, él mismo la había entrevistado en asambleas de circuito, y ella había saltado a la fama local cuando salió en un broadcasting, ¿Qué tal si ella supiera algo al respecto? Al llegar al hospedaje le dijo a Genaro que le gustaría visitar a Juanita, así que después de cenar decidieron ir a verla, ya eran alrededor de las 8 pm, así que tomaron el auto, por seguridad decidieron no llevar los celulares.

El camino fue tranquilo, al llegar hablaron de trivialidades pero rápidamente Humberto trató de ir al punto y sin rodeos le preguntó si había escuchado alguna vez de la congregación Panteón Los Rosales... la expresión facial de la anciana cambió por completo, una mezcla entre sorpresa y recuerdos se reflejaban por sus ojos.

La ancianita les dijo que en aquellos años ella fue asignada a la congregación El Paraíso, y que conducía varios cursos bíblicos al día, se suponía que se quedaría solo un par de meses pero dado el éxito en la predicación, solicitaron a la sucursal ayuda para atender las zonas aledañas entre ellas Los Rosales, así que la sucursal mandó a un par de jóvenes misioneros ¡directamente de Galaad! Trató de recordar el nombre de ellos, tardó en lograrlo, solo recordó que uno era más joven que el otro, uno de ellos se llamaba William, el prototipo gringo de la WT, un joven apuesto de unos 20 años que cultivaba el don de la soltería... y respecto a su compañero, no recordó nada, solo sabía que era un americano de padres latinos así que fácilmente pasaba por Mexicano, pero por más que intentó recordar no pudo traer a su memoria más información.

Respecto a por qué la congregación pudo llamarse Los Rosales, Juanita recordó que en aquel entonces la única referencia para identificar la población era precisamente el panteón, dado que la población de Los Rosales era pequeña, y no había referencias importantes para localizarla, se tomó como referencia el panteón, un punto conocido por todas las poblaciones de la zona, se decía incluso que en el Panteón de Los Rosales había más enterrados de otros pueblos que del mismo poblado.

Respecto a la existencia alguna vez de una congregación en ese poblado, Juanita recordaba que a los pocos meses de que los misioneros llegaron, ya había unos 20 bautizados, así que posiblemente pudo haber existido una congregación pequeña, pero nunca supo exactamente en dónde se reunían. Tampoco supo porqué de repente dejaron de recibir noticias de esa región, la verdad es que con el gran crecimiento que estaba teniendo El Paraíso no tenían tiempo de estar al tanto de otras cosas. Ella suponía que debía haber un grupo de testigos de Jehová en esa zona pero nunca había conocido a nadie de ahí.

Genaro y Humberto se despidieron, Genaro trató de sacar la plática a Humberto, pero este permanecía muy serio, a cada paso que daba todo le parecía más intrigante, pero ya al menos tenía algunos datos de interés. Le comentó a Genaro que a primera hora del día siguiente iría a Los Rosales y le agradeció la hospitalidad.

Al día siguiente Humberto partía del Paraíso, pero antes decidió ir nuevamente al centro del pueblo para marcar por teléfono y avisar a Jacinto sus avances: que la congregación se llamaba Panteón los Rosales como referencia al panteón local, y que en ella hubo en la década de los 70 un aproximado de 20 publicadores, también que hubo 2 misioneros estableciendo la obra en dicho lugar, uno de ellos americano y el otro americano con raíces latinas, se desconocía el nombre del segundo pero el primero se llamaba William... cuando Jacinto escuchó esto, se sobresaltó, pues el coordinador del comité de sucursal se llamaba William, y había sido misionero en México antes de llegar a servir como betelita en dónde subió todos los peldaños hasta llegar a la cima del comité. Aún sorprendido, no le comentó su inquietud a Humberto, solo le dijo que buscaría información de la correspondencia respecto a los misioneros, sabiendo que uno de ellos se llamaba William; quedó en marcarle cuando localizara el nombre del otro misionero o cualquier otra información relevante.

Aún así, el corazón de Jacinto se sobresaltó al colgar el teléfono, es cierto que no tenía pruebas de que el William del caso fuera el William que él conocía, pero muchas cosas concordaban: el nombre, el haber sido misioneros, el ser americanos... y siempre le pareció raro extraña la actitud de William en la reunión donde se habló de la congregación perdida. Con todo, decidió seguir investigando por su cuenta, sabía que era muy pronto y arriesgado intentar inculpar de ocultar información a un betelita de tal calibre sin las pruebas suficientes, continuará...


Panteón Los Rosales, La congregación Fantasma del circuito 13 parte 4

01 de noviembre, por la mañana. Humberto llegaba al Pueblo Los Rosales, desde varios minutos antes de llegar se divisaba a lo lejos el panteón, ahora entendía que esa era la mejor referencia para localizar el pueblo. El ambiente era un poco raro dado que todos en el pueblo estaban en preparativos para el día de muertos, la plaza estaba adornada de cientas de flores de cempasúchil, también conocidas como flor de muerto. La gente hacia sus compras para las ofrendas, el modo en que los Mexicanos conmemoran estas fechas es única, más que miedo es una forma de respeto a los ancestros, nada que ver con la temática de día de brujas que se celebra en otros países, en México recibir la visita de un difunto en esas fechas es signo de alegría y no de miedo.

Sin haber desayunado, Humberto tuvo que parar a comer un tamal y tomar atole, tenía ganas de un pan , amaba el pan de dulce pero en dicha época del año lo único que se vendía era el pan de muerto, algo de lo cual si bien la organización no había publicado nada al respecto, era criticado por algunos, al igual que la rosca de reyes.  Humberto aprovechó para preguntar a la vendedora si sabía algo de los testigos de Jehová, la señora refirió no saber de qué hablaba, sin poder creerlo preguntó a varias personas y nadie sabía quién era Jehová, o qué era eso de testigos de Jehová, eran personas que nunca habían sido incomodadas los fines de semana en su puerta, nunca habían visto un exhibidor de publicaciones, nadie sabía nada de la conmemoración, mucho menos de un salón del reino. Era un territorio virgen, el fetiche de cualquier testigo de Jehová. Humberto estaba por rendirse, le parecía que lo mejor que podía hacer era informar a la sucursal que el territorio era virgen y listo, mandarían algunos precursores a la zona para establecer la obra, pero... algo le decía que debía continuar, sobre todo el recuerdo de Enrique, quien le había dicho que iría a Los Rosales, ¿Qué tal si todavía se encontraba en el pueblo?


Humberto dió la vuelta por toda la plaza, buscando entre las caras, la mayoría de los pobladores ya estaban maquillados para la ocasión, como calaveras. Humberto comenzó a preguntar a los pobladores si conocían a un tal Enrique, nadie lo conocía ni había visto, ¿Qué caso tenía para el superintendente estar en un lugar donde no había nada de lo que había venido a buscar? Entonces de repente sin darse cuenta, Enrique estaba frente a él.

Enrique: Hola Humberto, ¿apenas llegando?

Humberto: Así es, apenas llegando, me alegra que aún estés aquí. ¿Has visitado a tus familiares como lo has planeado?

Enrique: Si, nos hemos reunido todos aquí, esta noche cenaremos y nos iremos, te invitaría pero no creo que te sientas cómodo con mi familia, además ninguno de nosotros vive ya aquí, solo escogimos visitar por hoy este lugar, y después nos iremos cada quien de donde vino.

Humberto: entiendo, pero, necesito tu ayuda, necesito localizar el lugar donde los testigos de Jehová aquí realizaban sus reuniones, no me puedo ir hasta no saber algo de ese lugar.

Enrique: oh claro, lo entiendo, no puedo acompañarte porque como entenderás es difícil tener tiempo cuando solo se tienen unas horas para estar aquí antes de tener que volver a partir. Pero te diré como llegar; el lugar de reunión está justo detrás del panteón, ahí hay un predio y debe estar la construcción, tienes que atravesar caminando el panteón, lo que pasa es que, dicen los viejos de antiguas generaciones que dónde está el panteón el gobierno planeaba construir una calle, y con los terrenos alrededor construir casas, al final se decidió usar los terrenos para construir el panteón, pero dado que una persona ya había comprado su terreno, se tuvo que respetar su propiedad, así que su casa está ahí, literalmente al final del panteón, no hay otra manera en que puedas llegar más que atravesando.

Humberto: Gracias Enrique, te agradezco, y espero que regreses con bien.

Enrique: no te preocupes por mi, yo también espero que regreses con bien.

Mientras tanto, en betel de México, Jacinto seguía buscando información, entre montones de sobres, polvo, en el sótano del departamento de servicio, buscaba información. Después de varias horas de búsqueda logró encontrar algunas cosas interesantes.

Una carta de asignación, dónde se indicaba que William y el otro misionero eran asignados a la población Los Rosales, no cabía duda, el William que conocía, aquel betelita de alto rango, sabía algo y lo ocultaba. Encontró también correspondencia entre la sucursal y William, en su época de misionero, donde se hablaba de los alcances que tuvo la obra, de que se había fundado una pequeña congregación de 20 estudiantes con William como Siervo de Congregación, luego otra carta invitaba a que uno de los 2 precursores se mudara a trabajar en betel en la mesa de servicio mientras que otro se quedaría en el campo misional en Los Rosales; la última correspondencia era respecto a la visita que el hermano Nathan Knorr haría a México, donde se celebraría una asamblea especial en la arena México, la congregación entera había hecho planes para ir hasta la capital y disfrutar de la asamblea, esa era la última carta al respecto, no había más cosas, parecía evidente que alrededor de eso se suscitó la desaparición de dicha congregación.

Mientras tanto, aunque era relativamente temprano, la lluvia y la neblina daban apariencia de ser más tarde, además, los pobladores locales habían terminado  de limpiar las tumbas de sus antepasados, de colocarles flores y ofrendas, el panteón estaba solo y el portero yacía borracho en el suelo. Humberto no era supersticioso, así que atravesó confiado el panteón, al final efectivamente estaba un terreno muy descuidado, años y años de vegetación cubrían gran parte de todo, al ser propiedad privada el gobierno no estaba obligado a darle mantenimiento al lugar. Después de batallar con ramas y enredaderas, dió con la puerta... que naturalmente estaba cerrada, ¿Qué podía hacer?

Tomó su corbata, que traía en la gabardina, la envolvió en su mano y con el puño cerrado rompió un cristal de la puerta, para meter la mano y abrir la cerradura por dentro. Durante ese tiempo recibió un par de llamadas de Jacinto, pero por lo ocupado que estaba Humberto decidió no contestar. Al entrar, fue como si se hubiera transportado en el tiempo, un auditorio con unas cuantas bancas oxidadas, adelante una plataforma improvisada con tarimas hoy podridas, y un atril rústico igualmente podrido por ser de madera. La humedad había generado salitre en las paredes, por un momento Humberto quiso salir porque parecía que la estructura podría caerse en cualquier momento. En el lugar también había un mueble de literatura, principalmente con biblias verdes, y libros que nunca había visto en físico como El Arpa de Dios y Millones que ahora viven no morirán jamás, aunque en estado deplorable, la humedad les había afectado y estaban cubiertos de telaraña. Efectivamente el salón había sido usado como salón del reino. Mientras veía admirado el lugar, algo o alguien había pasado tras de él, lo cual le espantó, pero afortunadamente solo era una rata corriendo.

Aún quedaba la duda, si el auditorio era lo único que había en el lugar, así que explorando se dió cuenta que había unas escaleras que conducían hacia una puerta de metal. Subió las escaleras con mucho cuidado porque eran de madera vieja, alumbró con su celular, viendo que tenía una llamada más de Jacinto, pero en vez de contestar estaba decidido a descubrir todo sobre aquel lugar. La puerta estaba cerrada y por ser de metal y no tener ventana, no habría un modo de entrar a la fuerza, intentó por varios minutos pero finalmente se rindió, después de todo, ahora sabía dónde estaba el salón del reino, lo de menos era informar a la sucursal sus descubrimientos y ellos se encargarían de lo demás, pero no estaba satisfecho con eso, presentía, sentía que había algo importante tras aquella puerta, aunque no sabía cómo abrirla. Metiendo sus manos en los bolsillos resignadose, tocó la llave que le había dado Enrique.

¿Será posible? ¿será que esa llave sirviera para abrir la puerta? Recordó que cuando se la dieron Enrique dijo que uno nunca sabe qué puerta puede abrir esa llave, así que tembloroso, dirigió su mano con la llave hacia la cerradura, lo hizo poco a poco pero lo sorprendente es que entró fácilmente, no podía ser cierto, pero así fue, mayor fue su sorpresa cuando giró para abrir y la cerradura cedió ¡Esa era la llave indicada!

Al entrar, notó que la habitación era un alojamiento, algo sencillo, un par de camas, un ropero, cosas básicas, todo el lugar olía a humedad, poco le faltó para vomitar, dedujo que ese era el hospedaje de los misioneros, hurgando entre las cosas, encontró un album de fotografías, estaba dispuesto a revisarlo cuando nuevamente entró una llamada de Jacinto, esta vez Humberto decidió contestar, ya casi daban las 6 pm y sabía que cerrarían betel, no tendría oportunidad de volver a comunicarse hasta el día siguiente, continuará...


Panteón Los Rosales, La congregación Fantasma del circuito 13 parte 5

Humberto decidió por fin contestar la llamada de Jacinto, mientras platicaban observaba fotos del álbum.

Humberto: Hola Jacinto, que tal

Jacinto: Tengo novedades sobre el caso

Humberto: Excelente, yo también

Jacinto: ¿De verdad? ¿Qué has descubierto?

Humberto: Bueno, en el Pueblo Los Rosales nadie de los que pregunté sabía algo sobre los testigos de Jehová, pero un joven que amablemente encontré de camino, y que luego volví a encontrar en el Pueblo me indicó que cruzando el panteón está la propiedad donde estaba el salón del reino. En la propiedad hay un pequeño auditorio y publicaciones bíblicas, y en la parte de arriba parece que era el hospedaje misional.

Jacinto: Excelente, pues yo he descubierto correspondencia, resulta que William, el misionero joven, es el hermano coordinador del comité de sucursal, fue asignado con unos 20 años como misionero a la zona, y el otro misionero, de unos 30 años, era Enrique Hernández, un hermano cuyos padr…

Humberto: Disculpa, ¿qué nombre has dicho? (decía mientras miraba unas fotos del álbum)

Jacinto: Enrique Hernández, te comentaba que sus padres eran del pueblo Los Rosales, por los años 40 emigraron a Estados Unidos, donde tuvieron a Enrique, parece que, por ser sus padres de dicho lugar, y dominar el español, lo enviaron a evangelizar esa zona.

Mientras Jacinto relataba eso, Humberto asomaba sorpresa en su rostro al percatarse que el compañero que salía con William en las fotos, era exactamente el hombre que lo abordó en la carretera camino al Paraíso, el que le dio el reloj, ¡el reloj!, en las fotos aparecía ese mismo reloj, no había duda de que era el mismo. Jacinto seguía dando algunos detalles pero Humberto ya no escuchaba, solo rememoraba todo lo que vivió con Enrique, si para 1970 tenía 30 años de edad, debía tener más de 80 años, era imposible que siguiera tan joven como él lo vio, pero ahí estaba, en las fotos, y así lo recordaba Humberto, tan fresco como se veía en el álbum.

Humberto: ¿Qué pasó con Enrique?

Jacinto: No hay información al respecto, solo encontré que se quedó en Los Rosales mientras que William se vino a vivir a la Ciudad de México para ser parte de la familia Betel. Creo que es momento de preguntarle a William qué es lo que sabe al respecto.

Humberto: De acuerdo, seguimos en contacto, estimo que en unos 10 días puedo llegar a México para compartir lo que he encontrado.

Se despidieron y colgaron. Humberto seguía pasmado, no entendía cómo podía ser posible que Enrique fuera el mismo de las fotos, salió del inmueble, y comenzó a caminar de regreso por el panteón hacia la salida, durante el largo camino, algo le incitaba a buscar entre las tumbas, por primera vez en su vida pese a no creer en el destino, sentía que el destino le había guiado hasta ese punto, las coincidencias eran demasiadas, al recorrer las tumbas se dió cuenta que estaban agrupadas por familias, localizó algunas tumbas con el apellido Hernández, buscó, buscó, hasta que encontró lo que al parecer presentía que iba a encontrar: una cripta con el nombre de Enrique Hernández, su fecha de nacimiento y fecha de defunción… Ya no había duda, Humberto había estado teniendo contacto con un muerto, aunque realmente no tenía forma de saber qué había sucedido, ¿en verdad era Enrique resucitado? ¿Era un demonio? ¿Una entidad sobrenatural? Por primera vez, Humberto dudó de sus creencias, se dio cuenta que tal como le dijo aquel Enrique que conoció en carretera, no había forma de saber si los muertos realmente dejaban de existir tras la muerte o no.

Mientras tanto, en Betel de México, un decidido Jacinto estaba dispuesto a confrontar a William, continuará en la parte 6 y final...

charlesfiascorussell@gmail.com
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