Hace 8 horas
A principios de este mes de junio un medio de comunicación cristiano publicó un reportaje de investigación donde revelaba la doble vida del cantante cristiano Michael Tait, acusándolo de consumo de drogas y abuso sexual de por lo menos tres hombres. Michael Tait, hasta ese momento el vocalista principal de la banda cristiana Newsboys, era toda una celebridad en este género musical, y en 2011 su fama había escalado cuando la banda apareció en la cinta cristiana "God is not dead" (2011) que resultó un éxito comercial.
Luego, el 10 de junio, Michael Tait publicó en su cuenta de Instagram una confesión donde admitía, sin excusas, todas las acusaciones, reconociendo que había estado llevando una doble vida durante 20 años. "Me avergüenzo de mis decisiones y acciones y no las justifico. Simplemente lo llamaré como Dios lo llama: pecado", afirma en su escrito. A la par de esa vida, y en el ámbito público, Tait predicaba y condenaba lo que el mismo practicaba en secreto. De hecho, era un fiel partidario de Trump, se oponía a la homosexualidad y apareció en varios eventos de campaña del hoy presidente de Estados Unidos.
No se sabe qué seguirá legalmente para Tait, pero al menos sus errores ya lo han dejado fuera de la banda y posiblemente ha sepultado su carrera artística. En su publicación, Tait afirma estar arrepentido, acepta la consecuencias de su error, dice haber emprendido un camino hacia la sanación y estar recibiendo ayuda clínica profesional así como terapia. "Me destroza pensar que alguien pierda o decida no seguir su fe porque he sido un pésimo representante de él [el Señor]", afirma Tait y cierra su escrito citando la oración de arrepentimiento del rey David pidiendo perdón tras haber cometido adulterio y asesinato.
"Betel no es un paraíso espiritual, es Sodoma y Gomorra".
La nota atrajo mi atención porque recientemente volví a ver algunas entrevistas a Eduardo Martínez, el ex betelita de la sucursal de Centroamérica que cobró cierta relevancia en los medios gracias a su aparición con Gusgri y su canal de YouTube de Doble G. Su relato, como otros tantos de ex Testigos, pone de relieve cómo los ambientes religiosos de control estricto terminan siendo caldos de cultivo para la doble vida. La fuerte represión de los deseos naturales, sin un espacio para ser explorados y canalizados sanamente, acaban hallando una forma de escape de forma oculta y muchas veces compulsiva o dañina. Como revela Eduardo Martínez, esto se convierte en la norma en Betel, los "secretos a voces" en sus pasillos. Hay reglas y pactos secretos para encubrirse, "si tú no me delatas, yo tampoco". Por eso en cierta entrevista, se compara a Betel con aquellas ciudades que se convirtieron en un símbolo de la decadencia moral.
Y eso mismo se ve en las congregaciones. El objetivo ya no es ir por la vida guiándose por los "principios bíblicos" y esquivando los peligros del "pecado", sino más bien, esquivando los comités de ancianos (antes comités judiciales) y evitar ser descubiertos a toda costa. El hermano o hermana están tan preocupados por librar lo severo de una disciplina que pocas veces tienen tiempo para cuestionar moralmente el significado de sus acciones y aprender, si es que se han equivocado.
"No nos avengonzamos ni tampoco nos disculpamos".
En medio del escándalo mediático del caso Michael Tait, algunos han reconocido en la confesión lo que puede considerarse una buena disculpa. Esto es, reconoce su pecado, no se excusa y se compromete a trabajar para resolver las cosas. Solo resta esperar que sus palabras se traduzcan en acciones y que su arrepentimiento demuestre ser genuino.
¡Vaya contraste con la postura del Cuerpo Gobernante! En la Reunión Anual de 2024, Jeffrey Winder, en nombre de todos los miembros del CG, afirmaba que ellos no tenían por qué avergonzarse ni disculparse por sus predicciones fallidas y sus nuevos entendimientos tan cambiantes. Bajo el peso de la evidencia histórica y los hechos, tal afirmación resultaba una declaración de arrogancia. Por si fuera poco, añadió que lo hacían porque "así es como Jehová les revela la verdad", en otras palabras, "no es nuestra culpa, es de Jehová". Y por eso se les cuestiona cada vez más. Como escuché en otro podcast, "quieren toda la autoridad pero nada de responsabilidad", especialmente cuando hay que enfrentar juicios.
Luego, el 10 de junio, Michael Tait publicó en su cuenta de Instagram una confesión donde admitía, sin excusas, todas las acusaciones, reconociendo que había estado llevando una doble vida durante 20 años. "Me avergüenzo de mis decisiones y acciones y no las justifico. Simplemente lo llamaré como Dios lo llama: pecado", afirma en su escrito. A la par de esa vida, y en el ámbito público, Tait predicaba y condenaba lo que el mismo practicaba en secreto. De hecho, era un fiel partidario de Trump, se oponía a la homosexualidad y apareció en varios eventos de campaña del hoy presidente de Estados Unidos.
No se sabe qué seguirá legalmente para Tait, pero al menos sus errores ya lo han dejado fuera de la banda y posiblemente ha sepultado su carrera artística. En su publicación, Tait afirma estar arrepentido, acepta la consecuencias de su error, dice haber emprendido un camino hacia la sanación y estar recibiendo ayuda clínica profesional así como terapia. "Me destroza pensar que alguien pierda o decida no seguir su fe porque he sido un pésimo representante de él [el Señor]", afirma Tait y cierra su escrito citando la oración de arrepentimiento del rey David pidiendo perdón tras haber cometido adulterio y asesinato.
"Betel no es un paraíso espiritual, es Sodoma y Gomorra".
La nota atrajo mi atención porque recientemente volví a ver algunas entrevistas a Eduardo Martínez, el ex betelita de la sucursal de Centroamérica que cobró cierta relevancia en los medios gracias a su aparición con Gusgri y su canal de YouTube de Doble G. Su relato, como otros tantos de ex Testigos, pone de relieve cómo los ambientes religiosos de control estricto terminan siendo caldos de cultivo para la doble vida. La fuerte represión de los deseos naturales, sin un espacio para ser explorados y canalizados sanamente, acaban hallando una forma de escape de forma oculta y muchas veces compulsiva o dañina. Como revela Eduardo Martínez, esto se convierte en la norma en Betel, los "secretos a voces" en sus pasillos. Hay reglas y pactos secretos para encubrirse, "si tú no me delatas, yo tampoco". Por eso en cierta entrevista, se compara a Betel con aquellas ciudades que se convirtieron en un símbolo de la decadencia moral.
Y eso mismo se ve en las congregaciones. El objetivo ya no es ir por la vida guiándose por los "principios bíblicos" y esquivando los peligros del "pecado", sino más bien, esquivando los comités de ancianos (antes comités judiciales) y evitar ser descubiertos a toda costa. El hermano o hermana están tan preocupados por librar lo severo de una disciplina que pocas veces tienen tiempo para cuestionar moralmente el significado de sus acciones y aprender, si es que se han equivocado.
"No nos avengonzamos ni tampoco nos disculpamos".
En medio del escándalo mediático del caso Michael Tait, algunos han reconocido en la confesión lo que puede considerarse una buena disculpa. Esto es, reconoce su pecado, no se excusa y se compromete a trabajar para resolver las cosas. Solo resta esperar que sus palabras se traduzcan en acciones y que su arrepentimiento demuestre ser genuino.
¡Vaya contraste con la postura del Cuerpo Gobernante! En la Reunión Anual de 2024, Jeffrey Winder, en nombre de todos los miembros del CG, afirmaba que ellos no tenían por qué avergonzarse ni disculparse por sus predicciones fallidas y sus nuevos entendimientos tan cambiantes. Bajo el peso de la evidencia histórica y los hechos, tal afirmación resultaba una declaración de arrogancia. Por si fuera poco, añadió que lo hacían porque "así es como Jehová les revela la verdad", en otras palabras, "no es nuestra culpa, es de Jehová". Y por eso se les cuestiona cada vez más. Como escuché en otro podcast, "quieren toda la autoridad pero nada de responsabilidad", especialmente cuando hay que enfrentar juicios.