31 Oct, 2019, 12:04 PM
(20 Oct, 2019, 06:47 PM)Stargate escribió: Voy por la mitad del libro, y aunque hay algunas cosas muy interesantes para quienes quieran investigar sobre las tantas similitudes de las historias bíblicas con relatos más antiguos de otras culturas, también hay que decir que es un libro que pierde toda seriedad al hacer afirmaciones categóricas sobre asuntos sobre los que no hay certeza o directamente se han desechado como charlatanería. Puede ser complicado separar el trigo entre tanta paja.
Algunas partes sobre las que soy totalmente escéptico.
«En 1974 el Dr. Carl Johansson estudió en el N. E. de Etiopía un cráneo humano enterrado en lava, de unos 4 millones de años. En 1975 en Nuevo México (estudiados por el Dr. Stanley Rhine) se encontraron huesos de 40 millones de años. El mismo año aparecieron en Kenton (Oklahoma) y Wisconsin huesos humanos de la misma edad (Era Mesozoica).
En la Academia de Minería de Freiburg hay un cráneo encontrado en medio de un, estrato carbonífero (más de 200 millones de años).
En 1971 en el estado de Utah, Lin Ottinger descubre muchos huesos de más de cien millones de años. Están siendo todavía estudiados por los Drs. Lee Stokes y J. P. Marwitt de la Universidad de Utah.
A finales del siglo pasado y principios de este ya se habían descubierto en varios sitios de Europa restos parecidos: En los Dardanelos, huesos de alrededor de cien millones de años.
En Castenedolo, Italia, en 1860 el Prof. Ragazzoni del Instituto Técnico de Brescia estudió un cráneo de unos diez millones de años.
En el pueblo de Olmo (Arezzo, Italia) estudió otro cráneo de unos diez millones.
En 1883 el Prof. Sergi estudió los restos de dos niños, una mujer y un hombre que aparecieron también en Castenedolo y atestiguó que pertenecían al Plioceno.
No quiero extender mucho esta nota, pero le diré al lector que además de huesos hay una enorme cantidad de huellas de los mismos períodos; algunas de ellas al lado de las huellas de dinosaurios (en el rio Paluxi, Texas); hay una huella de un zapato en Nevada (descubierta en 1972) del Triásico (unos 80 millones de años); y también en Nevada hay otra huella de zapato de la misma edad, que tras haber sido estudiada al microscopio se comprobó que la suela era de cuero; se podían ver claramente las costuras —algunas de las cuales eran dobles— y hasta se podía distinguir la torcedura del hilo que usaron para coser, que era más delgado que el que hoy se usa en la confección de zapatos.
Aparte de esto, hay una gran cantidad de restos de razas gigantes. En Sonora (México) se descubrió un cementerio entero de hombres de casi tres metros de altura. Aunque parezca increíble hay varios huesos de hombres y mujeres que pasaban de los diez metros de estatura, y en Winslow (Anzona) hay un enorme cráneo que cuando fue desenterrado poseía el curioso detalle de tener un diente de oro. Probablemente el cráneo humano más antiguo que existe, es el encontrado en California en 1866 en una mina de oro, al que se le han calculado entre 40 y 50 millones de años. Tiene una capacidad craneal igual a la nuestra. Y para los que todavía tengan duda, hay todo un estadio para gigantes construido en piedra en lo alto de los Andes, al norte de Chile en un lugar llamado Enladrillado. Los espectadores que usaban aquellas graderías de piedra, medían alrededor de 4 metros de altura».
[...]
Al decir que Abraham era contemporáneo nuestro, estoy afirmando algo de lo que hoy ya no se puede tener duda alguna, si se es honesto con los hallazgos que en gran cantidad van saliendo a la luz pública en los últimos tiempos, cuando todavía la ciencia oficial está pasmándose ante los dos millones de años de antigüedad de los restos humanos que Leaki ha encontrado en el corte de Olduvai en África, ya hace tiempo que la ciencia «marginal y heterodoxa» sabe que el hombre es muchos millones de años más viejo que eso. Hoy por hoy, el resto humano indiscutible más antiguo que se conoce es la huella pétrea de un zapato (terminada en punta y con tacón perfectamente reconocible) que está aplastando un trilobites. El trilobites es un crustáceo cámbrico cuya edad puede remontarse hasta los 600 millones de años y que desapareció hace unos 400 millones de años. Naturalmente esto es un auténtico pecado mortal para la ciencia oficial, pero la huella descubierta, en 1968 en Antelop Springs (Utah, EE.UU), sigue siendo estudiada por todo un grupo de científicos sin que los entendidos tengan explicación para ella. Y en este caso no solo tenemos el dato de la roca en que está incrustada la huella del zapato —bien corroborado por el geólogo Dr. Clifford Burdick de la Universidad de Tucson (Arizona) entre otros—, sino que tenemos el importantísimo dato extra del trilobites para reforzar el dictamen de los geólogos.
Como tantas veces he dicho, si solo tuviésemos este dato y unos cuantos más, habría que pensarlo bien antes de decidirse a admitir teorías tan revolucionarias; pero cada día los hallazgos de este tipo son más numerosos debido sobre todo a las excavadoras mecánicas que mueven grandes masas de tierra desenterrando cosas que de otro modo quedarían por siempre enterradas y debido a la dinamita que del corazón de algunas canteras de rocas del secundario y hasta del primario está sacando a la luz restos humanos y objetos fabricados por el hombre que tienen muchos millones de años. Tal es el caso del objeto semejante a una bujía del automóvil que fue descubierto en Olancha, California, y que según los expertos es cientos de miles de años viejo: y no cientos de miles sino millones es lo que se le atribuye a un florero de plata y zinc que fue hallado embebido en la roca; a un famoso cubo de acero, al anillo encontrado por un ama de casa de Chicago cuando rompió un pedazo de carbón para la cocina, a un collar de oro encontrado en las mismas condiciones, a una pequeña vasija de hierro encontrada también dentro de un gran pedazo de carbón el año 1912 por dos empleados de la planta eléctrica municipal del pueblo de Thomas en el estado de Oklahoma, etc.
Y en cuanto a huellas humanas, si no tan antiguas como la citada más arriba, haremos mención de las que en 1930 se encontraron en Kentucky Hills (EE.UU), estudiadas por el Dr. Burroughs, jefe del Departamento de Geología del Berea College; diez huellas completas y parte de otras, pertenecientes al carbonífero (Era paleozoica; alrededor de 250 millones de años); las que en el siglo XIX se encontraron en las orillas del río Mississippi, pertenecientes por lo menos al secundario; el maxilar encontrado en 1958 por el Dr. Huerzeler de Basilea en un estrato del Mioceno (unos 10 millones de años); etc.
Todo este interesantísimo tema de la antigüedad del hombre sobre la superficie de la Tierra y de las diversas civilizaciones separadas unas de otras por enormes cataclismos, sucedidos a lo largo de los millones de años que componen la anteprehistoria de humanidad, es fascinante, y de una enorme trascendencia para el tema que estamos tratando, pero desgraciadamente no podemos profundizar en él porque nos apartaría mucho de nuestra meta final. Le recomiendo al lector que haga alguna incursión en este campo (leyendo, por ejemplo, autores como Jacqués Bergier o Brad Steiger) y tendrá ocasión de cotejar ciertas realidades insospechadas, con las infantilidades comúnmente admitidas, provenientes tanto del campo religioso como del científico.
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En la actualidad, a juzgar por los millones de seguidores, existe en la India uno de estos avataras llamado Satya Sai Baba. No discutiré aquí sus méritos para ser o no ser tenido por un auténtico avatara, pero de lo que no puedo dudar es de sus asombrosos poderes, desde hacer aparecer repentinarnente en su mano un collar de diamantes hasta curar con un solo gesto de su mano a enfermos «incurables».
Pero dejando a un lado la falta de originalidad de la doctrina de la encarnación, y fijándonos en el hecho en sí, no tenemos más remedio que decir que hace falta una simplicidad de mente muy grande para admitir semejante cosa. Y la primera pregunta que nos viene a la mente es si esta encarnación ha tenido lugar únicamente en nuestro planeta o también se ha realizado en algunos o en muchos de los otros mundos que sin duda alguna están habitados por seres racionales en todo el Universo.
Los teólogos cristianos no han tratado mucho el tema, —que indudablemente es bastante espinoso para ellos— pero los pocos que lo han hecho, nos han dicho, haciéndose eco de algún versículo de San Pablo, que «la redención de Cristo es válida para todo el Universo». Con ello implícitamente nos están diciendo que Dios solo se ha encarnado en nuestro planeta. Y esto, aun desde un punto de vista exclusivamente matemático, es absolutamente inadmisible. Convertir a la Tierra en el centro del Universo, además de infantil es algo contra lo que se rebelan las matemáticas. La Tierra no es centro de nada y por cálculo de probabilidad, dado el casi infinito número de astros y el enorme número de mundos poblados que hay en el Cosmos, es imposible que nosotros seamos el centro de nada. Sería como una lotería de billones de números en la que a nosotros nos hubiese tocado a la primera, el primer premio. Porque hacer que Dios se encarnase únicamente aquí, sería como un primer premio. Y ante esta posibilidad de «suerte», las matemáticas se alzan con su fría e infalible voz: ¿probabilidad? = cero.
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Y aunque admitiésemos que el pecado de Adán se había transmitido a su descendencia, hoy toda esa doctrina sería de todas maneras absurda ante el hecho seguro del múltiple origen de las razas humanas. Tendríamos que admitir que cada una de las «parejas originales» cometió un «pecado original», y entonces comenzaríamos a pensar mal de Dios como creador, ante el hecho de no haber sido capaz de crear una sola pareja decente. O tendríamos que pensar que parte de la humanidad está contaminada con dicho pecado, y parte no. Y como hoy día todas las razas están mezcladas, habría que empezar a calcular en qué tanto por ciento está inficionado un individuo.
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Y antes de terminar este capítulo, le explicaré al lector mi paradójica postura en todo este asunto de la concepción virginal. Contra lo que se pudiera esperar, no tengo inconveniente en admitir como real la concepción virginal de María, al igual que no la tengo para admitir la de algunos personajes de la historia. Comprendo perfectamente a aquellos que no la admitan, basados únicamente en el sentido común. Yo tampoco la admitiría en la actualidad, si no conociese, y muy de cerca, hechos similares. El haberme interesado por años en el mundo paranormal me ha llevado a la convicción de que debemos borrar del diccionario la palabra «imposible». Yo he visto con mis ojos muchas cosas «imposibles».
—En cuanto a algo del mundo paranormal que se relacione con concepciones virginales, tengo que confesarle al lector que creo en los íncubos y en los súcubos de que nos hablan los autores antiguos y de la Edad Media[7]. Conozco a víctimas de tales contactos. No solo eso, sino que también creo en la posibilidad de contactos sexuales entre espíritus de muertos y seres vivientes; también conozco personalmente casos. Me doy perfecta cuenta de que escribir tales cosas es poner en entredicho mi credibilidad y darles armas a los que ya de antes piensan que deliro. Pero no sería valiente ni honrado, si por miedo me lo callase. Son conocimientos a los que me ha costado mucho trabajo y muchos años llegar, y me siento obligado a comunicárselos a mis lectores, que son gente madura y perfectamente libres para admitirlos o rechazarlos.
En nuestros días, los llamados «extraterrestres» —sin que necesariamente lo sean— están haciendo lo mismo que antaño hacían los «hijos de Dios», tal como leemos en la Biblia; y lo mismo que en la Edad Media hacían los íncubos: les encanta «unirse con las hijas de los hombres[8]».
Los mitos se rejuvenecen. Porque, tal como dijimos al principio del libro, mito no es más que un viejísimo hecho real, que ha llegado a nosotros completamente distorsionado por la mente humana y por el paso del tiempo.
Ciertas vírgenes —y también mujeres casadas— siguen siendo visitadas por extraños personajes cuya existencia desconoce la ciencia, pero que, como antaño, siguen poseyendo la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad, teniendo siempre en vilo y en duda el alma de los humanos. Estos seres —auténticos «ángeles» o «demonios» para nosotros— pueden con facilidad hacer que «una virgen conciba». Pero sus motivaciones y sus últimos designios, siguen hoy siendo tan confusos y misteriosos como lo eran en tiempos antiguos. A quien quiera profundizar más en esta extrañísima temática le recomendamos la lectura del libro Defendámonos de los dioses.
Me gustó mucho el libro, pero me asusté bastante, no es un libro que recomendaría al lector promedio, pero si es un libro excelente, a pesar de ser sobre enfático y cardíaco, los libros de freixedo este exjesuita español son super interesantes.
Saludos
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Perdón ya había comentado.