22 Aug, 2019, 10:54 AM
QUÉ HACÍA DIOS ANTES DE CREAR EL MUNDO?
San Agustín es uno de los filósofos que con más perspicacia ha abordado el problema del tiempo. Esta misma perspicacia le lleva a reconocer que cree saber lo que es el tiempo si no tiene que explicárselo a nadie, pero que si tiene que explicárselo a alguien se da cuenta de que no lo sabe. Según san Agustín, no hay tiempo donde no hay mundo, pues sin mundo no hay cambio, y sin cambio no hay tiempo. Por tanto, no pudo pasar un tiempo determinado antes de que Dios creara el mundo, sino que el tiempo y el mundo sólo pueden haber surgido a la vez.
De ahí que, según san Agustín, carezca de sentido preguntarse qué hacía Dios antes de crear el mundo, tal y como ocurría en un chiste de la época, por mucho que la respuesta del bromista fuera:
—Antes de la creación del mundo, Dios estaba preparando el infierno para quienes hacen ese tipo de preguntas.
San Agustín propugnaba en sus obras de madurez la castidad y el recogimiento, pero él mismo llevó durante sus años de juventud una vida bastante disoluta. En sus Confesiones reconoce que de joven recitaba esta plegaria: «Señor, concédeme castidad y continencia, pero todavía no».
EL LARGO MINUTO DE DIOS
Tanto en la filosofía cristiana como en la hebrea y en la musulmana aparece reflejada la idea de que el tiempo tal y como transcurre en el mundo de los hombres es bien distinto al tiempo que transcurre para Dios. Así se entiende una simpática broma de la tradición hebrea que recoge Jean-Claude Carriére en su libro El círculo de los mentirosos y que dice así:
Un hombre pedía dinero a Dios:
«—¡Tú que eres todopoderoso, te lo ruego, dame cien mil dólares! ¡Eso no es nada para ti! ¡Puedes hacer todo lo que quieres! ¡El espacio no existe y cien años son como un minuto! ¡Mil años son como un minuto! ¡Para ti cien mil dólares son como un penique! ¡Te lo suplico, dame un penique!
Dios contestó:
—Espera un minuto…».
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO
San Anselmo de Canterbury propuso en el siglo XI su famoso argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios. Según este argumento, que expondremos en una formulación algo más refinada que la de san Anselmo, la existencia de Dios se deduce necesariamente de la idea de Dios, pues ésta no es otra que la de un ser perfecto, el ser más perfecto que se pueda imaginar. Y como la existencia es una perfección, Dios ha de tener la existencia, o de lo contrario no sería un ser perfecto.
Pero, como han señalado muchos filósofos posteriores, no es posible deducir la existencia de un ser a partir de la idea de ese ser. El argumento fue parodiado de distintas formas. Una de ellas consistió en utilizar una variante de él para demostrar la inexistencia del diablo porque, siendo el diablo el ser más imperfecto que podamos imaginar, y dado que la inexistencia es una imperfección, el diablo deberá tener esa imperfección y por lo tanto no es posible que el diablo exista
San Agustín es uno de los filósofos que con más perspicacia ha abordado el problema del tiempo. Esta misma perspicacia le lleva a reconocer que cree saber lo que es el tiempo si no tiene que explicárselo a nadie, pero que si tiene que explicárselo a alguien se da cuenta de que no lo sabe. Según san Agustín, no hay tiempo donde no hay mundo, pues sin mundo no hay cambio, y sin cambio no hay tiempo. Por tanto, no pudo pasar un tiempo determinado antes de que Dios creara el mundo, sino que el tiempo y el mundo sólo pueden haber surgido a la vez.
De ahí que, según san Agustín, carezca de sentido preguntarse qué hacía Dios antes de crear el mundo, tal y como ocurría en un chiste de la época, por mucho que la respuesta del bromista fuera:
—Antes de la creación del mundo, Dios estaba preparando el infierno para quienes hacen ese tipo de preguntas.
San Agustín propugnaba en sus obras de madurez la castidad y el recogimiento, pero él mismo llevó durante sus años de juventud una vida bastante disoluta. En sus Confesiones reconoce que de joven recitaba esta plegaria: «Señor, concédeme castidad y continencia, pero todavía no».
EL LARGO MINUTO DE DIOS
Tanto en la filosofía cristiana como en la hebrea y en la musulmana aparece reflejada la idea de que el tiempo tal y como transcurre en el mundo de los hombres es bien distinto al tiempo que transcurre para Dios. Así se entiende una simpática broma de la tradición hebrea que recoge Jean-Claude Carriére en su libro El círculo de los mentirosos y que dice así:
Un hombre pedía dinero a Dios:
«—¡Tú que eres todopoderoso, te lo ruego, dame cien mil dólares! ¡Eso no es nada para ti! ¡Puedes hacer todo lo que quieres! ¡El espacio no existe y cien años son como un minuto! ¡Mil años son como un minuto! ¡Para ti cien mil dólares son como un penique! ¡Te lo suplico, dame un penique!
Dios contestó:
—Espera un minuto…».
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO
San Anselmo de Canterbury propuso en el siglo XI su famoso argumento ontológico para la demostración de la existencia de Dios. Según este argumento, que expondremos en una formulación algo más refinada que la de san Anselmo, la existencia de Dios se deduce necesariamente de la idea de Dios, pues ésta no es otra que la de un ser perfecto, el ser más perfecto que se pueda imaginar. Y como la existencia es una perfección, Dios ha de tener la existencia, o de lo contrario no sería un ser perfecto.
Pero, como han señalado muchos filósofos posteriores, no es posible deducir la existencia de un ser a partir de la idea de ese ser. El argumento fue parodiado de distintas formas. Una de ellas consistió en utilizar una variante de él para demostrar la inexistencia del diablo porque, siendo el diablo el ser más imperfecto que podamos imaginar, y dado que la inexistencia es una imperfección, el diablo deberá tener esa imperfección y por lo tanto no es posible que el diablo exista