05 Jan, 2025, 06:59 AM
2005 (Circa). Invierno. Valparaíso. Chile.
Cabizbajo camino por Avenida Pedro Montt. Alzando la cabeza veo cómo se me aparecen un par de afiches pegados en una pared cercana a un local comercial. Anuncian la breve presentación que realizaría un poco conocido cantautor mexicano en una sala de espectáculos de la Universidad de Valparaíso (¿o fue en la Católica de Valparaíso?).
Previamente, había tenido la fortuna de escuchar una joya titulada "Febrero 13", gracias a un casete regrabado que me prestó mi, -en ese tiempo-, joven cuñado (muchacho recién convertido que aún no estaba lo suficientemente contaminado por los acordes disneylandosos de las Kingdom Melodies).
Emocionado asistí a la presentación, con la inocente ilusión de que, en mi remoto "culo del mundo", seríamos capaces de replicar la emoción que se desprendía de la vivaz interacción del público mexicano (tal como se podía escuchar en la grabación de la cinta).
A la cita asistimos unos 15. No hubo vítores. Pero sí, corazón. Delgadillo disparó directamente: cantó para cada uno de nosotros y de nosotras.
Con el recuerdo vivo, aunque nebuloso, de esta singular anécdota, sigo aquí, 20 años después y a 15.000 kms. de distancia de su origen: una oreja pegada al mensaje de un Febrero 13.
Cabizbajo camino por Avenida Pedro Montt. Alzando la cabeza veo cómo se me aparecen un par de afiches pegados en una pared cercana a un local comercial. Anuncian la breve presentación que realizaría un poco conocido cantautor mexicano en una sala de espectáculos de la Universidad de Valparaíso (¿o fue en la Católica de Valparaíso?).
Previamente, había tenido la fortuna de escuchar una joya titulada "Febrero 13", gracias a un casete regrabado que me prestó mi, -en ese tiempo-, joven cuñado (muchacho recién convertido que aún no estaba lo suficientemente contaminado por los acordes disneylandosos de las Kingdom Melodies).
Emocionado asistí a la presentación, con la inocente ilusión de que, en mi remoto "culo del mundo", seríamos capaces de replicar la emoción que se desprendía de la vivaz interacción del público mexicano (tal como se podía escuchar en la grabación de la cinta).
A la cita asistimos unos 15. No hubo vítores. Pero sí, corazón. Delgadillo disparó directamente: cantó para cada uno de nosotros y de nosotras.
Con el recuerdo vivo, aunque nebuloso, de esta singular anécdota, sigo aquí, 20 años después y a 15.000 kms. de distancia de su origen: una oreja pegada al mensaje de un Febrero 13.
Logica est ipsius actus rationis. Per quam scilicet homo in ipso actus rationis ordinate et faciliter et sine errore procedat.