07 May, 2018, 07:31 PM
Esta es de una ocasión en la que mi Congregación fue invitada al "privilegio" de dar los alimentos a una clase de la Escuela de Precursores. Como bien sabemos, en esas clases los instructores son Superintendentes de Circuito, siempre es el viajante actual el A y el B es un viajante de un circuito vecino por lo general.
Bueno, en este contexto, estando ya en el salón adjunto al de la clase con los alimentos, empezamos a preparar las mesas, es decir, a poner los platos, cubiertos, jarrones, saleros, vasos, etcétera.
El asunto fue que una hermana de mi congregación que también era precursora, aunque no de esa clase, empezó a poner los cubiertos y, como si hubiera cometido un gravísimo pecado, la esposa del viajante en turno que ya de por sí era súper especial, le llamó fuerte la atención porque había puesto los cubiertos mal; es decir, ella quería que se acomodaran como en las clases altas o como si estuviésemos en un restaurante de lujo y le dijo de muy mala gana a la hermana de mi congregación que los acomodara bien y hasta le dijo que le iba a enseñar cómo y sí, le enseñó de muy mala gana.
Con lo que no contaba esa hermana era con que ahí estaba un varón, es decir yo, y se tuvo que guardar su coraje cuando le dije a la precursora de mi congregación que no lo hiciera y que de hecho como ella lo estaba haciendo estaba bien y que así continuara. En ese momento la esposa de ese viajante me dijo que eso estaba mal y yo sólo me limité a decirle que así lo íbamos a hacer y que si tenía algún comentario al respecto que se lo dijera a su esposo para que él me lo dijera a mi.
En efecto, me acusó con su esposo, pero él resultó ser un hombre razonable en ese aspecto y no me dijo nada y hasta nos felicitó.
Bueno, en este contexto, estando ya en el salón adjunto al de la clase con los alimentos, empezamos a preparar las mesas, es decir, a poner los platos, cubiertos, jarrones, saleros, vasos, etcétera.
El asunto fue que una hermana de mi congregación que también era precursora, aunque no de esa clase, empezó a poner los cubiertos y, como si hubiera cometido un gravísimo pecado, la esposa del viajante en turno que ya de por sí era súper especial, le llamó fuerte la atención porque había puesto los cubiertos mal; es decir, ella quería que se acomodaran como en las clases altas o como si estuviésemos en un restaurante de lujo y le dijo de muy mala gana a la hermana de mi congregación que los acomodara bien y hasta le dijo que le iba a enseñar cómo y sí, le enseñó de muy mala gana.
Con lo que no contaba esa hermana era con que ahí estaba un varón, es decir yo, y se tuvo que guardar su coraje cuando le dije a la precursora de mi congregación que no lo hiciera y que de hecho como ella lo estaba haciendo estaba bien y que así continuara. En ese momento la esposa de ese viajante me dijo que eso estaba mal y yo sólo me limité a decirle que así lo íbamos a hacer y que si tenía algún comentario al respecto que se lo dijera a su esposo para que él me lo dijera a mi.
En efecto, me acusó con su esposo, pero él resultó ser un hombre razonable en ese aspecto y no me dijo nada y hasta nos felicitó.