25 Aug, 2019, 11:13 AM
Inerrancia e interpretación
¿En qué consiste esa inerrancia o imposibilidad de error en biblia? Consiste en que por haber sido inspirado el autor material del escrito por el Espíritu Santo, es imposible que cometa errores en lo que se refiere a la fe. Naturalmente que hay posiciones extremas en cuanto a esto de la inerrancia: desde los fundamenta-listas que admiten al pie de la letra todas y cada una de las cosas que se dicen en la biblia hasta los que interpretan esta inerrancia de una manera muy laxa, admitiendo que en la biblia puede haber errores materiales sin que esto afecte a la verdad fundamental referente a nuestra fe que está encerrada en el conjunto de los libros sagrados. Estos modernos y liberales eruditos bíblicos, sin género de dudas que en otros tiempos hubiesen sido llevados a la hoguera como herejes y blasfemos, pues otros pasaron por ese trance a pesar de que defendían posiciones bastante más conservadoras. (Fray Luis de León estuvo cuatro años preso en Valladolid por difundir la biblia en castellano y Tyndall fue quemado en la hoguera en Bélgica únicamente por traducirla al inglés).
La tendencia a seguir la biblia al pie de la letra ha sido mucho mayor en el protestantismo en donde algunas sectas llegaron a convertir a sus súbditos en verdaderos adoradores fanáticos del libro sagrado. Todavía hoy quedan algunos, pero por supuesto al fervor bíblico, aunque todavía es grande entre ellos, no es tan obcecado como en tiempos pasados.
Pero no solo hay que buscar entre los protestantes a los mayores defensores de la tendencia rigorista sino que ellos fueron también los pioneros en cuanto a la interpretación liberal y los mayores desmitificadores de las Sagradas Escrituras; porque hay que reconocer que en cuanto a exégesis bíblica, en el protestantismo se le ha prestado más atención que entre los católicos; se ha estudiado más desapasionada y científicamente sin tener ideas preconcebidas y llegando hasta las últimas conclusiones a donde han llevado los hallazgos y los razonamientos. Los católicos, en cuanto a orígenes, autores e interpretación, hasta hace poco tiempo daban la impresión de que no tenían nada que investigar porque ya lo sabían todo infaliblemente; a ello ayudó el Magisterio de la Iglesia que hasta Pío XII se mostró completamente inflexible en este particular. El que quiera convencerse, que lea las encíclicas «Providentissimus Deus» de León XIII (1893). «Spiritus Paracli-tus» de Benedicto XV (1920), «Divino afilante Spiritu» de Pío XII (1943) y la «Humani Generis» (1950) también de Pío XII).
Recuérdese si no, la autoridad de que fue investida la famosa «vulgata», es decir, la traducción hecha al latín por San Jerónimo. Hoy día esta traducción, según los descubrimientos modernos de los escrituristas, tiene infinidad de incorrecciones y en bastantes casos positivos errores de traducción; sin embargo, durante muchos siglos la iglesia cristiana de occidente la consideró como la traducción oficial, no permitiendo que se usase otra y hasta hubo autores y jerarcas que pretendían que San Jerónimo había tenido una asistencia especial del cielo para su trabajo, confiriéndole una especie de inspiración de segunda categoría. ¡Cómo obnubila la mente el fanatismo!
Como me he extendido demasiado en estas consideraciones superficiales acerca de las cosas extrañas que nos salen al paso en seguida que nos enfrentamos con el problema de la biblia, pasaré a lo que unas cuantas páginas más atrás dije que me interesaba más en todo el asunto de la «palabra de Dios revelada».
Decía en párrafos anteriores que lo que más me interesaba era «profundizar en la filosofía y en la lógica que hay detrás de todo un Dios revelándole poco a poco su voluntad a un grupo exiguo de hombres perdidos en la larguísima historia de la humanidad».
Considerando todo el hecho de la revelación de una manera panorámica, nos encontramos con una multitud de cosas que no tienen sentido y están contra toda lógica. Y antes de entrar a hacer consideración ninguna y anticipándonos a las objeciones de los teólogos, diremos que no vale el argumento de que Dios tiene su lógica y que los hombres no podemos imponerle pautas a Dios en sus acciones. No vale ese argumento porque si Dios después de habernos dado una mente que funciona de una manera determinada, cambia las reglas del juego sin avisar y actúa de una manera diferente (usando otra lógica u otra filosofía) el hombre no sabrá a qué atenerse y lógicamente tendrá que preguntarse en seguida para qué Dios le dio una inteligencia que no sirve en sus relaciones con Él. Y esto es precisamente lo que le pasa al hombre moderno cuando se enfrenta al problema de la revelación: no entiende la manera de actuar de Dios. Que el hombre no entienda a Dios, lo vemos lógico pero lo que pasa es que el hombre no solo no entiende la manera de actuar de Dios, sino que la manera de actuar de Dios en todo lo referente a la revelación (lo mismo que más tarde veremos en la redención) le parece bastante absurda y falta de sentido y en cierta manera repugnante a la manera de ser humana.
Otra dificultad que previamente queremos solucionar es que se nos puede decir que según esto, todos nuestros antepasados y todas las grandes mentes que se han enfrentado a este problema y no lo han hallado tan absurdo o falto de lógica, eran unos tontos, faltos de inteligencia, cosa que evidentemente no se puede admitir.
Admito por supuesto que nosotros no somos más inteligentes que los antiguos pero lo que pasa es que hoy sabemos muchas otras cosas que ellos no sabían. Hoy los medios de comunicación nos han abierto los ojos a mil realidades que suceden en otras partes del mundo que en otras épocas eran completamente desconocidas para nuestros antepasados; hoy las ciencias físicas nos han hecho profundizar enormemente en el conocimiento de la materia asomándonos a unos panoramas cósmicos, electrónicos o subatómicos, que para el que los mira con ojos trascendentes tienen dimensiones «divinas» totalmente desconocidas para nuestros antepasados; hoy conocemos con una precisión como nunca antes, cuáles son las creencias religiosas por las que todos los hombres y razas del planeta tratan de comunicarse con eso que llamamos «Dios» y vamos profundizando cada día más en el mecanismo sicológico que subyace debajo de todo ello; hoy día tenemos conocimiento —gracias a la parapsicología y más aún a la paranormalogía— de muchos hechos extraños que nos ponen en la pista hacia un «más allá» que no es precisamente el «más allá» absoluto de que nos hablan las religiones, sino un «más allá» relativo, que nuestros antepasados confundían por completo con el más allá absoluto y último.
Por estas razones y por otras cosas, creo que hoy, a las puertas del año dos mil, estamos más preparados que nuestros antepasados para enjuiciar no solo el problema de la revelación sino el problema religioso en toda su amplitud y profundidad. Además estas mismas ideas que yo estoy exponiendo aquí, han sido pensadas por miles de seres humanos que no han logrado ponerlas nunca por escrito, por una razón u otra, y han sido escritas ya en no pocas ocasiones, pero esos escritos y esas voces fueron «voces en el desierto» cuando no fueron voces ahogadas por la violencia cruenta o por la violencia legal de las autoridades. Lo mismo que no se clava un clavo con un solo martillazo, hace falta mucha repetición y muchas voces que año tras año martillen contra la dura pared de los intereses creados y contra la rutina que oxida el espíritu de los hombres y contra el terror sacro que guarda la entrada de las creencias religiosas.
¿En qué consiste esa inerrancia o imposibilidad de error en biblia? Consiste en que por haber sido inspirado el autor material del escrito por el Espíritu Santo, es imposible que cometa errores en lo que se refiere a la fe. Naturalmente que hay posiciones extremas en cuanto a esto de la inerrancia: desde los fundamenta-listas que admiten al pie de la letra todas y cada una de las cosas que se dicen en la biblia hasta los que interpretan esta inerrancia de una manera muy laxa, admitiendo que en la biblia puede haber errores materiales sin que esto afecte a la verdad fundamental referente a nuestra fe que está encerrada en el conjunto de los libros sagrados. Estos modernos y liberales eruditos bíblicos, sin género de dudas que en otros tiempos hubiesen sido llevados a la hoguera como herejes y blasfemos, pues otros pasaron por ese trance a pesar de que defendían posiciones bastante más conservadoras. (Fray Luis de León estuvo cuatro años preso en Valladolid por difundir la biblia en castellano y Tyndall fue quemado en la hoguera en Bélgica únicamente por traducirla al inglés).
La tendencia a seguir la biblia al pie de la letra ha sido mucho mayor en el protestantismo en donde algunas sectas llegaron a convertir a sus súbditos en verdaderos adoradores fanáticos del libro sagrado. Todavía hoy quedan algunos, pero por supuesto al fervor bíblico, aunque todavía es grande entre ellos, no es tan obcecado como en tiempos pasados.
Pero no solo hay que buscar entre los protestantes a los mayores defensores de la tendencia rigorista sino que ellos fueron también los pioneros en cuanto a la interpretación liberal y los mayores desmitificadores de las Sagradas Escrituras; porque hay que reconocer que en cuanto a exégesis bíblica, en el protestantismo se le ha prestado más atención que entre los católicos; se ha estudiado más desapasionada y científicamente sin tener ideas preconcebidas y llegando hasta las últimas conclusiones a donde han llevado los hallazgos y los razonamientos. Los católicos, en cuanto a orígenes, autores e interpretación, hasta hace poco tiempo daban la impresión de que no tenían nada que investigar porque ya lo sabían todo infaliblemente; a ello ayudó el Magisterio de la Iglesia que hasta Pío XII se mostró completamente inflexible en este particular. El que quiera convencerse, que lea las encíclicas «Providentissimus Deus» de León XIII (1893). «Spiritus Paracli-tus» de Benedicto XV (1920), «Divino afilante Spiritu» de Pío XII (1943) y la «Humani Generis» (1950) también de Pío XII).
Recuérdese si no, la autoridad de que fue investida la famosa «vulgata», es decir, la traducción hecha al latín por San Jerónimo. Hoy día esta traducción, según los descubrimientos modernos de los escrituristas, tiene infinidad de incorrecciones y en bastantes casos positivos errores de traducción; sin embargo, durante muchos siglos la iglesia cristiana de occidente la consideró como la traducción oficial, no permitiendo que se usase otra y hasta hubo autores y jerarcas que pretendían que San Jerónimo había tenido una asistencia especial del cielo para su trabajo, confiriéndole una especie de inspiración de segunda categoría. ¡Cómo obnubila la mente el fanatismo!
Como me he extendido demasiado en estas consideraciones superficiales acerca de las cosas extrañas que nos salen al paso en seguida que nos enfrentamos con el problema de la biblia, pasaré a lo que unas cuantas páginas más atrás dije que me interesaba más en todo el asunto de la «palabra de Dios revelada».
Decía en párrafos anteriores que lo que más me interesaba era «profundizar en la filosofía y en la lógica que hay detrás de todo un Dios revelándole poco a poco su voluntad a un grupo exiguo de hombres perdidos en la larguísima historia de la humanidad».
Considerando todo el hecho de la revelación de una manera panorámica, nos encontramos con una multitud de cosas que no tienen sentido y están contra toda lógica. Y antes de entrar a hacer consideración ninguna y anticipándonos a las objeciones de los teólogos, diremos que no vale el argumento de que Dios tiene su lógica y que los hombres no podemos imponerle pautas a Dios en sus acciones. No vale ese argumento porque si Dios después de habernos dado una mente que funciona de una manera determinada, cambia las reglas del juego sin avisar y actúa de una manera diferente (usando otra lógica u otra filosofía) el hombre no sabrá a qué atenerse y lógicamente tendrá que preguntarse en seguida para qué Dios le dio una inteligencia que no sirve en sus relaciones con Él. Y esto es precisamente lo que le pasa al hombre moderno cuando se enfrenta al problema de la revelación: no entiende la manera de actuar de Dios. Que el hombre no entienda a Dios, lo vemos lógico pero lo que pasa es que el hombre no solo no entiende la manera de actuar de Dios, sino que la manera de actuar de Dios en todo lo referente a la revelación (lo mismo que más tarde veremos en la redención) le parece bastante absurda y falta de sentido y en cierta manera repugnante a la manera de ser humana.
Otra dificultad que previamente queremos solucionar es que se nos puede decir que según esto, todos nuestros antepasados y todas las grandes mentes que se han enfrentado a este problema y no lo han hallado tan absurdo o falto de lógica, eran unos tontos, faltos de inteligencia, cosa que evidentemente no se puede admitir.
Admito por supuesto que nosotros no somos más inteligentes que los antiguos pero lo que pasa es que hoy sabemos muchas otras cosas que ellos no sabían. Hoy los medios de comunicación nos han abierto los ojos a mil realidades que suceden en otras partes del mundo que en otras épocas eran completamente desconocidas para nuestros antepasados; hoy las ciencias físicas nos han hecho profundizar enormemente en el conocimiento de la materia asomándonos a unos panoramas cósmicos, electrónicos o subatómicos, que para el que los mira con ojos trascendentes tienen dimensiones «divinas» totalmente desconocidas para nuestros antepasados; hoy conocemos con una precisión como nunca antes, cuáles son las creencias religiosas por las que todos los hombres y razas del planeta tratan de comunicarse con eso que llamamos «Dios» y vamos profundizando cada día más en el mecanismo sicológico que subyace debajo de todo ello; hoy día tenemos conocimiento —gracias a la parapsicología y más aún a la paranormalogía— de muchos hechos extraños que nos ponen en la pista hacia un «más allá» que no es precisamente el «más allá» absoluto de que nos hablan las religiones, sino un «más allá» relativo, que nuestros antepasados confundían por completo con el más allá absoluto y último.
Por estas razones y por otras cosas, creo que hoy, a las puertas del año dos mil, estamos más preparados que nuestros antepasados para enjuiciar no solo el problema de la revelación sino el problema religioso en toda su amplitud y profundidad. Además estas mismas ideas que yo estoy exponiendo aquí, han sido pensadas por miles de seres humanos que no han logrado ponerlas nunca por escrito, por una razón u otra, y han sido escritas ya en no pocas ocasiones, pero esos escritos y esas voces fueron «voces en el desierto» cuando no fueron voces ahogadas por la violencia cruenta o por la violencia legal de las autoridades. Lo mismo que no se clava un clavo con un solo martillazo, hace falta mucha repetición y muchas voces que año tras año martillen contra la dura pared de los intereses creados y contra la rutina que oxida el espíritu de los hombres y contra el terror sacro que guarda la entrada de las creencias religiosas.